Invertir en bolsa puede ser muy lucrativo. Sin embargo, las fluctuaciones de las cotizaciones también pueden hacer perder dinero. Eso es lo que puede ocurrir especialmente cuando los inversores reaccionan ante las caídas bursátiles a corto plazo. Por eso se recomienda generalmente a los inversores que adopten una visión a más largo plazo, ya que cuanto más tiempo mantengan sus acciones, más probabilidades tienen de conseguir una rentabilidad positiva sobre la inversión, aunque esta no está garantizada.
Cuando los inversores están preparados desde el comienzo para sufrir episodios de volatilidad en la evolución de sus inversiones, menos probabilidades tienen de verse sorprendidos cuando ocurren y más probabilidades tienen de reaccionar racionalmente.
Adoptando una mentalidad que acepte la volatilidad como un elemento más de las inversiones, los inversores pueden prepararse y seguir centrados en sus objetivos de inversión a largo plazo. Es decir, como inversor, es importante tomar distancia en estos momentos y afrontarlos con amplitud de miras. Con amplitud de miras y una perspectiva de inversión a largo plazo que acepte la volatilidad a corto plazo, los inversores pueden empezar a adoptar una visión más cerebral. Eso no sólo contribuye a no perder de vista los objetivos de inversión a largo plazo; también ayuda a los inversores a aprovechar los precios bajos, en lugar de anotarse pérdidas vendiendo a dichos precios movidos por las emociones. Sobre sesgos emocionales tendremos ocasión de estudiarlos en el último capítulo.
Hay que tener en mente que los inversores bursátiles generalmente obtienen recompensas por el riesgo adicional que asumen (comparado, por ejemplo, con los inversores en deuda pública) en forma de mayores rentabilidades medias a largo plazo. También es importante recordar que riesgo no es lo mismo que volatilidad. Las cotizaciones de los activos se desvían regularmente de su valor intrínseco cuando los mercados reaccionan excesiva o insuficientemente, por lo que los inversores pueden esperar que la volatilidad de los precios genere oportunidades. A largo plazo, los precios de las acciones se mueven al son que marcan los beneficios empresariales y generalmente la bolsa ha superado a otros tipos de inversiones en términos reales, es decir, después de la inflación.
Como ya hemos comentado, las bolsas son propensas a sufrir fluctuaciones a corto plazo. Los inversores deberían fijarse un horizonte temporal de entre cinco y diez años al menos.
Ejercicio práctico:
Hemos analizado las rentabilidades bursátiles durante los últimos 30 años para ver qué resultados se habrían obtenido invirtiendo en la bolsa del Reino Unido y los mercados internacionales durante diferentes periodos. Como se puede apreciar, cuando más tiempo permanece un inversor en el mercado, mayor probabilidad de conseguir una rentabilidad positiva. De hecho, un inversor que mantuvo sus inversiones en la bolsa británica durante al menos doce años (11 años en el caso de la renta variable mundial) habría ganado dinero en todos los periodos. Así pues, poner el tiempo de su parte funciona de verdad.