El acuerdo EE.UU-Europa redefine el tablero de la transición energética

Kyri Loupis. Foto cedida (GSAM)

El tablero de la energía mundial acaba de dar un vuelco. El pasado viernes 25 de marzo Estados Unidos y Europa firmaban un acuerdo para aumentar el suministro de gas natural licuado (GNL) a la Unión Europea. Según el pacto, EE.UU. aumentará en 15.000 millones de metros cúbicos/año el suministro de gas estadounidense a la UE. Los estados miembros también se comprometen a una demanda mínima adicional de GNL estadounidense de 50.000 millones de metros cúbicos/año hasta al menos 2030. Además, Europa trabajará de la mano de EE.UU. para acelerar el desarrollo de la infraestructura necesaria para la importación del GNL estadounidense.

Estamos ante un acuerdo histórico que redefine la geopolítica de la industria energética, analiza Kyri Loupis, Responsable del equipo de Infraestructura Energética y Renovables en Goldman Sachs Asset Management, área desde donde se gestiona el fondo de GS North America Energy & Energy Infrastructure Equity Portfolio, fondo con Rating FundsPeople en 2022. Actualmente los países de la Unión Europea importan entre un 25 y un 60% de su gas natural de Rusia. Es una balanza que Europa busca revertir rápidamente. La UE se ha marcado como objetivo reducir sus importaciones de gas ruso en dos tercios de aquí a finales de 2022.

Decisiones geopolíticas

No es la primera vez que la política afecta a decisiones estratégicas en el sector. Como bien resalta Loupis, la revolución del gas esquisto en Estados Unidos de 2014 en gran parte fue una búsqueda de independencia energética del país. Ahora es Europa la que busca esa independencia y Estados Unidos podría ser su llave.

Porque hablar de los precios de la energía es hablar inevitablemente de geopolítica. “Se habla poco de la geopolítica de las renovables. La transición a energías verdes restará independencia de naciones como Rusia, pero implica a su vez desplazar la dependencia a países como China, el Congo o partes de Latinoamérica. No solo hablamos del petróleo. Materias primas como el litio, el cobalto, el nickel, tan cruciales para el desarrollo de tecnología eléctrica, proviene de países de África”, resalta Loupis.

El reciente acuerdo entre Estados Unidos y Europa no ha sido el único movimiento en el tablero. Los estadounidenses se han mostrado abiertos a entablar conversaciones con países como Venezuela para impulsar las importaciones de crudo del país latinoamericano como condición para levantar ciertas sanciones.

Pero si bien el acuerdo entre Estados Unidos y Europa es un paso necesario para reducir la dependencia de energía rusa, el efecto no será inmediato. “Esta es una solución que tardará varios años en desarrollarse”, recuerda Loupis. ¿Por qué? Porque Europa a día de hoy no tiene la capacidad de importación necesaria. Es decir, primero hay que construir los gasoductos.

El gas natural, un puente en la transición

Por ello, la segunda conclusión que Loupis se llevaría de este acuerdo es que la transición energética ahora se está abordando con otra perspectiva. Más pragmática. “La realidad es que los combustibles fósiles pueden existir sin las renovables pero las renovables no pueden existir sin los combustibles fósiles”, insiste el experto.

En su opinión, hay que ser más realistas. “No hay plan de emisiones netas cero creíble que no tenga en cuenta la energía nuclear”, sentencia Loupis. De ahí que no le sorprende que China haya citado a la energía nuclear como una pata relevante para su plan energético 2030. De hecho, el país planea construir 150 nuevos reactores en los próximos 15 años.

No es dar un paso atrás en la adopción de las renovables, sino ser pragmáticos. Y es que, según un estudio realizado por EQT Corporation, en la trayectoria actual de desarrollo de las renovables no se llegará al objetivo de reducción del carbono para 2030.

Fuente: EQT

Así, en el camino para reducir las emisiones de carbono hará falta un puente. Y en opinión del experto, ese podría ser el gas natural. Estados Unidos es líder en la reducción de emisiones de carbono desde 2015. ¿Su arma secreta? El gas natural. El cambio de carbón a gas natural fue responsable del 61% de las emisiones en el país en este periodo. Más que la adopción de energía solar o eólica. En 15 años (de 2005 a 2020) el gas natural sustituyó 200 plantas de carbón en el país. Ese proyecto ha tenido el doble de impacto en reducción de CO2 que la instalación de 2 millones de paneles solares y 30.000 molinos de viento en Alemania (el plan Germany Energiewende) y cuatro veces más que la construcción de la mayor presa hidráulica del mundo, el Three Gorges de China. ¿Y el mejor detalle? Con coste cero para el contribuyente.