El COVID-19 ha sido un punto de inflexión en muchos sentidos. Se ha convertido en un problema social que ha provocado una perturbación sin precedentes en las sociedades y está repercutiendo en el bienestar de la población mundial. Como hemos mencionado ya en capítulos anteriores, la Comisión Europea ha optado por la modalidad de bonos sociales para financiar su programa SURE, que nace con el objetivo de contribuir a aliviar el gasto de los estados miembros en regímenes de protección del empleo.
Qué es el instrumento SURE
El Instrumento Europeo de Apoyo Temporal para Atenuar los Riesgos de Desempleo en una Emergencia (instrumento SURE, por sus siglas en inglés) está a disposición de los Estados miembros que necesiten movilizar recursos financieros significativos para luchar contra las consecuencias económicas y sociales negativas del brote de coronavirus en su territorio. Puede proporcionar ayuda financiera por un importe de hasta 100.000 millones de euros en forma de préstamos de la UE a los Estados miembros afectados para hacer frente a los aumentos repentinos del gasto público a fin de preservar el empleo. El instrumento SURE es un elemento crucial de la estrategia global de la UE para proteger a los ciudadanos y paliar las consecuencias socioeconómicas extremadamente negativas de la pandemia de coronavirus.
La elección de la modalidad de bonos sociales para financiar SURE por parte de Bruselas implica un antes y un después para este mercado que ya había repuntado al calor del coronavirus y que se espera que ahora se dispare aún más. Desde S&P Global rating afirman que “el crecimiento de los bonos sociales está superando al de los bonos verdes, lo que presagia un alejamiento del espacio de la deuda sostenible históricamente centrado en el clima y refleja una diversificación de los objetivos de sostenibilidad financiados por los inversores”.
¿Por qué apostar por la inversión social a través de bonos europeos?
La creación del instrumento SURE es otra expresión tangible de la solidaridad de la Unión, mediante la cual los Estados miembros acuerdan apoyarse mutuamente aportando recursos financieros adicionales a través de préstamos.
Estamos en un momento en el que los sectores públicos y privados se esfuerzan por mejorar los asuntos sociales a través de los mercados financieros, ya que cada vez más las ventajas financieras y sociales están interconectadas. Esto resulta especialmente evidente en Europa, donde el apetito por inversiones sociales alcanza máximos históricos. Europa afronta numerosos desafíos sociales —desde persistentes focos de exclusión hasta el envejecimiento de la población— para operar con éxito la transición hacia un sistema económico más verde y más próspero.
Ahora bien, existen también catalizadores y oportunidades para el cambio, ya que las instituciones europeas están recurriendo cada vez más al mercado de renta fija para llevar a cabo dicha transición. Cualquier bono puede ser un bono social si se logra determinar que el uso de los ingresos redunda en beneficio de la sociedad.
Uno de los principales catalizadores de la mayor demanda inversora ha sido el lanzamiento de los códigos de mejores prácticas por parte de la ICMA, junto con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Cabe citar como ejemplos los bonos sociales, sostenibles y verdes emitidos por el Consejo de Europa, Francia, Bélgica y Madrid. Del mismo modo, las soluciones empresariales también revisten una importancia crucial para la innovación social —ya sea aumentando la asequibilidad de la asistencia sanitaria y la vivienda o contribuyendo a un crecimiento económico más ecológico—, y muchas ellas recurren al mercado de renta fija para impulsar dicha innovación.
Los bonos representan una herramienta de impacto de elevada eficacia, precisamente porque conjugan la capacidad y la transparencia para medir directamente sus efectos; también pueden centrarse en resultados sociales específicos con una precisión muy difícil de lograr con la renta variable.
Respuesta al plan europeo
La primera emisión del programa de recuperación SURE de la UE de 17.000 millones de euros en bonos sociales, en octubre de 2020 con vencimientos a 10 y 20 años, fue recibida con apetito por parte de los inversores. La Unión Europea recibió peticiones de compra por más de 233.000 millones de euros en total, un record para una emisión europea. Esta emisión estaba destinada a proporcionar ayuda para la pandemia, vinculada explícitamente al ODS 3 (buena salud y bienestar) y ODS 8 (trabajo decente y crecimiento económico).
Con el último desembolso (25 de mayo de 2021), la UE ha proporcionado cerca de 90 000 millones de euros en préstamos cruzados. Los 19 Estados miembros de la UE que solicitaron beneficiarse de este instrumento han recibido una parte o la totalidad de la cantidad solicitada. Los demás aún pueden presentar solicitudes de ayuda financiera a través de SURE, que tiene una capacidad global de hasta 100 000 millones de euros.[1]. ¿Animará esto a otras entidades gubernamentales a seguir el ejemplo?
En conclusión, la crisis del COVID-19 ha creado una era sin precedentes para las comunidades de todo el mundo. La emisión de bonos sociales para aliviar los efectos de la pandemia se recibe con buenos ojos, pero se necesitan más instrumentos de este tipo y los gobiernos deberían considerar la situación como una invitación para dar un paso hacia delante y estructurar los bonos sociales. Cuando dejemos esta crisis atrás, asistiremos a nuevos cambios en los patrones de comportamiento de las compañías a favor de los resultados sociales. La inversión social ha llegado para quedarse.
[1] https://ec.europa.eu/info/business-economy-euro/economic-and-fiscal-policy-coordination/financial-assistance-eu/funding-mechanisms-and-facilities/sure_es