De la especulación en precios (vía derivados) a la especulación en precios y cantidades (vía ETF)

Simon_Perez_Golarons
Foto cedida

Ya hace mucho tiempo que nacieron los productos derivados sobre materias primas. El nacimiento de éstos se ubica en Asia, en contratos sobre el arroz para asegurar los precios de intercambio futuros antes de recoger la cosecha, mucho más antiguos que las acciones.

El origen de las transacciones en derivados sobre materias primas responde a una necesidad de la economía real, la cobertura de precios para productores y consumidores de la materia prima en cuestión. La realidad es que, una vez creado el derivado, éste puede usarse no sólo para cubrirse, sino también para adquirir exposición por operadores que no tienen, ni compran ni venden el subyacente.

La mayoría de operaciones en derivados se realzan por operadores que apuestan por el alza o baja de precios de una materia prima, sin ninguna conexión real con la misma. Por este motivo, los críticos de los mercados financieros consideran que la “especulación financiera” lleva a alteraciones en los precios de las materias primas, algo así como considerar las operaciones en derivados como un “perturbador financiero de la realidad”.

¿Tienen razón? Pues la verdad es que sí. Lógicamente, las operaciones en derivados tienen un efecto en los precios. Mientras que el mundo real funciona por oferta y demanda y, por lo tanto, según precios y cantidades de equilibrio, el mundo financiero, dado que la mayoría de derivados se liquida a vencimiento por diferencias y no por entrega física, únicamente altera los precios por una visión alcista o bajista, sin considerar las cantidades.

Esta falta de consideración del factor cantidad da aún más alas a la especulación desvirtuada de realidad, da aún más potencial a la perturbación financiera, puesto que los productos derivados pueden apalancar o multiplicar varias veces la realidad.

Si podemos vender productos en el futuro, por ejemplo diciembre, se podría dar la paradoja de que en el mes de agosto hubiera ventas netas por cinco o 20 veces la producción real que va a haber de aquí a diciembre. También podríamos comprar en un mes 50 veces el Brent de todo el mundo (no creo que nos llegase el dinero pero, en el plano teórico, se podría).

Los “críticos” se quejan de unos precios alterados por unos especuladores alcistas y bajistas que no tienen en cuenta el equilibrio real de oferta, demanda y stock. Consideramos que ciertamente esto genera mayor volatilidad y sobrereacción a la realidad en ambas direcciones.

El ETF, nuevo producto financiero para exponerse a las materias primas

Actualmente, ha nacido un nuevo producto financiero que nos permite adquirir exposición a las materias primas. Hablamos de los ETF, los fondos cotizados que replican la evolución de un índice, precio o tipo de cambio. En este caso nos referimos a los ETF que replican el precio de las materias primas.

Los ETF también tienen un efecto en las materias primas que podríamos considerar un perturbador financiero de la realidad. Los ETF, para realizar sus réplicas, pueden operar de dos formas diferentes: la primera es la réplica sintética y la segunda es la réplica física.

Cuando hacen réplica sintética, básicamente adquieren la exposición al subyacente vía futuros, opciones y swaps. Es decir, el ETF opera como se hacía con derivados, no compra la “cosa”, sino que pacta liquidaciones por diferencias vinculadas a la evolución del precio.

Cuando hacen réplica física compran la “cosa” y la almacenan, es decir, la inversión está respaldada por una exposición real al activo o materia prima subyacente. Las órdenes de compra y venta de los ETF de réplica física se convierten en compras y ventas de la materia prima en los mercados reales. Los ETF mantienen grandes almacenes de stock de materias primas distribuidos a lo largo de todo el globo.

Los ETF suponen importantes cambios en la llamada “especulación sobre materias primas”

El primero es que si bien los ETF por réplica sintética pueden ser cortos o largos como los derivados (hay ETF sintéticos inversos), los ETF por réplica física sólo pueden ser largos.

El ETF físico acumulará materia prima o la liberará, pero su concepción sólo permite a los inversores apostar al alza. Ciertamente, podrá vender si la gente vende ETF, pero sólo podrá vender lo que primero compró. Por este motivo, el efecto en precios de los ETF de réplica física será más fuerte al alza que a la baja, no pudiendo ser netamente bajista.

Además de este cambio en su efecto sobre el precio, el ETF de réplica física tiene también un efecto sobre las cantidades, puesto que las compra y las acumula. Pero son acumulaciones de stock que no responden a una demanda para consumo, sino para tenencia del bien sin utilizarlo.

No podemos decir que no sean reales. Nosotros preferimos los ETF de réplica física, dado que los consideramos más reales por comprar de verdad el elemento en cuestión. Así que recoge recursos en el mercado financiero pero los acaba trasvasando al mercado real, es un producto financiero pero invierte en producto real, con lo que no queda clara la clasificación de este continente financiero de contenido real.

Del mismo modo que no podemos impedir a una persona comprar un lingote de oro, nadie puede impedirnos comprar unos kilos de aluminio y, para no tenerlos en casa, hacerlo a través de un ETF y pagar a Goldman Sachs o Deutsche Bank un pequeño porcentaje anual para que nos lo guarden en un almacén.

Esto genera, por lo tanto, una nueva demanda real de materias primas que no había y, al haber una demanda sin fines productivos, se produce un efecto alcista en el precio, que no sólo viene por la  visión alcista de precios y la apuesta en tal sentido, sino también por la reducción de la materia prima en circulación por su almacenamiento.

Un ETF de réplica física siempre será una apuesta al alza de la materia prima, mayor o menor, pero siempre al alza. De este modo, en términos netos, el ETF de réplica física siempre será tenedor positivo, lo cual hace que su efecto en cantidades siempre sea mayor demanda o menor oferta, es decir, siempre mayor precio.

Por ello, tenemos que saber que ha aparecido un nuevo perturbador de la realidad por los deseos de inversión, los ETF de réplica física, que se mueven entre dos aguas, la real y la financiera, y que afectan vía precios y cantidades. Todo un cambio respecto a los derivados y a los ETF sintéticos que, al final, son también derivados.

Mal uso del mercado

Las quejas por parte de los operadores reales sobre el efecto de los mercados financieros en sus correspondientes operaciones reales son crecientes. Las últimas noticias que proceden del otro lado del charco apuntan a que, posiblemente, Coca-Cola esté detrás de una investigación que se puede realizar por parte de cierta institución reguladora en cierto país ¿El motivo? El encarecimiento del aluminio.

Algunos creen que Goldman Sachs y otros bancos de inversión tienen almacenes con los que están reteniendo expresamente materia o haciéndola dar vueltas innecesarias para alargar los plazos de entrega que, en algunos casos, ya se han duplicado y, con ello, subir el precio artificialmente.

Lo que es evidente es que los creadores de ETF de réplica física tienen un incentivo a crear tendencia alcista para atraer inversores y para ver cómo se incrementa el valor de sus reservas. De este modo, aumentarán las entradas y la valoración del capital existente, con ello sube el total de millones de dólares (o euros) que contiene el ETF y, por tanto, las comisiones, que al fin y al cabo son un porcentaje del patrimonio en gestión. Los productores acaban trasladando el encarecimiento al consumidor, que es el perjudicado último

En cualquier caso, no nos parece falto de ética ni de moral que cualquier persona tenga derecho a comprar las “cosas” que quiera a través de ETF de réplica física para almacenarlo y no tocarlo. Si no fuese posible, estaríamos en un grado de intervencionismo propio de un sistema comunista. Este derecho, ciertamente, tiene un precio para los operadores reales, un precio que se paga en forma de sobreprecio, pero es totalmente lícito comprar cosas. De ahí a las posibles malas praxis que puedan realizar los bancos de inversión, lógicamente hay un abismo.