Gonzalo Pérez-Seoane
El drama del Euro continuará en el 2011. A pesar de la optimistas palabras de los lideres del Consejo Europeo, el drama de este experimento monetario, soporte del “estado del bienestar”, no ha acabado y el año 2011 será decisivo para la moneda única. Aunque a todos nos gustaría que la situación fuera distinta, son tantos y tan profundos los desequilibrios ya nacidos en la propia concepción de la moneda única ya autogenerados por las autoridades políticas actuales, que su destino es cada vez más opaco e incierto.
En principio, y visto con franqueza, la probabilidad de que el Euro sobreviva tal y como geográficamente lo conocemos es baja. Personalidades de la economía mundial llevan ya largo tiempo cuestionándolo y no por razones de pesimismo infundado. Asimetrías macroeconómicas crecientes, diferencias políticas notorias, el desencanto social europeo ante el incierto futuro, el desajuste público de los PIIGS (déficit-endeudamiento), la tensión del sistema monetario europeo o falta de liquidez que parece se perpetúa, y finalmente la falta de unidad que transpira de la Unión Europea, son factores del todo trascendentes, por todos contemplados, y origen de la falta de confianza del mercado financiero mundial en la UE, en sus Gobernantes y en el Euro.
El último Consejo Europeo podría haber sido un magnifico punto de inicio para cambiar el rumbo de las cosas, pero nuevamente la ocasión se perdió. Así, la palabra que mejor define la situación tras el último Consejo Europeo es “decepción”. Decepción, pues el mensaje que trasmiten los líderes de la UE no se ajusta a las inquietudes y necesidades de la problemática económica europea. Ponerse de acuerdo sobre la necesaria consolidación fiscal, (y responsabilidad fiscal), desde hace tiempo no es noticia y no refleja ningún avance ni en política económica ni en la ahora denominada “gobernanza europea”. Es más el “glamour” de la nueva palabra que la realidad de lo que existe. Es evidente que la improvisación prima, y en los tiempos actuales este recurso político es mal consejero. La declaración final del Consejo Europeo de diciembre parece tan solo viene a contestar al Presidente del Banco Central Europeo, J.C.Trichet, él cual recientemente ha recordado en una comparecencia ante el Parlamento Europeo que el BCE sólo es responsable de la "M" dentro de la UEM, mientras que los Gobiernos del Eurogrupo tienen que ocuparse con rigor de que la economía funcione. Curiosamente y aunque parece del todo increíble, pero da idea de la desunión de la Unión, pocos días después de la comparecencia de Trinchet, Alemania descarrilaba el tren del eurobono, y, junto a ello, y también por razones políticas, el otro tren, el tren del aumento del Fondo de Rescate Europeo, también entraba en dique seco. Los políticos del Eurogrupo dejaban sin nuevas herramientas al BCE para estabilizar la Eurozona si se diera tal necesidad.
Si el problema del riesgo de la deuda soberana en algunos países de la UE es ya descomunal y, de aumentar, no podrá ser atajado mediante la compra esporádica de deuda por el BCE (tal y como los políticos y sus “expertos” asesores económicos infantilmente presuponen), junto a ello, otro grave problema avanza hacía la Eurozona. El problema se llama inflación. De aquí a pocos meses la inflación empezará jugar un papel trascendental en el devenir económico de la UE. El Consejo Europeo y BCE parecen no ser consciente del problema que se avecina.
La coyuntura macroeconómica singular de cada país va ha promover, tras un breve lapso de deflación en muchos, que bastantes países entren en estanflación. Pero la inflación no es ni mucho menos cualquier variable para la UE. Los diferenciales de inflación entre los países miembros de la UE son el origen principal de la asimetría en la competitividad relativa entre los países miembros de la UE. Esta asimetría macroeconómica premia o castiga permanentemente a unos y a otros de manera injusta. Pero, y ¿qué hacer?. La solución aunque sencilla, es tal vez, hoy por hoy, imposible. Para que la euro-zona funcione en términos de plena equidad competitiva intracomunitaria hace falta la armonización laboral europea ya gran parte de la inflación proviene de que los sistemas laborales inflexibles o rígidos (España, Portugal, Italia..) generan inflaciones muy superiores a los flexibles (Alemania). La armonización laboral debería basarse en el término “libertad”, pero lamentablemente esta libertad (indispensable) tiene un recio adversario: los arcaicos planteamientos laborales socialistas y sindicalistas europeos que lideran la UEM y cuyos efectos se evidencian en los desequilibrios acumulados por algunos países de la eurozona, así España. La economía de mercado tiene sus propios principios de funcionamiento, y guste o no, estos son contrarios a los planteamientos económicos socialistas en materia laboral.
Pero junto a la asimétrica inflación que transpira y transpirará de los sistemas laborales de la UE hay que añadir las consecuencias de nuevas acciones desatinadas que llevarán a cabo algunos países como España. Así la subida de precios y tarifas en servicios generales (electricidad, gas, transporte público…) con fines recaudatorios y/o para cubrir errores de déficit pasados (déficit tarifário). Estas subidas de precios bien podrían unirse a una subida mundial en el precio de commodities esenciales (petróleo), lo cual redundará en incrementos progresivos de la inflación y, por tanto, en hacer progresar en tiempo inoportuno la falta de competitividad de algunos, los más débiles de la UE.
El BCE se enfrentara de aquí a poco a un nuevo reto, el mayor de todos, gobernar una única zona monetaria en la que pueden converger al tiempo tres estados económicos distintos “crecimiento, estanflación, y deflación”. ¿Es posible gobernar monetariamente la Eurozona en dichas circunstancias?. No. El BCE no podrá gobernar una unión tan heterogénea monetariamente. El Euro parece estar al final del juego.