Los factores intangibles han ido ganando peso sobre el valor de mercado en los últimos treinta años, y justifican la aplicación de análisis extrafinancieros para una correcta valoración de la compañía, según Allianz Global Investors.
Hace años que existe y se comercializan vehículos de inversión responsable, primero con la etiqueta ISR y posteriormente con las siglas ESG. Sin embargo, este tipo de estrategias que buscan la excelencia de las empresas en el trato al medio ambiente, el cumplimiento de los derechos sociales y el buen gobierno han experimentado un gran empuje a lo largo del último año. ¿Por qué precisamente ahora, y no antes? Steffen Hörter, responsable global de ESG de Allianz Global Investors, explica que los factores ESG “son cada vez más reconocidos como determinantes críticos del éxito o el fracaso de empresas de todo tipo”, al tiempo que observa un mayor interés por parte de los inversores en la ESG, “porque incorporan decisiones de inversión que les pueden ayudar a gestionar el riesgo y generar retornos más sostenibles en el largo plazo”.
Esta última observación es muy importante, ya que el experto considera que esta clase de factores intangibles “ayudan a determinar el valor de mercado”. Cabe recordar que al análisis ESG también se le conoce como análisis extrafinanciero; su propósito no es sustituir al análisis financiero tradicional, sino complementarlo para ofrecer una visión más amplia sobre los riesgos, especialmente en un entorno de mercado en donde los modelos de negocio están evolucionando tradicionalmente. “Siempre es importante examinar el balance y los comunicados públicos de las empresas, pero ciertamente un porcentaje creciente de los activos corporativos son hoy más intangibles por naturaleza. Estos activos intangibles incluyen la reputación de la empresa, sus propiedad intelectual y el valor de su marca, y muchos están relacionados o afectados directamente por factores ESG mainstream”, afirma Hörter.
El experto aporta algunos ejemplos concretos de esos intangibles. Por ejemplo, en la E de medioambiente (por su traducción al inglés), cita la exposición o grado de actuación de empresas respecto al cambio climático, la contaminación, la gestión del agua o el respeto a la biodiversidad. En la S de social habla de derechos humanos, relaciones laborales, prevención, salud y seguridad, diversidad dentro de la empresa o de las relaciones que construye con la comunidad. Finalmente, en la G influyen elementos como la estructura del consejo, el modelo de contabilidad empleado, los bonus o prácticas como los sobornos o directamente la implicación de la empresa en casos de corrupción. Para reforzar su argumento, Hörter cita un estudio cuya principal conclusión es que, a lo largo de los últimos 30 años, los intangibles se han convertido en un componente cada vez más grande del valor de mercado de las empresas (ver gráfico).
“Las empresas se vuelven cada vez más atractivas a los inversores si reconocen los factores ESG que son relevantes para sus negocios, invierten en ellas como oportunidades de inversión y las gestionan bien”, explica el responsable de Allianz Global Investors. El interés funciona también en el sentido inverso: aquellas compañías que ignoren los criterios ESG pueden resultar inversiones más arriesgadas.
Cómo incorporar la ESG al modelo de negocio
Aunque el experto aclara que las maneras de llegar a la ESG son múltiples, explica que, en general, se suelen agrupar en tres categorías. La primera de ellas es la conocida propiamente como Inversión Socialmente Responsable (ISR), y su acercamiento se basa típicamente en evitar a aquellas empresas con malas prácticas ESG. Siguiendo este método, se aplican filtros de exclusión o filtros positivos al universo de inversión para seleccionar una serie de empresas, que constituyen una representación del índice de referencia. “Dado que las estrategias ISR son el acercamiento ESG de primera generación, al remontarse a hace más de 20 años, suelen representar la mayor parte del mercado ESG”, explica Hörter.
La segunda categoría es lo que se conoce como Inversión de Impacto o Impact Investing. En este caso, detrás de las inversiones está la voluntad explícita de crear un impacto social y medioambiental positivo, junto con un retorno financiero también positivo. Además, estas inversiones se centran con frecuencia en uno o varios de los objetivos de sostenibilidad de las Naciones Unidas, como por ejemplo proporcionar acceso a fuentes de energía limpia o de agua potable, “aunque también pueden centrarse en áreas como prestar educación de calidad o igualdad de género”, matiza el experto. “Con este acercamiento, hay una relación causal entre hacer una inversión y generar un impacto”, concluye.
La tercera categoría es la ESG integrada, que podría entenderse como el acercamiento ESG de nueva generación para invertir, y que es el que aplican en Allianz Global Investors a través de sus estrategias de inversión más comerciales. El responsable explica que este enfoque se consigue mediante el desarrollo de un análisis ESG propietario que detecte riesgos y oportunidades: “Las carteras con ESG integrada no están limitadas por filtros ESG que reducen el universo invertible: en cambio, los gestores hacen una revisión sobre el perfil de rentabilidad/riesgo ESG de todas las posiciones en cartera, con énfasis en evitar riesgos de cola ESG”, concluye.