Fondos mandatados: pros y contras de la última iniciativa de Santander AM

Tazas café
Alex, Unsplash

Los fondos mandatados -la nueva iniciativa que quiere poner en marcha este año Santander AM- son fondos donde el promotor es una institución y el gestor es otra institución distinta. Así, normalmente, el promotor cuenta con el vehículo y los clientes, y el gestor (o asesor) es un proveedor contratado con un reconocido prestigio y experiencia en esa categoría de activos o estrategia de inversión. Este modelo suele llevarse adelante cuando el promotor prefiere concentrar sus recursos en aquellos mercados o estrategias en los que considera puede aportar un valor añadido, subcontratando las capacidades de gestión en otros mercados o estilos de gestión en los que considera que no puede o no le interesa abordar el coste de ofrecer un servicio de alto valor añadido.

“La diferencia entre los fondos mandatados y los modelos de arquitectura abierta de fondos es que en el primero de los casos existe un compromiso explícito y con un objetivo de cierta estabilidad con el gestor (proveedor) que recibe el mandato. Sin embargo, en el caso de un modelo de arquitectura abierta, los equipos de asesoramiento y gestión de carteras de fondos pueden cambiar fácilmente sus recomendaciones sobre fondos en determinadas categorías, con las consiguientes entradas o salidas de patrimonio en los fondos objetivo, que serán gestionados y promovidos por otras gestoras”, explica a Funds People Carlos Fernández, profesor del IEB.

Los dos modelos son compatibles, pudiendo existir arquitectura abierta bajo un modelo de lista de fondos recomendados, o carteras asesoradas de fondos y, a la vez, mandatos específicos con ciertas gestoras que cubren ciertas categorías consideradas estratégicas para la institución promotora. Pero… ¿cuáles son las ventajas y desventajas de los mandatos?

Las ventajas…

Según indica Fernández, la ventaja de los mandatos, desde el punto de vista del promotor, es que puede decidir el esquema de precios aplicado al producto, y también negociar los costes del mandato con la gestora que va a proveer el servicio. “Estas dos cuestiones son determinantes, especialmente en el caso de instituciones que cuentan con patrimonios importantes que pueden ser mandatados, y un cierto compromiso de estabilidad en esos patrimonios. Además, el mandato implica una relación mucho más estrecha con el proveedor (la gestora encargada), y también un control mucho más directo sobre el riesgo, la rentabilidad y la propia actividad de trading vinculada con el ejercicio normal de la gestión del producto, gracias a que el fondo es del promotor”.

Por poner un ejemplo muy extremo, en Estados Unidos existen casas con una larga trayectoria como Harbor Funds cuya aproximación es promover fondos que son siempre mandatados a terceros.

… y las desventajas

Para Fernández, la desventaja de los mandatos es la menor flexibilidad y el mayor compromiso exigido. “La selección de un proveedor a la hora de otorgar un mandato requiere un riguroso proceso de due dilligence de gestión y operacional, la negociación del modelo para que sea suficientemente atractivo para las dos partes, y el desarrollo de un modelo de gobernanza sólido a la hora de gestionar la relación. Aparecen preguntas como, ¿cuándo dejamos de confiar en un gestor al que le hemos confiado un mandato? o, ¿cómo adecuar el mandato a las expectativas del promotor dejando suficiente libertad al gestor en su forma de trabajar?”, señala el experto.

También es relevante evaluar en qué medida los propios clientes finales están preparados para confiar a largo plazo en el mandato y en qué medida es preciso informar y formar a esos clientes de forma realista sobre la importancia de mantener su patrimonio en el fondo y dejar trabajar al gestor más allá de resultados a corto plazo. “El cliente es soberano y siempre tiene más libertad que el promotor a la hora de decidir si el mandato está cumpliendo sus expectativas o no”, afirma el experto.

La conclusión a la que llega Fernández es que el modelo de fondos mandatados es un modelo muy interesante que exige una gran madurez y compromiso por parte de la institución promotora, y una aportación de valor significativa por parte de la gestora que actúa como proveedora del servicio. “Gestionar la comunicación con los clientes finales y establecer unos compromisos realistas sobre la capacidad que el gestor tiene para ofrecer un resultado que justifique la delegación del mandato a largo plazo son retos muy importantes para este modelo”, subraya.