Guía práctica para construir una cartera de impacto

Impacto
Firma foto: Shane Rounce on Unsplash

El auge de la inversión sostenible en los últimos años es una realidad. Según los datos de Inverco, el 45% de los inversores de fondos y panes de pensiones en España tiene ya un producto ASG. Sin embargo, en opinión de Ana Guzmán, responsable de inversiones de Portocolom, toda esta vorágine de productos verdes ha provocado que se están mezclando muchos conceptos importantes de diferenciar: ESG, sostenibilidad y el impacto.

En Portocolom diferencian cinco niveles dentro del espectro de inversiones: las inversiones tradicionales, donde la intención del inversor de lograr un impacto social o medioambiental es marginal; ESG o inversión responsable, que son las inversiones en empresas que actúan con criterios ambientales, sociales y de gobernanza; inversión de impacto, que son las que cumplen el objetivo específico de lograr un impacto social y/o medioambiental positivo y medible, así como el obtener una rentabilidad financiera; filantropía de riesgo, cuando se trata de inversiones con fines sociales, que utilizan filosofía y prácticas de venture capital; y filantropía tradicional, que no consideran una inversión, sino una donación a causas donde le mercado no llega por la falta de rentabilidad financiera.

La base del análisis: la teoría del cambio

"La inversión de impacto busca, a través de la innovación, dar solución a un problema no resuelto a través de ciertos productos, servicios o una actuación", explica Guzmán. El impacto de una inversión es fruto del impacto de la empresa y de la contribución que el inversor realiza para conseguir ese impacto.

Con esta base de la teoría del cambio se identifica un objetivo a largo plazo. Partiendo de él, hay que seguir una serie de pasos, según comenta: mapear hacia atrás las condiciones previas necesarias para lograrlo; identificar las intervenciones que la iniciativa llevará a cabo para crear las condiciones; desarrollar indicadores para cada condición que se utilizarán para evaluar el desempeño de las intervenciones; y escribir un relato que permita resumir el plan.

Además, la inversión de impacto debe cumplir con cinco características principales: tiene que haber una intencionalidad, una materialidad, adicionalidad (mejorar algo) y una medición.

Dentro del espectro de inversiones, desde Portocolom han identificado dos subcategorías. Por un lado, la inversión con impacto, donde incluyen a los negocios tradicionales que deciden dar un giro en la gesitón de la empresa, relacionado con la sostenibilidad. se hace con nuevas líneas de negocio, mejora de la productividad, ventaja competitiva, etc. Aquí incluyen las inversiones líquidas. Y por otro lado, están las inversiones para impactar, que son los negocios que nacen para mejorar la sociedad. Están directamente relacionados con la misión y actividad de la empresa y requieren de un capital paciente. En este grupo meten a las inversiones ilíquidas.

Proceso de selección de activos líquidos

El equipo de Portocolom toma la información cuantitativa como punto de partida. No en vano, amplían el análisis más allá, contrastando lo que la compañía dice. Por un lado, analizan las posibles exclusiones en la cartera, como por ejemplo en sectores. Aquí Guzmán recomienda "tener cuidado porque intentar eliminar totalmente algunos sectores puede pasarnos como el año pasado con el armamento por la guerra de Ucrania. Por un lado, hay que analizar las exclusiones absolutas que atentan contra la dignidad humana (como las minas antipersonas, la pornografía o bombas racimo) y, por otro, las exclusiones graduales (tabaco, alcohol, etc.). En este último grupo excluimos por el porcentaje de ingresos de las compañías", comenta.

También analizan el compromiso ESG de una empresa: "Necesitamos ver cómo tienen en cuenta la ESG. Para ello hemos desarrollado un modelo con aquellas métricas que consideramos clave para seguir una estrategia ESG y lo enfrentamos con las controversias, con lo que realmente hace", apunta. Utilizan los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con lo que obtienen 21 notas para poder analizar una empresa. Obtienen un scoring donde, de un vistazo, pueden ver cómo esa cartera tiene un impacto mayor o menor en los ODS.

Proceso de selección de activos ilíquidos

Establecen unas temáticas que serían homólogas a sectores y, dentro de cada una, las industrias afectadas. Guzmán enumera cuáles son los pasos a dar: "En primer lugar, establecer una cartera ESG y ver el grado de madurez para ver cómo vamos a invertir; después, les preguntamos cuál es su teoría del cambio para valorar realmente cuál es el universo invertible", añade.

Además, exigen que el equipo gestor tenga un compromiso social, analizan cuáles son sus fuentes de rentabilidad financiera y cuáles van a ser las fuentes de impacto; comprueban que haya unos estándares de sostenibilidad y cultura; se aseguran de que hagan una medición ex ante con el objetivo de saber qué quieres medir y conseguir; y de que tengan establecidos mecanismos de salida (en productos ilíquidos, que tengan previsto cómo van a salir de sus inversiones), aspectos legales y otros aspectos.

El último paso para cualquier inversión es la medición: "Es importante analizar en qué hemos invertido, qué impacto hemos conseguido y cómo hemos contribuido", remata.