En los últimos meses los inversores se han topado con unos mercados inusualmente difíciles. Aquellos que dividieron sus carteras entre la renta variable y la renta fija con la esperanza de que, si caía la primera, la segunda proporcionaría un refugio, han quedado decepcionados. Debido al retroceso de las acciones de empresas con valoraciones elevadas, combinado con la subida de los tipos de interés por parte de los bancos centrales y el aumento de la inflación, tanto la renta variable como la renta fija se han visto afectadas.
Ante este escenario, los inversores tienen dificultades para encontrar diversificación, es precisamente este escenario el que pone en evidencia las ventajas que brinda la exposición a activos descorrelacionados.
Para entender la descorrelación, analizamos la correlación
La correlación es una relación estadística entre dos valores diferentes (como dos acciones, dos fondos o dos clases de activos) y calcula en qué medida se han movido juntos. Dos títulos correlacionados tienden a moverse juntos, tanto al alza como a la baja, mientras que dos títulos descorrelacionados se mueven de manera independiente: puede que no exista ningún tipo de relación entre ellos y uno puede subir cuando el otro baja.
Por ello, los inversores buscan reducir el riesgo configurando carteras diversificadas a partir de activos descorrelacionados, con la esperanza de que esta situación continúe y de que no todo caiga a la vez. Tradicionalmente, la diversificación se ha conseguido como mencionábamos más arriba: combinando la renta fija y la renta variable, ya que, a menudo, cuando los mercados de renta variable caen, los de renta fija suben. No obstante, 2022 ha sido diferente y muchos inversores han comprobado que sus carteras están menos diversificadas de lo que esperaban. Por esta razón, es importante fijarse en activos alternativos que no tienen correlación con la renta variable ni con la renta fija.

¿Cómo se consigue la descorrelación con la renta variable y la renta fija?
Se debe configurar la cartera cuidadosamente con el fin de equilibrar posiciones largas y cortas. En un entorno como en el que estamos viviendo, donde hay mucha volatilidad y pesimismo en los mercados, nos permite, en las posiciones largas de la cartera, seleccionar acciones de calidad, más defensivas. Y al mismo tiempo, en la parte corta de la cartera, seleccionar empresas más cíclicas y más caras.
Gracias a las posiciones cortas, la cartera puede generar ganancias incluso cuando los mercados bursátiles retroceden. Además, debido al equilibrio entre las posiciones cortas y las posiciones largas, la cartera puede presentar una baja dependencia de las bolsas en general.
Objetivo de volatilidad limitada
Además de una baja correlación, otro aspecto importante es la baja volatilidad. Resulta fundamental estructurar la cartera cuidadosamente con el fin de mantener este objetivo. De esta manera, aunque la cartera esté configurada a partir de posiciones en renta variable, no se comportará como los mercados bursátiles. Su comportamiento general, debido a la configuración de la cartera, diferirá bastante del mercado de renta variable.
En un entorno que se centra menos en la beta de mercado y más en la generación de alfa, lo que los inversores deberían intentar conseguir es una cartera que no tiene correlación con el conjunto del mercado.
La cuestión no es diversificar las carteras a todas las clases de activos, sino centrarse más en estrategias para conseguir alfa en las que los gestores sean capaces de analizar un universo más amplio, con el fin de escoger las inversiones adecuadas para la cartera. En definitiva, mantener posiciones largas y cortas para protegerse ante cualquier riesgo no deseado, pero también tratar de generar alfa a través de algunas de esas posiciones cortas.