Guía para banqueros privados y asesores para evitar que sus clientes persigan el suelo de mercado

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Jamie Street on Unsplash

Si hay una lección que llevarse de estos últimos meses es la futilidad de intentar predecir la dirección del mercado. En lo que los inversores intentaban recomponerse de una de las caídas más dramáticas del último siglo, las bolsas volvían a girar para anotarse subidas de doble dígito en algunos casos. De golpe la pregunta de los clientes pasa de “¿es demasiado tarde para vender?” a “¿es demasiado tarde para entrar?” Son dos cuestiones válidas que se repiten con cada corrección.  

Cada vez que hay caídas, nos sentimos como si nos estuviéramos ahogando. ¿Cuándo terminará la tormenta? ¿Cuándo podremos recuperar el aliento? ¿Dónde está la tierra firme? La manera en la que cada inversor responde a estas preguntas tendrá un fuerte impacto en su patrimonio futuro”, reconoce Duncan Lamont, responsable de Investigación y Análisis de Schroders.

Un primer punto de partida para hablar con clientes es racionalizar lo que acaba de vivir en los mercados. “La volatilidad y el riesgo de perder el capital forman parte del precio de entrar en los mercados”, defiende Lamont. Desde 1871 hasta 2019 un inversor en el S&P 500 habrá vivido caídas de al menos el 25%. Incluso del 40% en 2001 y 2008; y hasta del 80% en el peor momento de la Depresión de 1929. Y es cierto que el coste de mantenerse invertido son años de recuperación. Los de los años 30 tardaron década y media en volver al mismo punto de partida. Pero es la excepción. La realidad histórica es que la media para recuperarse de las pérdidas es de dos años o menos.

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Tras ver estas cifras, es fácil darse cuenta que la mejor estrategia es salirse antes de la corrección y volver a entrar cuando se despeje la incertidumbre. Lo complicado es llevarlo a la práctica. Las gestoras hablan mucho estos días de la humildad como la mejor baza para sobrevivir al mercado. La “humildad intelectual”, como lo define Howard Marks en su última carta a inversores, es reconocer que la economía no es una ciencia exacta. Esto es, que es imposible hacer predicciones. Hay que recordar que hay inversores profesionales, gestores cuyo trabajo a tiempo completo es analizar el mercado. ¿Quién si no ellos están mejor preparados para vaticinar cuándo retirarse a liquidez? Pues la realidad dice otra cosa. Según datos de Morningstar, de los 550 fondos que analizan, solo 12 de ellos tenían al menos un 10% en liquidez al comenzar el año.

Históricamente, los inversores han vendido en el suelo y comprado en el pico. Lo ilustran perfectamente desde Allianz Global Investors, en este gráfico que compara los flujos netos nuevos a fondos de bolsa frente al rendimiento del S&P 500 Total Return durante la crisis de 2008.

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Aun así, uno podría pensar que mejor perdonar la primera subida a cambio de más tranquilidad. Pero el problema del market timing es que el coste de perderse los mejores días es tremendo. Pongamos este segundo ejemplo de Allianz GI. Acertar con el suelo del mercado del S&P 500 cada año desde 1963 le habría dado un retorno del 8,06%. Pero es que incluso con la peor de las suertes de invertir 100 dólares en el pico del mercado de cada año, la rentabilidad es del 7,50%. ¿Y si se hubiera perdido los mejores días? Esa rentabilidad se habría desplomado al -1,25%.

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En tiempos tan emocionales como el actual es normal centrarse en la última hora y las novedades del día a día, pero invertir en base a el último dato del PIB no es ahorrar a largo plazo. Para Philip May, director de Soluciones de Ingresos de Jubilación de Capital Group, el mejor consejo es mantener la disciplina. “Con el tiempo, los mercados siempre se han recuperado en el pasado, y también tienen el potencial de hacerlo después de esta crisis”, defiende. “Con los mercados a la baja, las contribuciones habituales a la inversión adquirirán más acciones o bonos, así que sería aconsejable no suspender las contribuciones a no ser que sea realmente necesario. Alterar las contribuciones en respuesta a la volatilidad a corto plazo del mercado supone el riesgo de no aprovechar el potencial de crecimiento a largo plazo”. Los mercados han sobrevivido a una Guerra Mundial, misiles un Cuba, un crack de la bolsa peor que el actual, burbujas en sectores como el tecnológico (tan amado actualmente), una crisis financiera… y sobrevivieron.

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Otro argumento clave es que debemos distinguir el tipo de crisis en el que estamos. Más que remontarnos a la Gran Crisis Financiera de 2008-2009, Aditya Khowala, gestor de Fidelity International, se fijaría en las lecciones de la pandemia de gripe de 1918-1919. “Entonces, la recesión duró tan solo siete meses, a pesar de que la segunda oleada de infecciones en el otoño de 1918 fue más mortífera que la primera”, recuerda el experto. Es útil comparar las magnitudes de crisis anteriores porque como se muestra en el gráfico que comparte Khowala, no tiene el mismo impacto una crisis estructural que cíclica. Los mercados bajistas provocados por eventos como este cisne negro que estamos viviendo son los que menos meses duran de media (las dos columnas de la derecha, event driven). E incluso poniéndonos en el peor de los casos, que esta vez realmente sea diferente, la media de tiempo para recuperarse del peor tipo de mercado bajista son 9,5 años.

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