Filipe Bergaña y Firmino Morgado (Man): “El camino a la utopía no lleva a ninguna parte. Los inversores deben apoyar una transición energética pragmática”

Filipe Bergaña y Firmino Morgado (Man)
Fotos: cedidas por Man.

Como inversores, debemos enfrentarnos al mundo en su estado actual. En Europa, líder en la elaboración de políticas centradas en el medio ambiente, nos encontramos con que necesitamos reservas cada vez mayores de carbón y otros combustibles fósiles para evitar una inminente crisis energética invernal. El ideal utópico -la carrera hacia una combinación de energías 100% renovables- se topa con la realidad pragmática de que, sencillamente, aún no contamos ni con la tecnología ni con la infraestructura. Es la idea que resaltan Filipe Bergaña y Firmino Morgado, gestores de carteras en Man, quienes consideran que “el camino a la utopía no lleva a ninguna parte. Los inversores deben apoyar una transición pragmática”.

Tal y como explican en un paper publicado en el Man Institute, en Europa hemos visto el ejemplo más agudo del dilema energético: cómo pueden los inversores, y cómo podemos nosotros como particulares, acceder a una energía que esté (1) disponible y sea (2) asequible, (3) segura y (4) sostenible.

“Dar demasiada prioridad a uno de estos elementos supondría desechar los otros tres, algo impensable para cualquier gestor de fondos o político moderno. Tenemos que elegir sistemáticamente el mal menor en lugar de fingir que existe una solución perfecta; elegir el gas natural, más limpio, o incluso la energía nuclear en lugar del petróleo y el carbón, más sucios; financiar a las mineras contaminantes que apuntalan la electrificación de la economía; invertir en las grandes petroleras que están trabajando para convertirse en las grandes empresas de renovables”, subrayan.

Cuatro criterios para una transición ordenada

El primer punto que destacan es que la necesidad de una transición energética sigue siendo tan acuciante como siempre. Para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, se estima que debemos reducir las emisiones en un 45% para 2030 y alcanzar el cero neto en 2050. Sin embargo, la dirección de la marcha no ha sido lo suficientemente rápida y la mayoría de los países están atrasados en sus objetivos”, recuerdan.

El segundo es que, para alcanzar el objetivo, es necesario convencer a los consumidores particulares de que lo apoyen. “De nada sirve que los gobiernos se comprometan a frenar las emisiones si sus decisiones políticas erosionan activamente la base de apoyo a las políticas proambientales”.

A su juicio, para que la transición energética sea ordenada y efectiva tiene que atenerse a cuatro criterios: garantizar la disponibilidad, la asequibilidad, la seguridad y la sostenibilidad del suministro energético. “Como hemos visto en 2022, si se incumplen estos criterios, el apoyo a las políticas proambientales se agota. La desagradable realidad es que este escenario requiere hacer concesiones. Mientras no se produzcan grandes avances tecnológicos, la combinación energética mundial seguirá dependiendo de la explotación de los combustibles fósiles. Además, el apartado atribuible a las renovables contiene una gran cantidad de carbono incorporado en su fabricación. Por tanto, la elección no es entre lo bueno y lo malo: es entre lo mejor y lo peor”.

¿Qué es lo que marcará la diferencia?

En su opinión, gran parte de la supuesta actividad en materia de ASG recae erróneamente en aquellos valores que obtienen una puntuación más elevada en las herramientas de monitorización de datos ASG más superficiales. “Suelen ser empresas con poco capital y con un alto nivel de conocimientos que apenas dejan huella de carbono. Sin embargo, estos valores no están aislados: aunque sus emisiones de alcance 1 y 2 sean bajas, siguen estando inmersos en la economía mundial. Sin embargo, al ofrecer más capital a empresas cuya mejora medioambiental solo será incremental, estamos desperdiciando la ventaja que supone ser accionista”.

Con unos recursos limitados disponibles, ambos gestores consideran que debemos concentrar nuestros esfuerzos allí donde produzcan un mayor impacto. “Para que los inversores resulten efectivos, deben mejorar la posición medioambiental de los sectores con las peores emisiones. Esto significa mayoritariamente: generación de energía, transporte y empresas industriales, agrupación que también incluye a las empresas mineras”.

En conjunto, estas actividades representan alrededor del 85% de las emisiones mundiales. Las reducciones significativas de las emisiones de estos sectores contribuirán mucho más al cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París que la acumulación de una cartera de valores que ya cuentan con una alta calificación ASG”.