El bono estadounidense a diez años toca el 3%: reacciones de las gestoras internacionales

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Esta semana, los mercados están muy pendientes de la evolución de la deuda estadounidense. No es para menos: el bono a diez años ha tocado la cota psicológica del 3%. La última vez que había sucedido algo así fue durante el infausto Taper Tantrum de 2013, cuando Ben Bernanke sugirió que iba siendo hora de que la Reserva Federal empezara a retirar sus estímulos extraordinarios.

J.P.Morgan AM ha incluido en la última actualización de su Guía de los Mercados un gráfico histórico en el que se ilustra perfectamente el comportamiento del bono estadounidense a diez años desde 1962, así como la importancia para los inversores de calculary correctamente las expectativas de inflación. Tal y como se observa en el gráfico, a pesar de la tendencia ascendente todavía hay diferencial entre la rentabilidad nominal y la real (datos a 31 de marzo de 2018).

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“No hay nada mágico respecto al nivel del 3%”, declara Paul Brain, Jefe de Renta Fija en Newton, parte de BNY Mellon IM. Al contrario, indica que el comportamiento del treasury es “una consecuencia natural de la subida de los tipos oficiales de EE.UU. y de unas expectativas modestamente más elevadas de inflación en EE.UU.”, y que esta subida debería continuar hasta que haya indicios claros de que el endurecimiento monetario tenga un efecto sobre el crecimiento económico. Y para esto habría que esperar a que se digieran los estímulos fiscales aprobados en enero, que pueden tener un efecto temporal positivo sobre el crecimiento. De esta manera, “tendríamos que esperar hasta el tercer o el cuarto trimestre para obtener pruebas de que la Fed ha hecho lo suficiente. Esto representaría una oportunidad significativa para reinvertir en bonos estadounidenses”.

Por tanto, la expectativa del experto es que el siguiente punto de consolidación lógico para el bono debería situarse entre el 3,1% y el 3,4%. Adicionalmente, calcula que la inflación estadounidense debería tocar máximos en el 2,4% durante el curso de este año, y que la Fed debería efectuar otras tres subidas de tipos para controlarla.

No obstante, estos cálculos vienen con dos advertencias. La primera, que la tendencia hacia tires más altas podría detenerse si vuelve a producirse una corrección significativa en los activos de riesgo, como la vista a principios de febrero. La segunda, que los inversores deberán estar muy atentos a cómo evolucionan los costes de financiación: “Hay un momento en que estos costes más elevados empiezan a tener efecto sobre la economía real. Estamos vigilando los tipos de interés de las hipotecas y de los préstamos a empresas para determiner cuándo sucederá”.

“El aumento de los tipos a diez años, relativamente lejos del tramo corto de la curva — influenciado por las acciones de la Fed—, podría estar planteando de forma implícita el interrogante de si la calidad crediticia de las empresas se está deteriorando silenciosamente”, comentan desde Legg Mason. Sus analistas creen que, de ser cierto, “resultaría sorprendente, en vista del nivel generalmente estable del diferencial de la deuda corporativa de alto rendimiento estadounidense, a lo que se suma una temporada de resultados especialmente sólida”.

No obstante, teniendo en cuenta el peso del sector energético dentro del high yield americano – que se está beneficiando del alza en los precios de la energía-, entonces concluyen que “fuera de este sector, los diferenciales del segmento de alto rendimiento podrían estar respondiendo a los mismos problemas crediticios que el resto de segmentos de deuda corporativa”.

Desde la firma descartan que el comportamiento de la curva de tipos americana esté apuntando hacia una recesión, ni que sea un reflejo de la opinión de los participantes del mercado sobre la duración de los estímulos anunciados por la Administración Trump. Lo que sí sugiere, en su opinión, es que “detrás de la subida de los tipos a diez años podría esconderse algo más que solo simbolismo: podría reflejar que una parte del mercado está mirando más allá de la economía actual y descontando uno de los futuros escenarios posibles”

Cambio de narrativa

“Los rendimientos han tendido al alza durante las últimas semanas al calor de la revalorización del petróleo, cuyo relato ha comenzado a cambiar”, comenta Eugene Philalithis, gestor de Fidelity International. El experto se refiere a que la industria del petróleo de esquisto en EE.UU. “comienza a sufrir limitaciones de capacidad y algunos dudan de que pueda cubrir el crecimiento de la demanda”.

Por tanto, pronostica que, si el precio del barril de petróleo se mantiene en los 70 dólares, “entonces podríamos ver cómo la inflación general supera los objetivos de los bancos centrales en los mercados desarrollados, llegando incluso a niveles próximos al objetivo en la zona euro”. Dicho esto, Philalithis realiza dos puntualizaciones: la primera, que “la demanda de petróleo también es más sensible a los precios hoy día”; la segunda, que son hoy los mercados emergentes quienes “acaparan una proporción mayor del consumo y su crecimiento”.

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Philalithis opina que este nivel del 3% hace atractivos a los bonos del Tesoro de EE.UU., y sugiere que los inversores “deberían estar estudiando cómo diseñar exposiciones defensivas para proteger sus carteras”. Según el gestor, un treasury al 3% está descontando nuevas subidas de tipos de la Fed, y también un poco de prima de inflación, si bien admite que “existe la posibilidad de que las curvas de rendimientos se eleven y/o registren fuertes ventas a partir de ahora”. De producirse este escenario, pronostica que “el extremo largo sufriría más, ya que no hay prima adicional para los bonos con vencimientos más largos”.

“Lo que la curva de rendimientos parece estar diciendo es que el mercado no cree que el crecimiento vaya a ser más fuerte y la inflación pueda normalizarse”, reflexiona Philalithis. Claro está, recuerda el experto, que si la inflación sube como un efecto de base de la subida del precio de las materias primas, el impacto podría ser sólo temporal, como se ha observado en el pasado. En conclusión, cree que “puede resultar provechoso añadir duración a las carteras multiactivos en puntos de entrada como estos a partir de ahora”.