El lado malo y el bueno de los cambios que está trayendo el COVID-19 al mundo corporativo

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Podemos hacer un paralelismo entre la respuesta de los principales países desarrollados a la pandemia y los diferentes estilos de negocio. Países como China se asemejan a las empresas con un modelo de stateholdership, alineado con los intereses del gobierno. En Europa, tenemos a un sistema de stakeholders, donde prevalece el interés de la sociedad. En Estados Unidos, domina la voz de los shareholders, los accionistas. “Todos son diferentes modelos de trabajo, cada cual con sus ventajas”, reconoce Maarten Geerdink, responsable de renta variable europea de NN IP. “Lo que importa es cómo va a responder cada uno a los enormes cambios que estamos viviendo”.

Para Geerdink, la radical transformación de la economía podría tener una lectura positiva. Pensemos en el caso de Europa. En comparación con Estados Unidos, tiene un mercado mucho más fragmentado de aerolíneas, bancos y telecos. “Eso es bueno para el consumidor, pero dificulta que las compañías generen economías de escala. Y surge la duda de si podrán tener dinero para seguir invirtiendo en su futuro y en la innovación”, plantea. Lo vemos en EE.UU. y China. “Al haber mayor consolidación, tienen bolsillos más profundos y por lo tanto mayor capacidad de maniobra”. En su opinión, podríamos estar ante la oportunidad de encontrarse a medio camino. “La competencia es sana para mantener los precios razonables, pero un poco de escala permitiría a las empresas europeas ganar algo de resiliencia”.

La sociedad también han cambiado. “Muchos hemos tenido que seguir trabajando lejos de nuestra zona de confort”, recuerda Geerdink. Eso ha generado una mayor sensibilidad en la población, una mayor polarización de las opiniones. “Los consumidores se han vuelto mucho más críticos con lo que esperan de una empresa”, nota el experto. La gestora percibe un alza en un lenguaje más social. “Las compañías se han abierto a reconocer su papel más profundo en la sociedad”. Abren la pregunta:  ¿Allanará esto el camino para una era de producción y consumo más reflexivos y sostenibles, ya que los consumidores presionan a las empresas para que cumplan sus promesas y se conviertan en mejores ciudadanos corporativos?

La tercera incógnita que ha puesto sobre la mesa la pandemia es si las empresas están abiertas a cambiar radicalmente desde dentro. “Las empresas que estaban acostumbradas a la conveniencia y la rentabilidad de las cadenas de suministro globales se encontraron a la deriva en febrero y marzo, ya que las interrupciones del suministro provocaron el caos. Mientras tanto, la pandemia ha puesto de relieve la importancia de la flexibilidad y la necesidad de responder rápidamente a los nuevos desarrollos”, afirma el experto. Esto proporciona un impulso potencial para un aumento de la automatización inteligente: tecnologías que se adaptan a la dinámica de la demanda en rápida evolución y los cambios repentinos en el comportamiento del consumidor. La convergencia de cadenas de suministro localizadas y más resilientes y la automatización inteligente podría conducir a un punto de inflexión que redefine por completo los procesos tradicionales de la empresa.

Con todo, una oportunidad de cambio se puede abordar desde una perspectiva optimista o pesimista. Geedink opta por la primera opción. “Este podría ser el regalo oculto de la pandemia global: una nueva mentalidad para lidiar con problemas complejos como el cambio climático y la desigualdad global, con todas las partes interesadas actuando como buenos ciudadanos corporativos”.