Las preferencias no son ni estables ni claras. Realmente no sabemos lo que preferimos, y en muchos casos construimos la preferencia en el momento de la decisión.
No tenemos certezas. Las preferencias cambian. ¿Qué viene antes la preferencia o la acción?
Ponemos un ejemplo financiero: de primeras si nos preguntan preferimos un fondo de inversión de renta fija, pero cuando no da la rentabilidad esperada, subimos a un nivel de riesgo superior y entramos en renta variable.
Sesgos relacionados con las preferencias
Present Bias o Sesgo de presente
Este sesgo cognitivo hace que ante la decisión de elegir entre una hipotética ventaja futura o una gratificación inmediata, los seres humanos tienden a quedarse con el aquí y el ahora, minusvalorando los beneficios futuros.
Tener un estilo de vida saludable, haciendo más ejercicio y comiendo mejor, suele estar escrito en piedra, año tras año. ¿Por qué nunca lo conseguimos? ¿Por qué procrastinamos en algo tan importante para nosotros? Pues porque somos muy buenos poniéndonos metas para el futuro pero malos ejecutándolas en el momento presente. Porque, para recibir la recompensa que nos ofrece una ensalada frente a una hamburguesa con patatas, tenemos que esperar un tiempo para el que nuestra mente no está preparada. Este sesgo nos hace sacrificar opciones mejores ante otras que proporcionan una mayor rentabilidad en el corto plazo.
Esto, que tiene sentido dentro de la historia de la evolución, tiene vital importancia en lo que concierne al ahorro. Sabemos que es importante ahorrar, que la vida nos presenta imprevistos, que hay que estar preparado para el futuro. Y hacemos planes para tener ese colchón. Pero, a la hora de la verdad, o buscamos trucos para asegurarnos de que nuestro yo presente no nos boicotee en el futuro, o todos esos planes se quedarán en una nueva lista de intenciones a estrenar.
Debido a nuestra predisposición hacia el presente y nuestro desapego emocional con nuestro yo futuro, solemos fallar en concretar y poner en marcha nuestros planes de ahorro para el largo plazo. Por otro lado, sucede que en ocasiones puede resultar difícil predecir cuánto dinero sería suficiente apartar para el futuro, y quedarse corto en lo que apartamos, o hacer una aproximación demasiado vaga a nuestra capacidad de ahorro real.
¿Qué podemos hacer entonces para combatir el sesgo de presente y cumplir con nuestras metas de ahorro?
- Fijar aportaciones periódicas a nuestros productos de ahorro e inversión.
- Planificar y comprometernos de antemano. Por ejemplo, ante una subida de sueldo, desde el primer momento establecer un sistema de ahorro para canalizar ese importe con el que no contábamos.
- Compartir nuestro compromiso. Está demostrado que cuando públicamente te comprometes a alcanzar una meta (con tus familiares y amigos por ejemplo), tienes muchas más posibilidades de cumplir tu objetivo.
Loss Aversion o Aversión a la pérdida
El sesgo de aversión explica que los seres humanos se sienten más impactados emocionalmente por las pérdidas que por las ganancias. Es una forma de pensar que ha ido evolucionando con el tiempo y que va de la mano con la actitud natural de aversión al riesgo.
Hace miles de años cuando las personas tenían que cazar y recolectar frutos para vivir, valía más estar atentos a las amenazas que a las oportunidades. Si estaban a punto de cazar y escuchaban el rugido de un tigre, lo que más importaba era huir de la amenaza. Este sesgo ha evolucionado, y hoy en día lo tenemos presente al hacernos valorar o preocuparnos más por las pérdidas que por las oportunidades. Por ejemplo, si uno va por la calle y encuentra 100 euros seguro se alegrará, pero le afectará emocionalmente más si se entera que perdió la misma cantidad de dinero sin darse cuenta.
Ejemplo visual:
Tienes que hacer frente a un pago imprevisto de 20.000 euros. ¿Qué fondo venderías?
Tanto el fondo de inversión A como el B tienen una valoración actual de 20.000 euros, pero el valor de compra del fondo de inversión A fue de 18.181 euros y el valor de compra del fondo de inversión B fue de 22.222 euros.
Normalmente venderemos el fondo de inversión B ya que preferimos asegurarnos una ganancia a asumir una pérdida, incluso cuando va en contra de nuestros propios intereses.
Esto es porque nos duelen mucho las pérdidas y por eso mantenemos más días los valores que pierden frente a los que ganan. Nos resulta más fácil vender acciones que suben que aquellas que están bajando y que al vender estaríamos ejecutando una pérdida. Un buen ejemplo de esto es mantener unas acciones antiguas compradas a precios altos, “por si recupera”.
El efecto reflejo y efecto dotación: son dos variantes de la aversión a la pérdida
El efecto reflejo es una variante de la aversión a la pérdida: implica que arriesgaremos más para recuperar un dinero que hemos perdido que para ganar esa misma cantidad de dinero. Esto se debe también a otro sesgo cognitivo llamado efecto dotación, según el cual valoramos más algo que ya es nuestro, por encima incluso de su valor o precio real.
Este es uno de los errores comunes en el inversor no profesional que invierte directamente en activos (por ejemplo, en acciones), que aguanta una acción con pérdidas con la esperanza de que se recupere antes de asumir su error, es decir, de reconocer la pérdida.
Risk Aversion o Aversión al riesgo
Este sesgo no se refiere solo al riesgo per se, sino a la incertidumbre. La gente prefiere actividades de riesgo donde la probabilidad es conocida, por ejemplo el juego, versus las que la probabilidad es desconocida, como en los seguros.
Huimos de la incertidumbre, preferimos lo seguro. Preferimos pérdidas ciertas que potenciales ganancias que no están aseguradas.
Muchos clientes prefieren un depósito estructurado con garantía del 95%, es decir, una posible pérdida del 5%, a un fondo de inversión con una volatilidad menor a ese porcentaje. En este sentido cuando se trata de productos financieros debemos destacar de forma transparente los riesgos y minimizar así la incertidumbre.
Para tratar de reducir por ejemplo el riesgo de equivocarnos en el mejor momento para entrar en una inversión, a través de un plan de aportaciones periódicas conseguimos reducir la incertidumbre sobre el mejor momento para empezar a ahorrar, eliminando la posibilidad de equivocarnos en el momento de entrada.
Sesgo de Status Quo o “por defecto”
El sesgo del statu quo es una preferencia innata del ser humano a no ver modificada la situación en la que se encuentra.
Debido al efecto de este sesgo cognitivo tendemos a aceptar lo que nos viene dado y a seguir con lo que siempre hemos hecho. Esto puede dificultar que incorporemos nuevos hábitos a nuestra vida como puede ser el ahorro.
Sin embargo, también podemos usarlo a nuestro favor. En el caso del status quo, nos puede ser extremadamente útil aprovechar los automatismos presentes disponibles en las apps para programar un ahorro mensual de cierta cantidad que desviar a otra cuenta, por ejemplo. Si lo tenemos programado y siempre se produce este trasvase, nos acostumbraremos a contar con ese descuento mensual para generar ahorro y no cambiaremos esa rutina.