Una de las consecuencias más claras de MiFID II es la irrupción de las clases limpias en las gestoras españolas. A cierre de 2018 la cuota de este tipo de clases que no retribuyen al comercializador (retrocesión) por el tipo de servicio al que se destinan se acercaba al 20% del patrimonio en fondos españoles, con un volumen superior a los 45.000 millones de euros, cuando dos años atrás este peso no alcanzaba el 5% del patrimonio.
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