Jim Leaviss (M&G): “Ha llegado el momento de volver a entrar en Tesoro americano”

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Cedida por M&G

Para Jim Leaviss, es algo ya innegable. Estamos ante un ritmo de recuperación económica extremadamente fuerte. Especialmente en Reino Unido y Estados Unidos. Lo apreciamos en cada datos macroeconómico que sale. En las cifras de empleo, en los PMI. El último PMI marcó máximos desde 1980 en el sector manufacturero y de servicios. Es un optimismo que el director de Inversiones de renta fija de mercados públicos de M&G detecta sobre todo en los sectores más impactados por la pandemia.

Claro que aún persisten los temores. Como bien recuerda Leaviss, desconocemos las cicatrices que dejará el COVID-19. En 1980, tras la gran crisis, se hablaba del concepto de histéresis. La pérdida permanente de talento que persiste tiempo después. Es un tipo de desempleo a largo plazo que se convierte en estructural. Pero hay también motivos para pensar que esta recesión será distinta. “Al ser una crisis principalmente del sector servicios y no en el manufacturero, hay más flexibilidad en el traspaso de empleo”, apunta el experto. “Si el bar de tu ciudad cierra, es más sencillo encontrar trabajo en otro restaurante, u otra ciudad o incluso cambiar de sector. Pero cuando en los 80 cerraba una fábrica de hierro, había pocas alternativas laborales”.

Ahora, la siguiente incógnita de la ecuación es cómo de rápido va a cambiar de discurso la Fed. El banco central estadounidense lleva más de 12 meses tranquilizando a la población. Ha insistido varias veces en que se mantendrán acomodaticios mientras dure la crisis. Pero los recientes movimientos en la renta fija dan a entender que los mercados comienzan a creerse menos el discurso.

Y ciertamente, hay motivos detrás. La previsión de inflación de este año ronda el 4%. Y aún queda por entrar la segunda ronda de estímulos fiscales en Estados Unidos. “La Reserva Federal tiene excusa para subir los tipos”, reconoce Leaviss. Pero en los mercados todo es cuestión de valor relativo. Y para el experto, la reacción del mercado ha sido tan drástica que podría haber abierto una ventana de oportunidad. “Ha llegado el momento de volver a entrar en Tesoro americano”, afirma.

¿Cómo ha cambiado la economía con la pandemia?

La situación económica prepandemia tenía unas características muy definidas, en opinión de Eric Lonergan, gestor de estrategias macro de M&G. Primero, el declive secular de los tipos de interés reales. Y notablemente su desligamiento con el crecimiento. Mientras el PIB global se ha mantenido estable, los tipos han seguido bajando. Segundo, que los mercados financieros parecen más frágiles que la economía real. Para Lonergan, los últimos estímulos monetarios parecían más orientados a los mercados que a la economía de a pie. Tercero, que las cifras de desempleo también se desacoplaron de la inflación. Esto ha dejado obsoleto los modelos económicos anteriores. Hemos visto como los niveles de empleo han recuperado tras la crisis de 2008, pero esto no se tradujo en más inflación. Cuarto, que ha habido una mayor dispersión en los resultados empresariales por región. Por ejemplo, la trayectoria de la banca japonesa frente a la estadounidense. “El problema es que esas diferencias se aprecian claramente ex ante, pero son difíciles de predecir”, reconoce. Quinto y sexto, el auge del populismo y los neonacionalismos.  

¿Qué ha cambiado desde entonces? Para Lonergan, la verdad es que no mucho. “No estoy convencido de que haya cambiado mucho, la verdad”. Si acaso, en la actitud hacia la política fiscal. Ahora hay mayor aceptación de estímulos fiscales, más allá de los bancos centrales. Pero de momento parece que es solo una historia de Estados Unidos. En Europa el mensaje sigue siendo uno de austeridad.

Según explica el experto, esto se debe a tres factores. Primero, la presencia de Yellen en el gobierno. Como exmandataria de la Fed sabe de primera mano que las políticas monetarias convencionales se han agotado. Lo segundo es una de las ironías que deja el gobierno de Trump. Hay una sensación de que las nuevas políticas tienen que ser drásticas, con un efecto sonado en la economía. Y tercero, que la población es consciente del bajo coste de endeudamiento. “Vemos a gente de a pie hablar del ratio de deuda frente al PIB”, cuenta Lonergan.