Las tortugas de Bóboli

El mercado mundial de bonos es en este momento un gran obelisco de 200 billones de dólares que se puede tambalear en cualquier momento, si alguna de las tortugas condenada a perpetuidad a sostenerlo, por alguna razón deja de hacerlo.

La prensa especializada en títulos valores ha hecho un gran trabajo en los últimos dos años en acostumbrarnos a la idea de que la época de las grandes rentabilidades en bonos y acciones de las economías desarrolladas se acabó, que estamos en una gran transición hacia no sabemos qué. Por tanto debemos tratar de identificar las tortugas que mantienen en pie este macizo financiero, entre otras cosas para evitar que eventualmente nos caiga encima.

La primera de las tortugas a seguir se llama China. La segunda economía del mundo tiene que desarrollar en la próxima década un mercado interno de consumidores que pueda llevar adelante el motor de su crecimiento, ya que el impulso dado por la construcción de infraestructura y vivienda está llegando a niveles naturales de agotamiento. Para que este país pueda seguir creciendo en niveles cercanos al 10%, debe implantar sistemas de salud y retiro creíbles, que permitan a los individuos gastar más y ahorrar menos partiendo de la base que su vejez y su salud estarán cubiertas en buena medida.

Además de crear nuevos patrones de ahorro y gasto a partir del rediseño de la seguridad social, los chinos han decidido mudar 750 millones de personas de las zonas rurales a ciudades de recién construcción en un plazo no mayor a 10 años, con el objeto de generar movimiento económico a través de la urbanización. Las autoridades están conscientes de los costos sociales, ambientales y culturales del que será sin duda, al menos por el número de involucrados, el mayor éxodo de la humanidad, pero el beneficio económico inducido es de enormes proporciones.

La segunda tortuga es la del desempleo. La existencia de 48 millones de desempleados en la Eurozona y del 20% de los hombres estadounidenses en edades comprendidas entre 25 y 54 años que no forman parte de la fuerza laboral de su país, cuando cincuenta años atrás este numero no llegaba al 5%, son señales de que el desempleo no es únicamente consecuencia de un pobre crecimiento económico, también es causado por un modelo económico emergente, que carga con un número creciente de individuos carentes de las competencias para acceder a trabajos de calidad. La realidad es que sin trabajos estables y razonablemente remunerados, no hay consumo.

La tercera tortuga es la innovación. El modelo económico emergente premia las actividades de alto valor agregado y para ello se necesita un entorno nacional que promueva la toma de riesgo en el desarrollo de nuevas áreas de negocios, que paradójicamente aunque crean riqueza, no son necesariamente las grandes empleadoras, a pesar de que sí pueden ser las grandes pagadoras de impuestos que permiten a los Estados financiar políticas redistributivas de ingresos para ayudar a aquellos que salen perjudicados en el nuevo modelo económico.

La cuarta tortuga por supuesto es lo impredecible. Desastres naturales, burbujas financieras, vacíos en la regulación que permitan a pequeños grupos apalancar al resto de la sociedad como sucedió en la crisis financiera del 2008, siempre pueden aparecer a la vuelta de la esquina.

Últimamente se habla del mercado alcista de los bonos norteamericanos que ha durado treinta años como si este hubiese sido un hecho conocido por todos de mucho tiempo atrás; como si todos siempre hubiésemos sabido que comprar y mantener bonos de tasas fijas en cartera era un tiro al piso.

La verdad de los hechos es que en el 2010 pocos pensaban que el treasury a 10 años, el titulo financiero más líquido del mundo, podría llegar a rentar por debajo de 1,40% como lo hizo puntualmente en julio del 2012. El punto es que la subida de las tasas de interés denominadas en dólares será el telón de fondo sobre el cual se proyectarán las estrategias financieras del resto de la década. Como es un telón difuso no tenemos idea de cuando estas comenzarán a subir, a qué ritmo lo harán y cuáles serán las condiciones económicas imperantes en dicha subida. Si las economías crecen en el ínterin, factores como las probabilidades de insolvencia de los bonos basura pueden ser razonablemente bajas y los inversionistas podrían absorber las pérdidas en renta fija, producto de la subida de las tasas de interés, ya que el buen desempeño de sus títulos de renta variable les ayudaría. Si la subida viene acompañada de un reconocimiento por parte de los bancos centrales de EE.UU., Inglaterra y Japón de que no pueden inyectar liquidez al infinito, la volatilidad que hemos visto en las últimas semanas sería un reflejo pálido de lo que se avecina.

Las tortugas de Bóboli han sostenido su obelisco desde la Roma Imperial, las nuestras que no son más que los retos del nuevo modelo económico mundial: ¿podrán hacer lo mismo?