Diez años desde la caída de Lehman Brothers

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Este mes de septiembre hará 10 años que uno de los más antiguos bancos de inversión de Wall Street dejó de existir. Tras un largo fin de semana de debates infructuosos entre la Fed y las principales entidades financieras para explorar otras soluciones, ocurrió lo impensable: Lehman Brothers se declaró en quiebra. Era el lunes 15 de septiembre del 2008 y su balance ascendía a 639.000 millones de dólares. Hasta hoy continúa siendo la bancarrota más grande registrada en los anales de EE.UU. Aquel día la bolsa “sólo” cedió un 4,5%. La verdadera capitulación de los mercados aún estaba por delante.

Caídas del índice desde los máximos en porcentaje durante las recesiones posguerra. 

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Fuente: Haver/elaboración propia

Varios canarios dejaron de cantar por el camino

La desaparición de Lehman Brothers fue el punto culminante de una crisis que se venía cociendo desde hacía meses. En marzo del 2007 el mercado de las hipotecas subprime ronda la aparatosa cifra de un billón trescientos mil millones de dólares, equivalente al 13% de todas las hipotecas en EE.UU., y la bolsa lleva 5 años subiendo. Ni las reflexiones de A. Greenspan (el entonces presidente la Fed) sobre el frágil estado del mercado inmobiliario, ni la implosión de dos hedge funds de Bear Stearns en la que se esfumaron unos 800.000 millones de dólares parecen frenarla. 

En mayo del 2007 el índice S&P 500 pulveriza su récord del año 2000 (1.527, en marzo) para subir hasta 1.565 en septiembre. Será el máximo pre-Lehman. Desde los mínimos tras la burbuja puntocom en 2002 (777), el índice luce una subida del 101%.

Nadie lo sabía aún, pero la economía americana estaba a menos de tres meses de entrar en una profunda recesión.

El 16 de marzo del 2008, otro banco de inversión (Bear Stearns) firma un acuerdo para fusionarse con JP Morgan en una compañía creada a propósito y financiada principalmente por el Banco Central de Nueva York. En los documentos de lo que en realidad era un rescate, las acciones de Bear Stearns se valoran en dos dólares. Sólo un mes antes, cotizaban a más de 90 dólares en bolsa... Este mismo día, las acciones de Lehman Brothers caen un 48%, aunque milagrosamente se recuperan dos días después, gracias al discurso de su carismático líder Dick Fuld que rechaza cualquier intento de recapitalización sugerido por el Tesoro Americano.

Los meses pasan y el declive del mercado inmobiliario lleva a Fannie May y a Freddy Mac al borde de la quiebra. El FHFA (Federal Housing Finance Agency, un ente federal) asume el mando el 6 de septiembre. En el balance combinado de las dos instituciones hipotecarias, inicialmente creadas por el gobierno para fomentar el acceso a la propiedad de viviendas, hay deuda por más de un billón quinientos mil millones de dólares. Hasta entonces, ambas contaban con una calificación crediticia “AAA”.

Una semana más tarde, Hank Paulson, el secretario del Tesoro Americano convoca una reunión de emergencia con los dirigentes de las principales entidades financieras.  Es viernes a las cinco de la tarde y el propósito de Paulson es formar un sindicato para el rescate de Lehman durante el fin de semana. Y anuncia que esta vez no habrá garantías del Tesoro.

Todos los que participan en la reunión saben que el bróker no va a sobrevivir a la sesión del lunes siguiente sin ayuda. La tentación de quedarse con el cuarto banco de inversión más importante de Wall Street es palpable, pero nadie quiere asumir su balance tóxico.

El sábado emergen dos posibles compradores, aunque tras ver los libros de Lehman, el primero (Bank of America) se retira, no sin entablar conversaciones con Merrill Lynch, entidad que tres días más tarde absorbe. El domingo, el otro pretendiente (Barclays Bank) también desiste al no obtener garantía ninguna del Tesoro. Lehman Brothers, con sus 25.000 empleados se queda sin alternativas.

Hay quién dice que si el bróker, en vez de llamarse “Lehman Brothers”, se hubiera llamado  “Lehman Sisters, nunca habría llegado a tales extremos. En retrospectiva y puesto en el contexto de entonces, la quiebra de Lehman Brothers no deja de ser singular: Bear Stearns se había rescatado en marzo bajo la tutela del Banco Central de Nueva York y a principios de septiembre, Hank Paulson había obtenido 700.000 millones de dólares del Congreso para salvar a Fannie May y a Freddy Mac. Tan sólo un día después de la caída de Lehman, el Banco Central Americano facilita un préstamo “de emergencia” de 85.000 millones de dólares a la aseguradora AIG.  O sea, ni antes ni después se había dejado caer a “entidades sistémicamente importantes”.  ¿Acaso, Lehman Brothers no lo era?

Sería un error pensar que la quiebra de Lehman Borthers fue la causante de todos los males en bolsa en esta época.  Durante los doce meses que precedieron al evento, el sentimiento de los mercados se había deteriorado y el índice S&P 500 había cedido un 18%. Era sólo un preludio. Si hasta entonces prácticamente toda la comunidad financiera contaba con un rescate de última hora, la quiebra había supuesto un catalizador que abría abismos en la mente de los inversores; de repente todo era posible y las ventas se aceleraron. Seis meses más tarde, el índice había caído otro 44%.  Desde los máximos alcanzados en 2007, había perdido más de la mitad (-57%) en dieciocho meses: es el desplome más desgarrador de la bolsa americana en tiempos posguerra.

Índice S&P500 desde junio 2006 hasta junio 2009.  

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Fuente: elaboración propia, Bloomberg

Entonces, ¿hemos aprendido algo?

No sorprende que, desde entonces, el sector financiero se haya convertido en una de las industrias más reguladas. El Mifid II aporta transparencia y protección para el inversor y los bancos comerciales se han recapitalizado. Los “test de estrés” o sea, la simulación de escenarios críticos que podrían desequilibrar sus balances, ya son rutinarios. Claro está que el abanico de medidas diseñadas para prevenir otra crisis financiera no se limita a los ejemplos mencionados, pero ¿será suficiente?

La historia nos enseña que las crisis ocurren de forma periódica, formando parte íntegra del sistema. “Podemos entender la mecánica, pero ¿somos capaces de aprender algo?”, pregunta Ray Dalio, fundador de Bridgewater (hedge fund). 

Puede que el desencadenante de la próxima crisis no proceda necesariamente del sector financiero. Si es cierto que las políticas monetarias acomodaticias de los bancos centrales han sido un factor determinante para la recuperación durante la última década, se podría argumentar que, al mismo tiempo han fomentado el endeudamiento: de acuerdo con las estimaciones del Institute for International Finance, hoy la deuda global ronda los 247 billones de dólares, algo más que tres veces el PIB del planeta. La deuda corporativa suma 186 billones de dólares, mientras que el resto corresponde a la deuda gubernamental y a la deuda privada. Ninguno de los tres componentes está bajo la vigilancia directa de las autoridades del sector financiero.