La agresiva política de recorte de tipos del Banco Central de Brasil está ayudando a controlar la inflación y devolver fortaleza al real; el país sigue teniendo pendientes recuperar el crecimiento y atajar la corrupción política.
Hace un año por estas fechas desde que se iniciase formalmente el proceso de destitución de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil: la Cámara de Diputados brasileña votó el 17 de abril de 2016 a favor de que se iniciara un proceso político en contra de la mandataria, y el Senado hizo lo propio el 12 de mayo de 2016. Como muchos recordarán, al anticipar los inversores un cambio político en el país, la renta variable brasileña terminó como uno de los activos más rentables del mundo (el MSCI Brasil subió un 37,2% y el Bovespa, un un 36,8%). Igualmente, el real – que había empezado el año en máximos multianuales-, terminó 2016 con una depreciación del 17% que contribuyó significativamente a equilibrar el déficit comercial del país.
Un año y un presidente más tarde, el Bovespa está en positivo, con una subida en torno al 8% en lo que va de 2017, y el real ha recuperado algo de fuerza gracias a la acción del Banco Central de Brasil. Tal y como recuerdan los expertos de Legg Mason Global AM, la institución monetaria recortó en 100 puntos básicos sus tipos de interés, hasta el nivel del 11,25%. “Se trata del mayor recorte en ocho años, y el tercero efectuado este año”, indican desde la entidad (los tipos estaban en el 14,25% hace seis meses, para hacerse una idea del fenomenal tijeretazo efectuado por el banco central brasileño).
La acción monetaria también ha conseguido rebajar los niveles galopantes de inflación del país – que fueron una de las grandes fuentes de descontento de la población durante el año pasado-, de tal manera que la tasa de inflación de marzo se situó por debajo del 5%, frente al más del 10% visto tan sólo un mes antes. “El banco espera que un tipo de interés más bajo ayude a darle la vuelta a la economía, que ha estado contrayéndose seriamente en los dos años anteriores. Puede que esas esperanzas estén convirtiéndose ya en realidad”, indican desde la gestora.
Aportan algunos datos macro que demuestran esta tesis: el indicador mensual de actividad económica se incrementó un 1,31% en febrero (su mayor subida desde 2010); el real brasileño ha recobrado recientemente algo de fuerza frente al dólar (subió un 1,6% el día que se publicaron los últimos datos de crecimiento y cerca del 5% en el año). Finalmente, la rentabilidad actual del bono brasileño a diez años sigue en torno al 10%, aunque los inversores deben recordar que hace año y medio llegó a cotizar a un fenomenal 17%.
Lo que está por venir
Los expertos de Goldman Sachs AM consideran que el nuevo presidente, Michel Temer, ha logrado apuntarse su primera victoria en la agenda reformista al conseguir aprobación para controlar el gasto público, al tiempo que ha anunciado sus planes para una reforma de las pensiones. “Estos movimientos sugieren un buen control del Congreso y apoyo del Senado”, afirman desde la gestora.
En el largo plazo, la visión de Goldman Sachs es que “Brasil debe centrarse en intentar romper el ciclo vicioso de infraestructuras mediocres, alta inflación y tipos perpetuamente altos, aunque los signos recientes indican que está en buen camino para emprender más reformas de calado”.
En cuanto al PIB brasileño – que sigue contrayéndose, aunque en tasas mucho más moderadas-, desde la firma se basan en los datos macro ya expuestos para pensar en indicios de recuperación económica, “aunque aún está por ver un repunte significativo del crecimiento del PIB”. Su punto de vista es que la mejoría se volverá más evidente “a medida que el entorno más favorable a los precios de las materias primas visto a lo largo de 2016 empiece a filtrarse hacia la economía real”.
La situación política sigue siendo un interrogante
“Hace más de un año, predijimos que la recuperación de la crisis llevaría mucho tiempo, y que 2017 sería indudablemente otro año de recesión”, comenta Karine Hervé, analista y estratega de Amundi. Ésta recuerda que el déficit presupuestario todavía se situaba en el 8,5% del PIB en enero, mientras que los PMIs, la confianza empresarial y del consumidor siguen en terreno negativo, aunque muestren alguna mejoría.
“Todavía hay mucho margen de mejoría, pero el consenso de mercado revela optimismo, al prever un crecimiento del 0,8% en 2017 y del 2,2% en 2018. No obstante, el gobierno brasileño rebajó recientemente su previsión de crecimiento para 2017 del 1% al 0,5%”, comenta la experta. La expectativa de Amundi es que el país recupere la senda del crecimiento positivo en la segunda parte de 2017, aunque el dato final para el ejercicio siga siendo negativo. El freno a la inflación será un apoyo a la economía, gracias a las bajadas continuadas de tipos (el consenso espera que acaben 2017 en el 9,5%).
A pesar de esta mejoría de los datos macro, lo cierto es que la sustitución de Dilma Rousseff por Michel Temer como nuevo presidente de la República no ha contentado a la sociedad brasileña, al continuar los graves problemas de corrupción en el país. Lo admite la propia experta de Amundi: “Mientras que el gobierno de Brasil se ha comprometido a reformar el país, las medidas tomadas ya han llevado a millones de brasileños a las calles. Entre tanto, los continuos escándalos políticos no han facilitado las cosas”.
La experta advierte que, si no aparece para finales de este año “un candidato unificador para las elecciones presidenciales de 2018, no será bueno para el país”. Dadas las complejidades del país en términos de distribución de poderes políticos en estados, junto con la manera en que se implementen las reformas, los escándalos de corrupción y el fuerte déficit presupuestario que sigue soportando el país, la experta concluye que “los riesgos políticos y sociales no se pueden ignorar, y no se puede descartar un escenario bajista”.