De las olas a las pasarelas

Kamil Molendys, Unsplash

El Capitán Cook se encontraba en plena travesía entre Tahití y Norteamérica cuando,  con ventura, avistó un salpicón de islas hasta entonces ignoradas. Corría el año 1778 y se trataba de lo que más tarde se llamaría el archipiélago de Hawaii. Dicen que, de aquella época,  data el primer escrito de lo que hoy conocemos como surf.

Y una vez descubierto y profanado el Pacífico Sur, llevemos a cabo un ejercicio trepidante: cambiemos  de siglo, protagonista y oficio. Sin abandonar, eso sí, la filosofía hawaiana. Hablar de Isabel Marant no debería llevar a nuestros lectores, en principio, a pensar en Cook y su tripulación. Pero si les dijera que su nueva colección evoca en cierta medida este momento histórico de conquista de los mares, su percepción cambiaría. Y es que la última antología de Isabel Marant, máximo exponente de la bohème chic y la belleza no teatral, ha vuelto su mirada  hacia aquellos hombres anfibios que, temerosos de la madre naturaleza, le pedían ceremoniosamente, que las olas crecieran.

Lanzar una colección de moda surfer es un proyecto que, necesariamente, tiene que ir acompañado de un guiño a la California de los 70.  De ahí que se trate de un mosaico de piezas simples, americanas y frescas. Predominan los colores flúor, el capri y el rosa chicle. Las prendas femeninas reflejan a la perfección el espíritu de las surfgirls. Mujeres escultóricas y bronceadas que, abandonadas de la retórica de la plasticidad, acuden a vestidos libertinos, shorts minimalistas y pantalones pescadores.  Los hombres de la tabla, también abrazarán esta sencillez y apostarán por el lino, atreviéndose con los jersey de ochos, cuando caiga el sol y la brisa se vuelva insistente. Un look soleado y costero que en ocasiones se vuelve indígena. Y es que el surf, va de la mano de la belleza atlética, distendida y sin aspavientos.  Y si la ocasión lo merece y nos espera una fiesta alejada de las olas, sólo sería necesario meter los pies, hasta ahora descalzos, en unos sofisticados tacones en el caso de ellas.

Una carta de presentación sencilla y luminosa que, acompañada de un peinado (despeinado) ondulado y la piel tostada, es apta para el día, la noche, la orilla y el interior.

Corría el año 1778 cuando la tripulación del Capitán Cook , se dio de frente con la multitud de los jinetes de las olas. Me imagino que les llevaría su tiempo comprender que estaban descubriendo una subcultura “mágico-religiosa” .Una comunidad amante del deslizamiento y la “pura vida”. Hombres batracio que, cada día, admirando la belleza trágica y a la vez elemental de las olas, se iniciaban hacia un nuevo mundo.

 

SURF NOW, APOCALYPSE LATER

 

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