Cómo interpretar la reciente subida de la inflación

Termómetro, tipos, rentabilidad, negativo, frío
Kurayba, Flickr, Creative Commons

El incremento del precio de la electricidad y el rebote continuado de las materias primas llevó recientemente al IPC español a alcanzar una tasa interanual del 3,3% en enero, la más elevada en seis años. La inflación alemana alcanzó paralelamente un 1,7% interanual y, según el Eurostat, la inflación de la eurozona habría registrado un 1,8%,  frente al 1,1% de diciembre. En otras partes del mundo desarrollado se están viendo signos del largamente esperado retorno de la inflación: la tasa interanual estadounidense alcanzó el 2,1% en diciembre, e incluso en Japón están empezando a verse signos de recuperación por la depreciación del yen y el crecimiento de los salarios por primera vez en cinco años.

Jean Médecin, miembro del Comité de Inversión de Carmignac, declara sin embargo que “los mercados no se creen que la inflación ha vuelto para quedarse”. Se basa en la evolución de la tasa de breakeven de la inflación, que sugiere que el coste de la vida no debería subir significativamente. “Los inversores están asumiendo que el repunte será temporal, impulsado por el efecto de base de la energía y por la depreciación de la divisa”, resume.

La postura de Carmignac es de que “los mercados están siendo demasiado conservadores en sus predicciones y pueden ser sorprendidos por una inflación más alta y perdurable de lo anticipado”. El experto alerta de que la inflación estadounidense podría situarse entre el 2,8% y el 3% durante el primer trimestre. “El incremento actual de precios van más allá de un simple efecto de recuperación ligado a la energía: varias categorías más, como los alquileres, también están acelerando sin parar la inflación”, indica. Si se suma el pleno empleo y la creciente inflación salarial, la conclusión a la que llega Médecin es que se vería un repunte sostenido del coste de la vida. “Con su tasa de desempleo en mínimos históricos, Alemania también podría experimentar un repunte más largo de lo esperado de la inflación”, advierte.

Si se cumple este escenario, “no le hará la vida fácil a los banqueros centrales”. Particularmente, explica que una inflación más alta limitará con probabilidad la capacidad de los banqueros centrales para combatir al lento crecimiento económico con tipos bajos. Además, el alto endeudamiento de los agentes económicos puede presentar obstáculos si deciden subir los tipos de interés. “La hora en que las malas noticias económicas son en realidad buenas noticias para los mercados financieros, por la promesa de apoyo firme de los bancos centrales, está llegando a su fin”, sentencia Médecin. Cree que los bancos centrales se verán abocados a “dejar que el ciclo empresarial reanude su rol de árbitro del mercado financiero”.

Richard Turnill, estratega global de inversión de BlackRock, muestra “mayor confianza en que la inflación alcanzará el objetivo del banco central, con algo de margen para pasarse de largo en el corto plazo, pues se permite a las economías calentarse un poco”. Asimismo, cree que “la reflación guiada por EE.UU. está echando raíces globalmente”, por lo que BlackRock ha elevado sus expectativas de inflación a cinco años para EE.UU. y Reino Unido. Turnill aclara que no ha modificado sus previsiones de crecimiento a cinco años porque están esperando a datos más sólidos, pero cree que “el riesgo al alza de estas previsiones se ha incrementado”.

Al mismo tiempo, continúa el experto, “factores estructurales como el envejecimiento de la sociedad, la débil productividad y el exceso global de los ahoros debería asegurar el alza de la rentabilidad de los bonos sólo a un ritmo gradual en los próximos años”.

Al BCE le interesa la inflación subyacente

El gestor de PIMCO Michael Althof calcula que el IPC de la eurozona puede mantenerse en 1,8% hasta abril, pero que posteriormente se disuelva el efecto de base de la subida de las materias primas, por lo que el indicador podría retroceder hasta el 1,5% y mantenerse en ese nivel el resto del año. La clave para el gestor es que la medida que realmente importa al BCE es la inflación subyacente: “Dada la ausencia de un fuerte crecimiento salarial y del crédito en la eurozona, es improbable que la inflación subyacente vaya a moverse mucho desde su nivel actual del 0,9% en 2017 y probablemente termine el año en alrededor del 1,1%”.

Por tanto, concluye que “mientras que los números de la inflación general podrían poner algo de presión sobre el BCE, es improbable que el banco altere mucho su política monetaria mientras que la tasa subyacente siga siendo escasa”. En contraste, afirma que “los mercados podrían poner en precio una normalización monetaria antes de lo esperado, lo que llevaría a un endurecimiento de las condiciones financieras”, algo prematuro para la débil recuperación en la eurozona.

Es una opinión que comparte Azad Zangana, economista europeo sénior y estratega de Schroders: además del efecto de base de la energía, suma al repunte de la inflación general el alza del precio de los alimentos. Sin embargo, al mantenerse la inflación subyacente tan baja, coincide en que “el repunte de la inflación probablemente sea temporal, los políticos no deberían intentar el ajuste de la política monetaria en reacción a esta subida”. Zangana aclara que, aunque no espera que el BCE cambie su política monetaria, sí prevé “un debate más vigoroso sobre la política monetaria en los próximos meses, con presiones viniendo particularmente de los representantes del norte de Europa”.

El economista advierte finalmente del doble fijo de la subida inflacionaria: “Aunque el alza de la inflación es alentadora y reduce el riesgo de que la deflación se haga permanente, también reduce el poder adquisitivo de las familias. Afortunadamente, los fundamentales de la recuperación de la eurozona parecen sólidos, como subrayó la reciente caída de la tasa de desempleo en la zona euro (cayó una décima en diciembre, hasta el 9,7%)”.