La crisis ocasionada por el COVID-19 ha echado por tierra décadas de progreso en la lucha por una mayor igualdad. El peaje puede contarse en vidas perdidas, dolor económico e inestabilidad. Sin embargo, el contexto para una mayor implicación de los inversores no ha estado nunca tan bien posicionado como ahora para abordar estas desigualdades sociales.
Ha quedado patente que los inversores se aventuran a nuevos enfoques en el que se incluyen vehículos de financiación como los bonos sociales para ampliar el rango de actuación más allá de los límites de los cambios que puedan desarrollar empresas individuales en sus prácticas respecto a cuestiones sociales. Hoy tratamos la inversión en infraestructuras sociales. Después de la pandemia es una necesidad poco probable que desparezca a medida que vayamos saliendo de la crisis.
Razones por las que valorar invertir en infraestructuras sociales
En primer lugar, el impacto socioeconómico del coronavirus seguramente perdurará. Está por ver cuáles serán las consecuencias a largo plazo del COVID-19 en la salud y qué medidas habrá que tomar para atenuarlas.
El reciente auge de la importancia de la inversión social puede haber contribuido a crear un mayor conocimiento entre los inversores sobre la relación entre las preocupaciones ambientales y las sociales, como, por ejemplo, la inversión en infraestructuras verdes. ¿De qué manera llega a la economía real, a ser una oportunidad de inversión, a repercutir de forma positiva en la sociedad? Desgranamos estos puntos y ahondamos en las consecuencias que un cambio en este sentido puede conllevar tanto para la sociedad como para la economía e inversores.
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