"Más que un asesor o consultor, lo que las empresas familiares necesitan es un planificador"

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Imagen cedida

La industria de asesoramiento española se encuentra inmersa en un proceso de reestructuración en el que tendrá que averiguar cómo dar valor y respuesta a las necesidades de unos clientes cada vez más exigentes. Incluidas las empresas familiaries, que tienen mucho que decir en su demanda de un servicio patrimonial global y completo. “Las entidades han de olvidarse de la nostalgia porque no hay vuelta a la situación anterior y han de encontrar nuevas estrategias y modelos de gestión”, comenta José Ramón Sanz, presidente de la Fundación Numa y consejero delegado del Grupo Numa Family Business.

En general, Sanz considera que el sector del asesoramiento es relativamente joven en España, desde que las bancas privadas empezaron a asesorar el patrimonio surgido del crecimiento económico de los años 70. “La industria es joven y el empresario también lo es como inversor. La industria está aprendiendo y madurando y la crisis está dando un acelerón que llega con nuevas exigencias para toda la industria financiera”. En este sentido, las empresas familiares están demandando un modelo eficiente y completo: “Cuantos más servicios dé una entidad, mejor, y por eso buscamos la figura del planificador, más que la de un mero asesor o consultor”.

Una figura capaz de ofrecer un servicio completo y que contrate fuera lo que no puede ofrecer dentro si quiere fidelizar un patrimonio familiar a lo largo de varias generaciones. Para Sanz, las entidades de banca privada de los grandes bancos españoles, aunque en ocasiones “tienen todos los servicios pero son poco eficientes al ofrecerlos de forma conjunta”, caminan en la buena dirección y están tratando de “pasar de una estructura de distribución de producto a dar un servicio global”.

De hecho, el experto considera que las empresas familiares jugarán un importante papel en la reestructuración de la banca privada. “Es necesario un cambio en la cadena competitiva ante la demanda de los clientes. Si el empresario pone sobre la mesa un paquete de exigencias, las entidades darán una respuesta acorde". Para el experto, aunque las estrategias son poco perceptibles porque son a largo plazo, las entidades ya han empezado a moverse y eso se verá cuando superen sus problemas actuales. Sanz, un enamorado de los fondos, cree que han de hacerse esfuerzos en toda la cadena de valor y que el trabajo conjunto es la fórmula para salir antes de la crisis.

Sin embargo, en ese proceso de adaptación a las nuevas demandas, considera que la capacidad de las EAFI para dar servicio a las empresas familiares es más limitada y que están lejos del papel que juegan en países como Estados Unidos, sobre todo por sus dificultades para ofrecer un servicio global y con activos diversos. “Las empresas necesitan asesoramiento pero también de servicios de banca comercial, fiscalidad y de temas corporativos como fusiones y adquisiciones”. En un mercado muy bancarizado, cree que las EAFI son una buena herramienta pero que su especialización se centra más bien en la asignación de activos o construcción de carteras de fondos "y en general tienen lagunas a la hora de dar un servicio global porque no ofrecen a los negocios familiares una cartera de inversiones completa”.

El factor correlación de la familia

Sanz reconoce los errores del pasado y cree que se han tomado muchas decisiones imprudentes, aceptado riesgos demasiado elevados y un apalancamiento desmesurado, adoptando un enfoque único centrado en el logro de altos rendimientos. Esas inversiones tienen en los negocios familiares un agravante y es el factor de correlación que suponen los miembros de la familia. “Los negocios familiares tienen tres patas, la familia, las inversiones empresariales y financieras de la familia en conjunto, y las inversiones de cada individuo. El problema es que las inversiones individuales de los miembros de la familia han trasmitido sus riesgos a todo el negocio”. Por eso, cree que se podrían haber evitado la mitad de las quiebras, “si las empresas familiares no hubieran sido bombardeadas por las aventuras individuales”.

De ahí que la primera conclusión y lección sea la importancia de entender el riesgo asociado a la inversión a la hora de posicionarse, una reflexión que ya se está haciendo y razón por la que desde la Fundación Numa se promueve una gestión responsable de la riqueza. “No hay que enfocarse solo en el retorno, sino también en el riesgo asociado. Las empresas no están obligadas a invertir en ningún activo sino en hacer crecer su patrimonio con un enfoque de largo plazo, con inversiones con horizontes de entre 30 y 60 años para transmitir a las segundas generaciones el mismo rendimiento, a valor actualizado”. Sobre la dificultad de igualar los retornos en un escenario de menor crecimiento, dice que en todos los escenarios hay oportunidades de inversión.

El efecto bipolar

En España, las empresas familiares representan cerca del 80% del PIB y Sanz advierte sobre la importancia de la gestión patrimonial de dichas empresas para la estabilidad económica del país. Algo que no siempre se ha tenido en cuenta, pues si bien los políticos toman medidas, resultan insuficientes, algo que Sanz califica como “la bipolaridad” de la Administración. “Es clave crear un escenario donde la empresa familiar pueda desarrollar sus actividades y crecer”, dice.

La Fundación Numa que preside está actuando en varios ejes: estudiando las necesidades de las empresas e identificando las estructuras y experiencias de éxito; diseñando modelos y herramientas útiles aplicables al negocio familiar; y colaborando con la Universidad de Chicago para ofrecer cursos dirigidos a empresas familiares, con el fin de que el empresario español adquiera conciencia de la importancia de las inversiones financieras, algo que tienen más en cuenta los empresarios estadounidenses. A finales de mayo ofrece el curso ‘Continuidad de la empresa familiar y la gestión del patrimonio’, junto a IE Business School.