Operación reciclaje de producto: el nuevo fenómeno que está teniendo lugar en la industria de gestión de activos

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Artem Beliaikin, Unsplash

La oferta de fondos sostenibles es cada vez más amplia. El número de productos tanto de gestión activa como pasiva no para de crecer dada la determinación de las gestoras por posicionarse en un nicho de mercado donde están detectando un creciente interés por parte de los inversores. En la primera mitad del año las entradas netas en fondos ESG rozaron los 37.000 millones de euros, prácticamente lo mismo que atrajeron estos productos en todo el año pasado. La mayor parte del dinero se está canalizando a través de estrategias de gestión activa, aunque la cuota de los ETF y fondos indexados ESG en lo que respecta a las entradas netas no para de crecer año tras año, hasta rondar actualmente el 25%.

Las gestoras han visto en esta tendencia un filón. A cierre de junio, había 2.232 fondos registrados en Europa que, por folleto, seguían criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno en su proceso de selección de activos, estaban adheridos a una temática relacionada con la sostenibilidad o buscaban, junto con el retorno financiero, un impacto positivo medible. El lanzamiento de nuevas estrategias se ha acelerado en los últimos años. Según datos de Morningstar, en la primera mitad del año se crearon 168 nuevos productos con formato ESG, de los que 142 fueron de gestión activa y 26 pasivos. De mantenerse el ritmo en el segundo semestre, el 2019 pasará a la historia como un año récord.

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Sin embargo, junto a esta operación de lanzamiento de nuevos fondos se está produciendo otro fenómeno muy interesante en la industria de gestión de activos, muy vinculado al ámbito de la ESG: el del reciclaje de producto. "No se habla lo suficiente del reciclaje en la industria. Calculamos que cada año entre un 4 y un 5% de los fondos cambian de nombre. Muchos productos se renombran como consecuencia de una operación corporativa. Pensemos en Aberdeen Standard, por ejemplo, cuyos fondos se adaptaron a la nueva marca. No obstante, existen otros muchos casos en los que se reconvierten en una estrategia nueva. Muchos de esos cambios tienen que ver con la ISR”, apuntan Chris Chancellor, director senior de Global Insights en Broadridge y Lynn Pattinson, editora senior para EMEA en la firma.

En este sentido, muchas gestoras están optando por modificar mandatos para situar el foco principal de las estrategias en la ESG, reflejando esta transformación en el renombramiento de los fondos de inversión. En este sentido, las entidades fueron especialmente activas en 2018, año récord en actuaciones de este tipo.

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En 2019 el proceso de revisión de folletos y cambios de nombre continúa. La última en hacerlo ha sido BNP Paribas AM, quien ha anunciado la integración sistemática de criterios ESG en todas sus estrategias, con el objetivo de que su gama insignia de fondos sea 100% sostenible. Estos cambios en el prospecto no siempre quedan bien reflejados. "El lenguaje utilizado no siempre es del todo claro y, en algunos casos, resulta difícil distinguir entre un fondo que sigue una filosofía ESG con un producto tradicional. Muchos han comenzado a agregar información en sus folletos sobre cómo implementan la ESG, generalmente con una frase corta que indica que este criterio se incorpora formalmente como parte del proceso de inversión. Sería una exageración llamar a estos productos como fondos puramente sostenibles", alertan desde Morningstar.

Pero… ¿qué gana la entidad con el cambio? Según señalan desde la firma de análisis, “la conversión de fondos en una oferta sostenible es una forma de que las gestoras aprovechen los activos existentes para construir su negocio de productos sostenibles, evitando así tener que crearla desde cero, y permitiendo acelerar el marco de tiempo requerido para alcanzar la escala. También puede ser un modo para que las entidades revitalicen fondos en dificultades, que luchan por atraer nuevos flujos”.

Tal y como indican, cambiar el nombre de un fondo aumenta la visibilidad de los esfuerzos de sostenibilidad de una gestora. Sin embargo, también se debe tener en cuenta que puede haber entidades que hayan cambiado el nombre de sus fondos sin realizar cambios significativos en su proceso de inversión o carteras. “Esto puede deberse a que el fondo ya tenía un enfoque ESG y la entidad simplemente quería resaltarlo. En otros casos, el gestor puede haber agregado un simple filtro de exclusión a la estrategia que gestionaba”.

En cuanto a las palabras más repetidas a la hora de renombrar un fondo, no hay sorpresas. Los casos más recientes lo ejemplifican muy bien. La estrategia de las entidades pasa por añadir a los nombres de los productos términos anglosajones como ESG, Sustainable, SRI, Green o Responsible. El objetivo es claro: resaltar su compromiso con el cumplimiento de los criterios de inversión responsable.

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Con todo esto, no hay que olvidar que el reto es que los inversores esperan que un fondo reconvertido lo haga igual de bien que un nuevo lanzamiento. “Al fin y al cabo no hay motivos para que no sea así. Pero la realidad es que no es así. Por ahora solo podemos especular con los motivos. Quizás sea porque un cambio de estrategia no tiene tanta emoción como un lanzamiento nuevo. No generan la misma energía dentro de los propios equipos de ventas y marketing de las gestoras y, sin embargo, la reconversión de fondos es un mecanismo que tiene sentido. Es un método más barato y más eficiente”, concluyen Chancellor y Pattinson.