El 2016 comenzó con mal pie tras el batacazo sufrido por los precios de las materias primas; la incertidumbre reinante en mercados emergentes y el desplome de las acciones de los bancos europeos, que se vieron lastradas por el temor al impacto de una prolongación del entorno de tipos de interés bajos. Todo ello se tradujo en una brusca ampliación de los diferenciales de crédito durante los primeros dos meses del año. Posteriormente, la estabilización de los precios del petróleo registrada desde mediados de febrero y la noticia de que el Banco Central Europeo (BCE) lanzaría en marzo un programa de compras de bonos corporativos desataron una fuerte recuperación de las primas de riesgo crediticio, que no ha logrado desbaratar ni el Brexit ni la victoria de Donald Trump.
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