Guía para asesores: cómo preguntar al cliente sobre sus preferencias de sostenibilidad  en los test de idoneidad

La inclusión de las preferencias de sostenibilidad en los test de idoneidad que ha traído consigo la llamada por la industria como Green Mifid, ha generado no pocas dudas en entre los asesores financieros que han carecido de las herramientas necesarias para poder identificar cuanto de sostenible es su cliente. "Nos falta información de sostenibilidad y de taxonomía pese a que tenemos la obligación de asesorar y ofrecer productos que cumplan con esas directrices", afirmaba la semana pasada Andrea González, subdirectora general de Spainsif en el evento Green Evolution II organizado por Aseafi.

Se refiere a que esa obligación de asesorar en sostenibilidad llegó tres meses antes de la guía de cómo debían los asesores aplicar esas preguntas- dicha guía la publicó ESMA en el mes de septiembre- y además con mucha regulación necesaria para ese asesoramiento y aún pendiente de aprobarse como las RTS o la taxonomía social, solo por citar dos ejemplos.

Aun así, y más allá de toda esa documentación que aún está pendiente de conocer, sí están claras las preguntas que los asesores deben empezar a implementar en sus test de idoneidad. Otra cosa es que los clientes las entiendan.

¿Está el cliente preparado?

Lo primero que hay que preguntarle si quiere ser sostenible. Ojo, el hecho que responda que no, no implica que no se puedan incluir en sus cartera productos sostenibles  siempre que casen con el perfil de rentabilidad/riesgo del cliente, sino solo que esa no es su prioridad.

Si responde que sí, la cosa se complica ya que, como explica Úrsula García, socia de FinReg 360, "hay que preguntarle en qué medida quiere invertir de forma responsable y en qué porcentaje y eso complica las preguntas en el test". No en vano, lo que dice ESMA es que es el inversor el que tiene que determinar que PIAS tiene que tener en cuenta, que porcentaje de activos que cumplan con la taxonomía o qué porcentaje en inversiones sostenibles que cumplan con SFDR.

Fuente: FinReg 360

Y el cliente pocas veces tiene ese conocimiento tan exahustivo, lo que puede provocar menos demanda por sostenibilidad de la que pretende fomentar la regulación. “El contexto geopolítico y la regulación nos lleva a pensar que la demanda de inversión sostenible de los clientes no va a ser tan elevada, es complicado que el cliente entienda bien los criterios de sostenibilidad y que esas preferencias se registren bien”, afirma González.

¿Lo está el asesor?

No obstante, hay una solución ya que el inversor puede delegar esas decisiones de porcentajes y exposiciones a su asesor. Pero surge otra duda: ¿Está el asesor lo suficientemente formado? "Necesitamos que las empresas generen mucha más información y que las gestoras puedan trasladárnoslo a los asesores.  Ahora solo tenemos dos opciones: trabajar los EET ( European ESG Template) o contratar a un proveedor externo que haga el trabajo por nosotros. Esos son los grandes retos", afirma Ismael García Puente, selector de fondos y gestor en Mapfre Gestión Patrimonial.

Además, como recuerda Marta Olavarría, responsable de finanzas sostenibles de Auren, "no se está por la labor de ver una estandarización en esos test de la idoneidad como tampoco se hizo con la MiFID financiera. Entonces, el asesor está haciendo lo que considera, algunos son más concretos y otros preguntan solo por los ODS".

Y esa diferencia en la manera de afrontar las preferencias de sostenibilidad puede hacer caer al propio asesor en un greenwashing. "Todos podemos caer en el greenwashig, también los asesores. Pasa lo mismo que con los productos bio, hay que mirar más allá de lo que pone en la etiqueta", explica Pilar Vila, responsable de márketing en España y Portugal de Schroders. Y como recuerda García Puente, "la manera más fácil de caer en greenwashing es fijarse solo en lo que es art 8 o 9".