¿Cómo protegernos de las curvas en los mercados?

Jorge Coca (IEB)
Foto cedida

Artículo de Jorge Coca, profesor del Programa Private Wealth Management del IEB y socio fundador de Wealth Solutions.

El gran inversor americano Peter Lynch dijo una vez que “se ha perdido mucho más dinero intentando anticiparse a una corrección del mercado que en la propia corrección”. La ley fundamental de las inversiones es la volatilidad, es decir, un inversor obtiene rentabilidades por encima de las letras del Tesoro (activo sin riesgo) únicamente si asume un riesgo superior. Este riesgo superior implica tener mayores retornos potenciales a cambio de más variabilidad de los resultados o volatilidad. Si invertimos en los mercados financieros tendremos momentos duros con grandes variaciones en los retornos en función del riesgo que estemos asumiendo.  

En nuestra opinión, la mejor solución para poder vivir con estas oscilaciones en los mercados es tener un plan de inversiones o también llamado, política de inversión, definido en función de nuestros objetivos, restricciones y necesidades como inversores. Esto significa dividir mentalmente nuestro patrimonio en tantos objetivos como tengamos a nivel familiar, profesional y personal (educación hijos, compra de casa, jubilación, etc.).

Muy pocos inversores tienen su política de inversión bien definida. Curiosamente, todos tenemos muy claro que, para montar una idea empresarial, hay que hacer un plan de negocio, pero nadie nos ha enseñado que para invertir, debemos definir una política de inversión, en cierta manera muy similar al plan de negocio.

Si en lugar de definir una política de inversión por objetivos como ahora detallaremos, hemos determinado un perfil de riesgo para todo nuestro patrimonio (nosotros mismos o algún asesor nos ha definido como “moderados” o “dinámicos”, por ejemplo) y nos quedamos ahí, será más difícil asumir el movimiento cuando lleguen las “curvas”. Si todo nuestro patrimonio responde a un perfil de riesgo, cuando llegue ese momento, veremos nuestro patrimonio en conjunto caer un 20%, 30% o 50% en función del riesgo que tengamos. Es decir, las “curvas” afectarán al total de nuestro patrimonio dejándonos bastante intranquilos.

Si, por el contrario, hubiésemos definido una política de inversión por objetivos el proceso sería muy distinto. Por ejemplo, podríamos definir los siguientes objetivos: necesidades anuales, compra de casa, educación hijos y jubilación. Para cado uno de ellos definiremos un importe y horizonte temporal aproximado, lo que definirá el nivel de riesgo que podrá asumir cada uno. De esta manera resolvemos un problema complejo, como es cumplir todos nuestros objetivos vitales, en varios problemas más sencillos de solucionar.

Para todos ellos querremos la mayor rentabilidad con el menor riesgo posible, pero sólo podremos priorizar una variable en cada uno. Por ejemplo, en nuestro objetivo de necesidades anuales, cuyo horizonte temporal son doce meses no podremos asumir riesgo y la variable clave será la preservación nominal, es decir, que no caiga en valor dicho objetivo. En este caso sacrificaremos la rentabilidad y otras variables por la preservación nominal, por lo tanto, casi no tendremos volatilidad o variaciones por el camino.

En nuestro objetivo de jubilación, sin embargo, si nos quedan muchos años para dicha fecha, la variable importante será el crecimiento real, es decir, por encima de la inflación. Para conseguir esta variable y dado que quedan muchos años para llegar a ese objetivo, éste si deberá asumir un cierto riesgo y por lo tanto tendremos volatilidad por el camino. No sabemos cuándo, pero las “curvas” vendrán y podremos tener años muy negativos en resultados, pero la cartera se recuperará y, con el tiempo, el retorno habrá compensado esa volatilidad.

La mejor cobertura emocional ante la volatilidad es, por tanto, tener una política de inversión definida por objetivos. Esto nos ayudará a soportar mejor los vaivenes por el camino. Si tuviéramos otro año como 2008, donde sufrieron mucho todas las clases de activos, y por ejemplo nuestro patrimonio hubiese perdido un 25% de valor, tendríamos dos posibles escenarios: haber definido nuestro patrimonio en su conjunto por un perfil de riesgo o, por otro lado, haber definido una política de inversión por objetivos.

En el primer caso veríamos que nuestro patrimonio con un perfil “moderado” o “dinámico” ha perdido un 25% en agregado, pero sin ver más allá. En el segundo caso veremos, siguiendo con el ejemplo de los cuatro objetivos que en agregado hemos perdido el mismo 25% (asumiendo un mismo resultado), pero veremos que nuestro primer objetivo de necesidades anuales ha obtenido ese año un +2%, el de compra de casa un +1%, el de la educación hijos ha perdido un 2% y el de jubilación ha perdido un 28%, lo que dará aproximadamente una pérdida del 25% en agregado.

Esta segmentación por objetivos nos permitirá ser conscientes de que tenemos cubiertos nuestros próximos seis o siete años de necesidades familiares (necesidades anuales, compra casa y educación hijos) lo que nos dejará mucho más tranquilos. También observaremos que lo que más ha perdido es nuestro objetivo de jubilación donde tenemos muchos años para llegar al mismo, por lo que tenemos tiempo para recuperarlo con creces. En la corrección de 2008 (la peor de los últimos 100 años) los niveles previos se habían recuperado en menos de dos años (siempre que hubiéramos rebalanceado y estando diversificados).

Este sistema, además de otras muchas ventajas, permite convivir con nuestras emociones, conseguir mejores resultados y evitar “jugar” a adivinar cuándo van a subir o bajar los mercados.

Si el patrimonio es de más de un propietario, cobra una mayor relevancia la definición de una política de inversión por objetivos, ya que no todos los titulares tendrán la misma formación o tolerancia al riesgo, haciéndose más importante el desgranar el problema complejo en varios menores y dar robustez a la definición. Esto ayudará a no tener problemas familiares o de pérdida de confianza en casos de pérdidas patrimoniales temporales (momentos de alta volatilidad).

Nuestra mejor recomendación para protegernos ante la volatilidad de los mercados es por lo tanto definir una política de inversión para la gestión de nuestro patrimonio en base a nuestros objetivos, restricciones y necesidades como inversores (seamos una familia o una institución o empresa).