Errores de inversión: el coste de entrar y salir continuamente del mercado

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Aunque la idea de “comprar barato y vender caro” puede parecer obvia y sencilla, la teoría es mucho más fácil que la práctica y muchos inversores tienden a hacer lo contrario: comprar caro y vender barato. No hace falta buscar mucho para encontrar muestras de tal comportamiento. Cuando nos acercábamos al pico de la burbuja de las puntocom, en los años 1999-2000, se invirtieron cerca de 500.000 millones de dólares en fondos de renta variable, aun cuando el nivel de agitación de los mercados era cada vez mayor. Cuando la burbuja estalló, muchos de estos inversores entraron en pánico y salieron del mercado en su momento más bajo, en 2002. Estos mismos inversores se perdieron el posterior rebote de los mercados, ya que el Nasdaq Composite subió un 50% en 2003. Y lo mismo ocurrió durante la crisis financiera global de 2008-2009. Los inversores, tanto institucionales como particulares, salieron en masa de los mercados cuando las bolsas cayeron un 40% entre septiembre de 2008, fecha de la quiebra de Lehman Brothers, y marzo de 2009, cuando los mercados alcanzaron sus niveles más bajos. Los inversores tienden a entrar y salir de los mercados en el peor momento.

Las finanzas conductuales sostienen que, a la hora de invertir, las personas suelen mostrar un comportamiento gregario o una mentalidad similar a la del grupo. Imitan el comportamiento de los demás, especialmente en momentos de incertidumbre. Pero la mayoría no siempre tiene la razón. Además, basar las decisiones en las acciones de los demás tiene poco sentido, ya que los objetivos de inversión y las circunstancias financieras de cada uno pueden variar. Asimismo, la mayor parte de los inversores también presenta aversión a las pérdidas. Según el Premio Nobel Daniel Kahneman, una pérdida produce un impacto 2,5 veces mayor que una ganancia de igual magnitud. Dicho de otra forma: el sufrimiento que produce la pérdida de 10.000 dólares es desproporcionadamente superior al placer de ganar 10.000 dólares; para que a una persona le compense el riesgo de perder 10.000 dólares, necesitaría obtener una ganancia potencial de 20.000 o 25.000 dólares. Esta asimetría puede provocar una oleada de ventas provocadas por el pánico cuando el mercado esté atravesando un momento complicado.

La aversión a las pérdidas y la mentalidad gregaria acaba teniendo un fuerte impacto sobre la rentabilidad de las inversiones. Capital Group ha estudiado los efectos de estos dos sesgos analizando múltiples escenarios utilizando un ratio de aversión a las pérdidas de 2,5 veces y cubriendo un total de 301 periodos móviles. Se han centrado en tres escenarios posibles: inversores con aversión a las pérdidas elevada, moderada y baja, lo que lleva a una frecuencia de negociación elevada, moderada y baja, respectivamente, comparando estos resultados con un escenario de permanencia en el mercado. Los resultados son sorprendentes. Los inversores que permanecen en el mercado pueden obtener mejores resultados que aquellos que entran y salen continuamente del mismo. “Los sesgos conductuales pueden provocar que la rentabilidad de una inversión sea inferior a la que podría generar una estrategia de permanencia en el mercado y que pueden obstaculizar la creación de valor a largo plazo”. Según explican, esto no es algo tan extraño.

El hecho de mantener las inversiones a largo plazo no solo contribuye a que los inversores puedan aprovechar el efecto del interés compuesto, sino que también puede suponer un ahorro en comisiones y ofrecer ventajas fiscales en ciertos países. Pero el saber elegir las inversiones adecuadas también puede marcar la diferencia. Y es que las correcciones de mercado del 10% o más no son algo fuera de lo común. El S&P 500, por ejemplo, ha registrado 40 caídas de este tipo desde 1970. Cuando los inversores ven disminuir el valor de sus inversiones, su aversión a las pérdidas puede llevarles a vender con pérdidas y a quedarse fuera del mercado. “Esta actitud, a la larga, les puede salir cara porque los mercados han demostrado históricamente que suelen acabar recuperándose, aunque nadie puede predecir cuánto va a durar una caída”.

Después de la caída de Wall Street en 1929, los inversores que habían comprado en el momento más alto del mercado tardaron 16 años en recuperar sus inversiones. Sin embargo, desde 1982, con algunas excepciones, las caídas del mercado han sido relativamente breves. En 1990, los mercados tardaron ocho meses en recuperarse. El análisis realizado por Capital Group con los datos recogidos entre los años 1970 y 2014, ha examinado la rentabilidad registrada por los mercados 1, 12, 36 y 60 meses después de la salida del inversor. El impacto no resulta especialmente significativo un mes después, pero las consecuencias son considerables en los periodos más largos. Por ejemplo, un inversor con una elevada aversión a las pérdidas que hubiera salido del mercado ante una caída del 10%, cinco años después habría dejado de ganar, de media, una rentabilidad acumulada del 74%. A los inversores con una aversión moderada o baja no les habría ido mucho mejor: como salieron del mercado y se mantuvieron al margen, se habrían perdido los rebotes del 67% y el 71% respectivamente.

Estrategias alternativas

La permanencia en el mercado no es la única estrategia posible. Algunos inversores adoptan la estrategia de “comprar en las bajadas”, entrando después de una caída de los precios. Otra estrategia es el “plan de acumulación de capital”, consistente en invertir la misma cantidad de dinero a intervalos regulares de tiempo. Según el estudio de Capital Group, ambas estrategias ofrecen resultados más favorables que la opción de entrar y salir del mercado, entre un 22% y un 36% superiores, aunque sin llegar a alcanzar los resultados de la estrategia de permanecer en los mercados. Comprar en las bajadas presenta un inconveniente, y es que los inversores cuentan con un capital disponible para invertir que genera poca rentabilidad. También está la dificultad de establecer cuál es el mejor momento para entrar en el mercado y los costes de negociación.

En el caso del plan de acumulación de capital el momento de entrada al mercado ya viene determinado previamente y, además, esta estrategia puede contribuir a suavizar los efectos de las subidas y bajadas del mercado, pero también ha de hacer frente a unos costes de transacción más elevados. Por otro lado, al invertir por etapas a lo largo de un periodo de tiempo prolongado, los inversores pasan menos tiempo en el mercado que los inversores que aplican la estrategia de permanencia, que tienen invertido el 100% de su cartera desde el principio. “El tiempo que un inversor pasa en el mercado es importante. Si los inversores tienen capital disponible, sería mejor invertirlo desde un primer momento que tratar de prever cuál va a ser el comportamiento del mercado. Así, no solo generarán rentabilidad a largo plazo, sino que además contribuirán a evitar los sesgos conductuales”.