Guía para aprender a distinguir entre un desplome y una corrección bursátil (y cómo se debe actuar en cada caso)

Manzana
Element5 Digital, Unsplash

Desplome y corrección son dos términos muy empleados para definir fases de caídas de los mercados. Habitualmente, ambos se utilizan como sinónimos, pero en realidad no lo son. Cada uno de ellos tiene un significado muy concreto. Un inversor no debe actuar de la misma forma ante un desplome bursátil que ante una corrección. No saber distinguir cuándo estamos ante uno u otro escenario es uno de los errores más habituales que comenten los inversores, lo que en muchas ocasiones les lleva a operar de forma errónea en los mercados financieros, con consecuencias directas sobre la rentabilidad de sus inversiones.

“Un desplome son caídas del 20% (o más) que se extienden durante más de un año. En cambio, definimos otros episodios de ventas masivas (caídas del 15% o más) que duran menos de un año como corrección. Esta dimensión añadida del tiempo es importante, dado que muchos inversores pueden ser capaces de capear las turbulencias que provocan las correcciones a más corto plazo, pero sentirán los efectos de un desplome bursátil en sus carteras de forma mucho más aguda”, explica Jeff Schulze, director de estrategia de ClearBridge, filial de Legg Mason Global AM.

Desde este punto de vista, queda claro que los desplomes de los mercados de acciones y las recesiones suelen ir de la mano. Por lo general, los desplomes suelen durar tres veces más y conllevan caídas 2,3 veces más graves que las correcciones. Y, lo que es más relevante: los desplomes tienen históricamente 2,5 veces más probabilidades de coincidir con recesiones.

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Cuando estamos ante un desplome bursátil, históricamente lo mejor es abandonar el mercado o, al menos, reducir el riesgo de la cartera. “Lo ideal sería desinvertir al principio de las recesiones e invertir al final, pero hay que tener en cuenta que existe un gap de tiempo importante entre el momento en el que se producen y el momento en el que se anuncian estos hechos”, señala Fernando Luque, editor financiero en Morningstar.

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Cinco de los seis últimos desplomes bursátiles han estado vinculados a una recesión. El sexto episodio ocurrió en 1987 y no constituye un ejemplo equiparable a las condiciones actuales. En 1987 se produjo una drástica fluctuación de los tipos de interés a largo plazo, desde el 6% hasta el 9%, y los mercados de renta variable repuntaron un 30% durante el año. En este contexto, la liquidación de coberturas en las carteras provocó la caída intradía más marcada de la historia de los mercados en una jornada que pasó a denominarse Lunes Negro. “En la actualidad, la coyuntura es mucho más moderada: los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense subieron algo más de 20 puntos básicos en 2018, la caída del mercado bursátil ha sido mucho más contenida y no existen catalizadores evidentes que pudieran propiciar ventas masivas”, indica Schulze.

La caída del mercado durante el cuarto trimestre del año pasado ha evocado el recuerdo de los desplomes de 2008, con el S&P 500 retrocediendo un 19% desde su máximo de finales de septiembre, pero todo apunta a que estamos ante una corrección. Y cuando éstas ocurren lo que hay que hacer no es vender, como cuando se produce un desplome, sino mantener la calma y aguantar. Si el escenario macroeconómico es el mismo, no hay razones para perder los nervios. "Las caídas del mercado son más comunes de lo que algunos piensan. Incluso un retroceso del 5% en un período corto puede resultar inquietante, pero se producen en promedio tres veces al año. Las correcciones de mercado del 10% o más también son sorprendentemente comunes y han ocurrido una vez al año de media", explican en Capital Group.

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La cuestión clave para los inversores es determinar si la economía se está adentrando en un periodo de recesión económica. Cada uno puede apoyarse en los datos que quiera para tratar de responder a esta pregunta y tomar una decisión con respecto a sus inversiones. La herramienta ClearBridge Recession Risk Dashboard, por ejemplo, presenta doce indicadores centrados en los mercados financieros. Ocho de ellos siguen en verde apuntando a una fase expansiva del ciclo, sólo cuatro se encuentran en amarillo y ninguno apunta a una recesión (los datos se refieren a la economía de Estados Unidos).

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En consecuencia, más que ante un desplome, estaríamos ante una de las correcciones a las que acostumbra el mercado. Si bien puede resultar complicado determinar el nivel en el que la renta variable alcanzará su nivel mínimo, es importante analizar las correcciones no recesivas desde tres dimensiones: el precio, el momento y la confianza. Aunque numerosas encuestas sobre la confianza han mostrado recientemente una evolución a la baja, siguen manteniendo niveles elevados en términos generales. Y los precios son hoy más atractivos de lo que lo eran hace un año. “Las bolsas han corrido mucho en la última década, si bien las valoraciones están hoy en un nivel mucho más interesante de lo que lo estaban hace doce meses”, afirma Carla Bergareche, directora general de Schroders para España y Portugal.

Los múltiplos de precio/beneficio (PER) han sufrido los efectos de la reciente volatilidad del mercado. La combinación de un contexto de sólidos beneficios y rentabilidades negativas ha lastrado las valoraciones de forma considerable. De hecho, el año pasado se produjo la tercera mayor caída anual en los niveles de los PER de las últimas cuatro décadas, incluso mayor que la compresión de los PER registrada en 2008. “Hoy, los múltiplos de mercado se sitúan cerca de sus niveles mínimos de los últimos cinco años, en consonancia con los últimos sobresaltos relativos al crecimiento. Además, la contracción de los PER se ha concentrado en los sectores cíclicos, que están descontando en exceso la probabilidad de que se produzca una recesión este año”, subrayan desde Legg Mason.

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El PER del mercado americano está hoy en torno a las 17 veces. Y aquí hay que hablarle muy claro al inversor: el PER no sirve para predecir el comportamiento de la bolsa a un año, pero a diez años existe una relación muy clara entre esta ratio y la rentabilidad anualizada a futuro ofrecida por el mercado. “Si hubieras comprado en los últimos 30 años a un PER de 11 veces, la rentabilidad anualizada de los siguientes diez años hubiese estado entre un 15% y un 20%. A medida que vas comprando con PER más altos, esas rentabilidades tienden a caer. De este modo, cuando compras con un PER de más de 20 veces, históricamente las rentabilidades generadas a diez años son negativas. Ahora estamos en un PER de 17 veces, lo cual históricamente te ha dado a diez años vista una rentabilidad anualizada de entre el 5% y el 10%”, concluye Manuel Arroyo, director de Estrategia de J.P.Morgan AM para España y Portugal.

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