La maquinaria económica brasileña ha demostrado su potencia con su rápida salida de la crisis de 2009. Sin embargo, recientemente han aflorado algunos desequilibrios estructurales peligrosos que hacen dudar del paso del país de la “eterna promesa” a una “economía sólida y verdaderamente influyente a escala mundial”. El mercado laboral brasileño ha mejorado incesantemente estos últimos años: las disparidades de distribución de la renta se han resuelto lentamente, mientras que la clase media, que crece rápidamente, proporciona al país una nueva capa de consumidores potenciales.
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