Cómo gestionar el riesgo en un entorno complejo

Patrick_SERRE_21
Cedida

Las crisis de 2008 y de 2011 han vuelto a situar la gestión del riesgo en el centro de las preocupaciones de los profesionales del mercado. Esta inquietud se refleja a diario en las preguntas que se plantean los inversores, quienes se muestran más interesados que nunca en los métodos desarrollados en materia de gestión del riesgo por los equipos de asignaciones dinámicas.

¿Cómo integrar la gestión del riesgo en el proceso de asignación de activos de un fondo macro flexible?

Si bien en una gestión discrecional las elecciones de inversión y la asignación de activos a largo plazo se fundamentan en el análisis macroeconómico, el gestor debe autoimponernse un conjunto de restricciones rigurosas y cuantificables para garantizar la gestión diaria del riesgo. Además de los riesgos de mercado, la gestión del riesgo abarca lo que se conoce como «psicología de las finanzas» (behavioural finance). En efecto, determinados estudios* muestran cómo la psicología de los agentes puede alterar su capacidad de razonamiento (exceso de confianza, visión cortoplacista, pánico, etc.) y rebajar la calidad de sus decisiones de inversión. Un enfoque pragmático aporta serenidad a los gestores, que así pueden dedicarse más eficazmente a generar valor añadido.

En concreto, ¿cuáles son los tipos de riesgos cubiertos y de qué manera se gestionan?

Los fondos macro flexibles suelen estár sujetos a un límite máximo de volatilidad comprendido entre el 7% y el 10%. Este es un firme compromiso con los inversores que  permite mitigar el impacto del timing.

Este límite de volatilidad restringe, obviamente, la exposición a los activos de riesgo. El gestor debe desarrollar herramientas para calcular presupuestos de riesgo en relación con cada clase de activos en función de la evolución de las condiciones de mercado (volatilidad, correlación), de tal modo que  la asignación de activos respete en todo momento dichas restricciones.

El control del  límite de volatilidad se basa en el cálculo de una volatilidad conocida como ex ante, que refleja, en cierto modo, la volatilidad instantánea de la cartera. Dicha volatilidad depende de la volatilidad de los activos que integran la cartera y de su correlación. Si la volatilidad ex ante se acerca al límite global asignado al fondo se puede optar por varias alternativas: reducir la parte de la cartera dedicada a los activos de riesgo, aumentar la exposición a activos reductores de la correlación (como, por ejemplo, los fondos de volatilidad) o cubrir el beta de las posiciones directas en acciones. Estas herramientas preparan el terreno identificando los activos y las clases de activos que tienen la contribución más importante al riesgo.

¿Puede que la volatilidad represente solo un riesgo mediano? ¿Qué hay de los riesgos extremos?

Por supuesto, el perímetro de la gestión del riesgo no se limita al control de la volatilidad. Las posiciones individuales se protegen mediante órdenes stop-loss, que permiten controlar el riesgo idiosincrático (ligado a factores que no dependen de la dinámica del mercado, como las fusiones/adquisiciones, por ejemplo). No obstante, una de las lecciones aprendidas tras la crisis del verano de 2011 ha sido de conceptuar la volatilidad de las acciones de manera diferente: consideramos que a partir de un nivel determinado de volatilidad (a corto plazo), que situamos en torno al 30%-35%, un definido proceso de inversion ya no permite gestionar las posiciones en renta variable de manera dinámica.

Conviene, por lo tanto, reducir significativamente la exposición a renta variable e interrumpir las órdenes stop-loss, que en tales periodos acentúan las pérdidas por el restablecimiento de las posiciones a destiempo. Igualmente, en periodos de crisis, los flujos de capitales y los diferenciales comprador/vendedor (bid-ask) son indicadores adicionales que revisten una gran importancia. Por último, se puede preveer en todo momento una cartera teórica de cobertura, compuesta por contratos de futuros líquidos, que permita, en caso de que se produjera un fuerte shock, reducir a cero el grueso de las  exposiciones (beta y sensibilidad a la renta fija).



*Véase por ejemplo los artículos Market bubbles and investor psychology, Vanguard research, febrero de 2011 e Investment behavior and the negative side of emotion de B. Shiv, G. Loewenstein, A. Bechara, H. Damasio y R. Damasio, publicada en la revista Psychological Science 16:435-439