A menos de un mes para las elecciones en EE.UU., ¿en qué posición compiten Clinton y Trump?

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Donald Trump llegó al segundo de los tres debates presidenciales seriamente afectado por la filtración de un vídeo en el que hacía comentarios ofensivos a las mujeres (que suponen un 53% del electorado estadounidense). Para Libby Cantrill, responsable de política en PIMCO, “el objetivo de Trump en el debate fue parar la sangría y sosegar las peticiones para que abandonase la carrera” y en su opinión, lo consiguió. “Aunque trastabilló durante los primeros 20 minutos, recuperó terreno después al atacar constantemente a Clinton en los temas en los que es más vulnerable, incluyendo el intercambio de emails y los discursos pagados por Wall Street. Clinton, por su parte, dio la imagen de estar preparada y orientada a la política, pero dejó a algunos insatisfechos con algunas de sus respuestas (en el debate se respondía a preguntas de votantes) y no consiguió asestar ningún golpe serio”, detalla la experta. Pese a esta evaluación, “es improbable que la actuación de Trump en el debate consiga lo que necesitaba: aumentar su atractivo y convencer a la proporción de indecisos, más amplia de lo habitual en estas elecciones”.

Faltan 29 días

El tercer y último debate se celebrará el 19 de octubre. Entre medias, Cantrill recomienda “prestar atención a cómo se desarrolla el escándalo del vídeo de Trump en los próximos días, y específicamente si lleva a más rechazo por parte de republicanos del establishment”. También cree que será clave saber si Mike Pence renunciará su candidatura para vicepresidente de la nación (ha mostrado opiniones abiertamente opuestas a Trump sobre política exterior), aunque no lo considera muy probable.

Asimismo, la representante de PIMCO recomienda vigilar las encuestas en los diez estados que no han mostrado una tendencia clara de voto, especialmente Florida y Ohio: “Son dos estados en los que Trump debería ganar, y en los que va por detrás de Clinton. Si consigue arañar votos y adelantarse a ella en esos estados, podría tener una oportunidad de luchar por ganar la Casa Blanca. Pero sin ellos, es difícil imaginar un escenario en el que se asegure los 270 votos electorales necesarios para la victoria en noviembre”.

En todo caso, lo más previsible es que los inversores presten cada vez más atención a la política en los 29 días que faltan para la cita con las urnas. Así lo confirman desde BlackRock: “Al juzgar por la frecuencia con la que nos preguntan en los últimos días por las implicaciones de las próximas elecciones, se ha convertido en la primera preocupación de muchos – que no la mayoría- de los inversores. Y por una buena razón: cuando menos, ha sido un ciclo electoral inusual en EE.UU. y con independencia de a qué candidato se apoye, podemos estar todos de acuerdo en que los comicios de noviembre serán históricos de muchas formas”.

Los expertos de la firma recuerdan que “históricamente, la volatilidad suele repuntar durante el mes anterior a las elecciones de EE.UU. Dado que los mercados han estado inusualmente tranquilos en las últimas semanas, un repunte de la volatilidad podría ser inquietante”. De repetirse este escenario, en BlackRock apuntan al sector farmacéutico como posible damnificado, porque “se ha comportado históricamente peor durante los años electorales, en gran parte debido a las preocupaciones sobre la presión de precios”. El sector financiero podría sufrir una reacción similar.

“Las implicaciones de una victoria de Hillary Clinton o Donald Trump en el largo plazo probablemente tengan menos impacto sobre el mercado del que están anticipando muchos inversores”, matizan desde la firma. Una revisión de la serie histórica revela que “los resultados electorales han tenido un impacto relativamente mínimo en el largo plazo sobre la rentabilidad estadounidense y global”. En cambio, han sido más importantes para los retornos futuros “el crecimiento, los beneficios, los tipos de interés, la inflación, y cómo responde la Fed a todos ellos”.

Los expertos de Capital Group muestran una postura similar: “Las campañas presidenciales dirigen la atención del público hacia las malas noticias, que pueden ser una distracción seria para los inversores”. Piden además un poco de contextualización respecto a campañas anteriores: “Aunque parezca que estemos viviendo tiempos muy agitados, los eventos tumultuosos han sido un tema constante en las elecciones presidenciales a lo largo de la historia. No vaya más lejos de 1968. El candidato republicano Richard Nixon y el candidato demócrata Hubert Humphrey compitieron por el despacho oval en un contexto de violentas manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam, enfrentamientos raciales y los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King. Si rebobinamos 40 años hacia delante, hasta las elecciones de 2008, cuando competían Barack Obama y John McCain, la nación estaba sufriendo la peor crisis económica desde la Gran Depresión”.

El consejo de Capital Group es el siguiente: “Aquellos que silencian el ruido de mercado, se centran en sus objetivos de largo plazo y evitan predecir al mercado han tendido a cosechar las recompensas con el paso del tiempo. Esto es válido durante las elecciones presidenciales, y en cualquier momento del año”.

¿Qué puede pasar después?

David Riley, responsable de estrategia de crédito en BlueBay, llama la atención sobre uno de los primeros problemas que tendrá que afrontar quien gane las elecciones: el techo de la deuda. “En noviembre del año pasado, el Congreso votó la suspensión del límite al techo de la deuda hasta el 15 de marzo de 2017. Cuando expire la suspensión, el límite regresará al nivel anterior de deuda pertinente al Tesoro y creemos que el secretario del Tesoro invocará medidas extraordinarias para seguir financiando al gobierno y evitar el impago de la deuda”.

Aunque se han cumplido ya cinco años desde que S&P retirase la AAA a EE.UU., Riley observa que “los mercados se han vuelto cada vez más indiferentes a los episodios posteriores y han ignorado el teatro en Washington”. Su postura es que, para conseguir “una política fiscal más favorable al crecimiento, incluyendo inversiones en infraestructuras y reformas impositivas, requerirá la colaboración el acuerdo entre el nuevo/a presidente/a y el Congreso”. “El límite de la deuda será una prueba temprana de esa relación y de la probabilidad de que EE.UU. tome el liderazgo en la adopción de una política fiscal más expansiva”, concluye.