Cómo se presupuesta el riesgo en una cartera

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Foto: Suarez Leandro, Flickr, Creative Commons

Dejando de lado la inflación, las preguntas más habituales que recibe Robert Almeida hacen referencia a las perspectivas de rentabilidad de varias clases de activos. “Puesto que una acción vale más que 1.000 palabras, las carteras que gestiono deberían poner de manifiesto mi opinión sobre las oportunidades y los riesgos existentes. No obstante, agradezco y comprendo las preguntas, puesto que la mayoría de los estrategas que conozco no gestionan activos. Seguro que algunos de ellos tendrán alguna responsabilidad en gestión de carteras. Pero, la verdad, no conozco a muchos”, razona el gestor de carteras y estratega de inversión global en MFS IM.

A su entender, existe una importante diferencia entre la forma en la que se asigna el dinero en la realidad y lo que se dice durante una entrevista en televisión o un comentario por escrito. “Es fácil opinar cuando el capital no está en peligro. Para mí resulta más útil ver cómo se presupuesta el riesgo en una cartera”, señala.

La rentabilidad prevista

Tal y como explica, por regla general, existen tres factores cruciales que se deben considerar a la hora de determinar la ponderación de cualquier activo en una cartera. El primero es la rentabilidad prevista. “Dado que los flujos de caja determinan la rentabilidad de la inversión, cabe preguntarse sobre cuáles son las perspectivas sobre los flujos de caja o la hipótesis central de inversión”, indica.

Distribución prevista de rentabilidad y volatilidad

El segundo es la distribución prevista de la rentabilidad y la volatilidad. “¿Qué aspecto tendrá la distribución de los flujos de caja? ¿Cómo de amplios serán los rangos de resultados posibles? ¿Qué volatilidad presentarán las rentabilidades? ¿Qué aspecto tiene en la curva izquierda? Dicho de otro modo, ¿qué podría salir muy mal? ¿Cuál es la asimetría del potencial de rentabilidad con respecto al riesgo?”. Estas son -a su juicio- algunas de las cuestiones a plantearse.

Correlación prevista

El tercero es la correlación prevista. Entre las preguntas que -en su opinión- hay que hacerse están las diferencias entre las posibles fuentes de flujos de caja, cómo podrían interactuar los flujos de rentabilidad con los demás activos en la cartera o qué capacidad de diversificación o concentración del riesgo tiene un activo en concreto en la cartera. “Puesto que el futuro es incierto, solo podemos recurrir a hipótesis cuando intentamos contestar estas preguntas”, reconoce.

Su hipótesis a principios de 2022 sugería que los tipos de interés eran demasiado bajos y que los activos de riesgo estaban sobrevalorados. Conforme avanzaba el año, las curvas de tipos han girado al alza y los activos de riesgo sufrieron una espiral de ventas. ¿Y ahora qué?

Pese a su visión de que el continuo endurecimiento de la política monetaria con el fin de mitigar la demanda agregada y, en última instancia, la inflación, el aplanamiento y la inversión de las curvas de tipos reflejan lo que el experto pensaba durante algún tiempo: unas débiles perspectivas de crecimiento económico a medio y largo plazo. “Si bien los tipos a largo plazo podrían tender al alza conforme los balances de los bancos centrales se reducen y la mayor oferta catapulta la prima de riesgo por mantener bonos soberanos, creemos que la mayor parte de la revalorización ya es cosa del pasado, lo que aumenta el atractivo de los bonos de elevada calidad y larga duración en comparación con otros activos financieros”, revela.

Sus grandes apuestas en el entorno actual

En consecuencia, desde hace algunos meses en el equipo comenzaron a invertir considerablemente en bonos del Tesoro estadounidense con calificación AAA, títulos de agencias y bonos de titulización hipotecaria en las carteras multisectoriales centradas en la generación de ingresos que gestiona. Tan es así que la ponderación activa de los títulos AAA se sitúa en su nivel máximo desde que lleva gestionando la estrategia.

Al mismo tiempo, teniendo en cuenta el aumento de los rendimientos nominales y la casi duplicación de los diferenciales desde los estrechos niveles registrados hace un año, liquidaron su infraponderación en crédito estadounidense con calificación investment grade. “Aunque los diferenciales podrían ampliarse como consecuencia de los riesgos de recesión, creo que estos bonos encierran valor estratégico o a largo plazo en vista de su reducido riesgo de impago. En comparación con otros activos de riesgo, la rentabilidad potencial por unidad de riesgo en el crédito estadounidense reviste ahora muchísimo más atractivo, puesto que los rangos de resultados se han reducido”.