Jorge Silveira Botelho, responsable de gestión de activos de BBVA AM Portugal, reflexiona acerca del papel del euro como un eslabón de diversificación en la desdolarización de los BRICS.
TRIBUNA de Jorge Silveira Botelho, responsable de gestión de activos de BBVA AM Portugal.
En los últimos tiempos mucho se ha hablado de la desdolarización, como algo inevitable en un mundo más polarizado económica y políticamente, donde la guerra de Ucrania y la consecuente congelación sin precedentes de los activos financieros rusos, ha generado la necesidad intrínseca de algunos países de buscar una mayor diversificación en sus reservas.
La enorme dependencia del dólar sigue siendo una realidad innegable, donde más del 80% de las transacciones de divisas entre países se realizan en dólares. Más del 50% de las transacciones y pagos se realizan en dólares y el dólar, a pesar de haber perdido algo de peso en las últimas décadas, sigue representando el 58% de las reservas de divisas en 2022 (fuente: FMI).
Sin embargo, últimamente hemos visto cómo un amplio abanico de países, concretamente los BRICS, han incrementado las líneas de swap de divisas entre ellos, han establecido acuerdos específicos para realizar transacciones con sus propias monedas e incluso han alimentado la idea de crear su propia moneda. El peso de los BRICS en la economía mundial es actualmente del 31,5% en términos de paridad de poder adquisitivo, superior al 30% de los países del G7 y con tendencia a aumentar aún más, según el FMI. Cabe destacar que China representa el 74% de las exportaciones de los BRICS según datos de la OMC, donde recientemente se ha afirmado como el mayor exportador de automóviles del mundo, superando a Japón, representando actualmente el 35% de las exportaciones de vehículos eléctricos. Pero a pesar de todo esto, China sólo representa el 2,75% del total de las reservas mundiales en 2022.
De hecho, no podemos subestimar el propósito de estos países de depender menos del dólar. Según un estudio de la economista jefe del FMI, Gita Copinath, una apreciación del dólar del 1% en un año representa una reducción del comercio con el resto del mundo de entre el 0,6% y el 0,8%. La razón es un tanto intuitiva, en la medida en que la gran mayoría de los precios internacionales de los bienes se fijan en dólares, lo que significa que cuando el dólar se aprecie, todos los demás países tendrán menos capacidad para comprar bienes entre ellos y, naturalmente, importarán menos.
Una historia común
Pero atención, aparte del gran potencial económico de las diferentes economías BRICS, lo que estos países tienen en común son sus enormes vulnerabilidades políticas, económicas y sociales. De hecho, algunos de estos países ni siquiera disimulan su autocracia, y el alcance de sus políticas económicas y sociales es a menudo imprevisible, dada la fragilidad de sus regímenes y la ausencia intrínseca de libre circulación de personas, mercancías y capitales.
Por lo tanto, hablar de una moneda BRICS no es más que un proceso de buenas intenciones, ya que, en la práctica, los Estados con estas características difícilmente encuentran una base sólida para generar una confianza mutua sostenible a largo plazo.
Dado que una moneda BRICS nunca será una alternativa viable al dólar, la única opción plausible para que los BRICS reduzcan su dependencia intrínseca del dólar es diversificar sus reservas en otras monedas que también ofrezcan un alto grado de confianza.
En este sentido, el euro aparece como un eslabón natural de diversificación, en la medida en que la zona euro es uno de los mayores socios comerciales de los BRICS y, al mismo tiempo, la segunda mayor reserva de divisas, representando el 20,5% de las reservas totales en 2022, según el FMI.
Pero a este argumento se añade el hecho de que la dinámica de apreciación del euro frente al dólar parece haber adquirido recientemente alas propias, que no deben subestimarse.
¿Qué papel puede jugar el euro?
En primer lugar, el euro ha recuperado una fuerte credibilidad en los últimos años, tras haber superado un importante conjunto de pruebas de resistencia: la crisis financiera, la crisis soberana, el Brexit, la pandemia, la guerra de Ucrania y el choque inflacionista.
Segundo, la movilidad de los factores es ahora una realidad en la zona del euro, especialmente con el excepcional progreso que se ha producido en la movilidad de los factores laborales en la última década.
Tercero, los fundamentos macroeconómicos son ahora mucho más sólidos en la Eurozona que en EE.UU., tanto en términos de déficit comercial y presupuestario como de deuda, donde la Eurozona gestiona actualmente una deuda pública del 91,6% del PIB a finales de 2022, según Eurostat, frente a más del 123,4% en EE.UU. según el CEIC.
Cuarto, no hay que ignorar la robustez actual del sistema financiero de la zona euro, que se ha visto obligado a capitalizarse compulsivamente en un entorno de difícil generación de beneficios. Sin embargo, esta solidez actual es una garantía de financiación continua para la economía, lo que no puede decirse del sector financiero estadounidense, donde las limitaciones son demasiado evidentes.
Quinto, la dinámica endógena de la economía europea es fuerte, ya que hubo un exceso de ahorro que no se gastó durante la pospandemia, derivado de la guerra y del brutal choque inflacionista. La reciente caída de los costes de la electricidad y la normalización de los inventarios hacen prever un importante escenario desinflacionista en Europa que debería tener un impacto transversal en la confianza de los agentes económicos.
En sexto lugar, la búsqueda de una mayor independencia energética a través de la diversificación geográfica de las fuentes de energía y su mayor autonomía abre espacio para un nuevo paradigma energético y tecnológico en la Eurozona, algo que en la última década fue crucial en la dinámica de crecimiento estadounidense tras la Gran Recesión.
Por último, no hay que subestimar el hecho de que, tras ocho años de tipos de interés negativos, la Eurozona remunere por fin positivamente sus depósitos. No hay que descartar en absoluto que durante el próximo año los tipos de interés del euro se sitúen por encima de los tipos de interés directores de la Fed.
En este sentido, lo que nos parece claro es que los BRICS, antes de discutir la creación de una moneda única en su seno, deberían aprovechar la oportunidad de subirse a la buena ola del Euro, porque éste puede ser un atajo creíble hacia una menor dolarización de la economía mundial y la consiguiente mejora de su posición competitiva.