El consejero de EFPA Europa y delegado ejecutivo de EFPA España reflexiona sobre cómo ha cambiado la importancia que se da a la formación financiero en estos cuatro años de MiFID II.
Con un mercado altamente volátil y con una perspectiva muy incierta sobre qué se puede esperar de cara al segundo semestre del año, los asesores se enfrentan a nuevos retos a la hora de recomendar las mejores estrategias de inversión a sus clientes. En este contexto, entrevistamos Josep Soler, consejero de EFPA Europa y delegado ejecutivo de EFPA España, sobre cómo los asesores pueden hacerles frente en un momento de mercado que cuanto menos es complicado.
Se cumplen además en este 2022 cuatro años desde que Europa diera el visto bueno a la directiva MiFID II, que supuso una auténtica revolución en el sector y puso en valor el servicio del asesoramiento financiero ya no como algo exclusivo de los grandes patrimonios sino de todo tipo de inversor. De hecho, además de esos test de idoneidad y conveniencia que ahora tienen que ofrecer todas a las entidades a cualquier persona que quiera contratar un producto financiero, otra de las grandes novedades de MiFID II fue la obligatoriedad de formación continua para todos los profesionales que o bien vendan producto o bien asesoren.
La importancia de la formación continua
"En España ha habido más seriedad del supervisor español que quizá en otros países con respecto a la formación de profesionales y las entidades se lo han tomado muy en serio", afirma. De hecho, defiende el papel de los certificadores en este contexto ya que, como explica "las certificaciones son más potentes que los títulos porque a diferencia de estos se han de renovar".
Esa renovación de conocimientos está detrás de que la oferta de certificaciones de EFPA no haya parado de crecer en los últimos años. Dos de las últimas son las que se dirigen al ámbito asegurador y la EFPA ESG Advisor, dirigida a la formación en sostenibilidad. Un ámbito que exige una constante formación continua teniendo en cuenta el tsunami regulatorio en el que está inmerso.
Es por ello que desde EFPA han solicitado tanto a ESMA como a EIOPIA un aplazamiento a la hora de introducir los criterios de sosteniblidad en los test de idoneidad, algo que en principio entra en vigor en agosto de este mismo año. "No vamos a tener tiempo de absorber toda la taxonomía. Falta normativa y regulación y formarse para ello. Estamos haciendo un esfuerzo en la formación de sostenibilidad pero necesitamos tiempo", explica.
Adaptándose a las nuevas tendencias
Y si la sostenibilidad se ha convertido ya en algo imprescindible para los asesores financieros, los activos alternativos van camino de ello. Al fin y al cabo en un contexto de alta inflación y valoraciones muy ajustadas en los activos tradicionales, los alternativos no han hecho otra cosa que ganar hueco en las carteras. "Los asesores vamos un poco cojos a la hora de asesorar sobre estos temas y por eso hay que hacer un esfuerzo porque hay mucha tipología. Para ello hacemos cada vez más formación continua sobre inversión alternativa e incluso generar una certificación complementaria", explica Soler. No en vano defiende que "la inversión alternativa no es que vaya a ser posible sino que será imprescindible ya que las carteras quedarán muy cojas sin no se incluyen".
Los asesores necesitan, por tanto, tener más formación en esta área para poder explicar esos complejos términos a unos clientes que no siempre tienen la suficiente cultura financiera. Y es que si bien en los últimos años se están viendo avances significativos en cuanto a educación financiera, sigue haciendo falta mucho más esfuerzo en este ámbito. "La cultura financiera va mejorando pero no al ritmo que querríamos y la figura del asesor ha sido clave para entender que en los momentos de crisis lo primero que hay que hacer es dar tranquilidad", explica.
De hecho, ese acompañamiento del asesor al cliente está detrás de que cada vez menos inversores reacciones con pánico antes las cada vez más constantes turbulencias del mercado. Un ejemplo: pese a la alta volatilidad de este primer trimestre del año los fondos cerraron con más entradas que salidas. Justo lo contrario de lo que sucedió en el primer trimestre de 2020, también de muy alta volatilidad, cuando la industria perdió más de 2.000 millones de euros.