Conflicto de intereses

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Cedida

Qué curioso. Se supone que la mayoría de las personas que trabajan en el sector financiero están a favor del libre mercado. Puede que los banqueros no sean muy amigos de la libre competencia, pero que estén contra el libre mercado …

Pues si el refrán “por sus hechos los conoceréis” es cierto, no le quepa, amigo lector, la menor duda: el sector financiero español es profundamente contrario a uno de los pilares básicos del libre mercado: la separación entre productor, distribuidor y asesor, que es la cadena básica de negocio de cualquier producto (asesor solo en productos complejos, claro).

Centrándonos en el sector de la inversión colectiva, hete aquí que los grupos bancarios y los de las cajas de ahorro hacen el producto (fondo de inversión), lo distribuyen (hay canales alternativos, pero el grueso se vende a través de ass sucursales) y, lo más gracioso: son los que te “asesoran” sobre cual debes de adquirir, que curiosamente suele coincidir con lo que está en campaña en ese momento, seas quien seas, busques lo que busques. Más que al libre mercado recuerda al ejercito. Y en el ejercito, aunque todas las botas y todos los pantalones sean iguales, al menos eliges talla. Aquí, ni eso.

No deberíamos estar orgullosos de este modelo. Y tanto los legisladores como los profesionales de la inversión colectiva deberían intentar cambiarlo. Las consecuencias de este modelo se resumen en muy pocas palabras: conflicto de interés. Y la segunda derivada también: desprestigio. Y la tercera, en una frase: nos estamos jugando la supervivencia del sector, porque al final la gente se cansa de que se la “coloquen doblada” y deja de comprar.

La consecuencia de este monopolio en la cadena de negocio es evidente: lo que le interesa vender a la entidad financiera no suele ser lo que le interesa comprar al cliente. Ahí es donde choca el interés de uno con el otro. Y se ha convertido en la norma, no en la excepción. Unos años es ese garantizado que se le coloca a un inversor que estaba dispuesto a asumir un poco de riesgo y que le habría ido mucho mejor con un fondo mixto (record de colocación de garantizados en 2003, justo antes de cuatro años de subida bursátil) . O en los 90 ese fondo tecnológico vendido a una señora de 80 años (doy fé de que es verídico), o ese “pedazo” de estructura (bono estructurado) cuya letra pequeña le lleva varios días entender a un premio nobel y aún así le quedan dudas (también verídico), y que se le vende a personas carentes de una mínima cultura financiera. La lista sería interminable.

Cómo yo que sí soy partidario del mercado creo que la solución no depende sólo de los reguladores, y que en el mercado los desequilibrios y los efectos perversos como este se acaban solucionando solos, pero que duda cabe que en esta caso concreto son tales los intereses que hay detrás de este conflicto que sin una pequeña ayuda de los legisladores el perjuicio al interés de los ahorradores e inversores se repetirá año tras años. ¿Creen uds. que si las propuestas de inversión las hicieran solo o mayoritariamente asesores realmente independiente se podrían vender las “motos” que venden bancos y cajas?. Por supuesto que no. Se venderían, claro, pero muchas menos. Y se andarían con más cuidado.

Digo todo esto en claro conflicto con mis propios intereses, porque como asesor independiente los excesos que cometen bancos y cajas llenan nuestras oficinas de inversores frustrados que buscan desesperados un asesoramiento que, aunque no sea perfecto, al menos sea honesto, objetivo y fiable. Desde mi propio interés lo tengo claro: que se mantenga el “satu quo” actual. Facilita la labor comercial. Cada vez que sale un garantizado, una estructura ininteligible que no será rentable o se coloca una acción preferente yo le llamo “cartera de obra” (como los contratos pendientes de ejecución en las empresas constructoras). Los suscriptores de esos productos son nuestros futuros clientes. Pero como profesional, como economista y como ciudadano me gustaría que, de una vez por todas, la administración, los clientes y los profesionales se rebelen contra esta situación. Ganarían los consumidores y ganaría en prestigio de la industria. Sólo perderían algo bancos y cajas, pero no se preocupen: pierden más ellos solitos regalando hipotecas, comprando activos tóxicos o financiando en base a criterios políticos. Esto sería pecata minuta”. Además, pase lo que pase seguirán teniendo el grueso del pastel - y la producción que no es poco -, pero al menos fomentemos que exista, si no un mercado libre, una alternativa en la distribución y el asesoramiento. Aunque solo sea una.