Los inversores institucionales empiezan a usar productos de smart beta para reemplazar estrategias activas

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kevin dooley, Flickr, Creative Commons

Hoy en día ya nadie duda de la utilidad de los productos de gestión pasiva en una cartera de inversiones. Pero, en los últimos años, los fondos cotizados (ETF) han pasado de ser la herramienta empleada por los inversores institucionales para realizar apuestas más exóticas u oportunistas a formar parte del núcleo de la cartera, hasta el punto de que estos inversores han empezado a reemplazar las estrategias activas con productos de beta estratégica, también conocidos como smart beta.

Es lo que se desprende del último informe de la firma internacional de análisis Cerulli Associates (Exchange-Traded Fund Markets 2015: Opportunities in the Face of Changing Dynamics), que se centra en las tendencias de distribución y desarrollo del mercado estadounidense de ETF. “Uno de los efectos colaterales de la crisis financiera es que muchas instituciones que no estaban satisfechas con los resultados de sus gestores activos empezaron a buscar otras formas de obtener rentabilidades ajustadas al riesgo”, explica Jennifer Muzerall, analista sénior en Cerulli, “y algunas han acabado invirtiendo en ETF de beta estratégica”.

Muzerall señala que, junto con las estrategias activas y pasivas, las estrategias de smart beta se han convertido en el tercer pilar de las carteras de los inversores institucionales, ya que estos productos ofrecen una forma eficiente de diversificar la cartera reduciendo la volatilidad general. “A medida que se van desarrollando los conceptos de beta estratégica y de exposición a factores de inversión, aumenta el número de formas para implementar estas estrategias en las carteras”, concluye la experta.