El cuarto cuadrante, el dólar y el otoño de 1931

Es difícil desentrañar los distintos hilos que se entrelazan en los mercados financieros, especialmente cuando los escenarios sobre los que trabajamos superan lo probabilístico y empiezan a caer con frecuencia en lo que Taleb llama el cuarto cuadrante (fenómenos de gran impacto, desdeñados por su baja probabilidad estadística). Más aún cuando en nuestras cabezas se debaten ahora sueños de prosperidad contra los ecos de las similitudes de la crisis subprime y la de los años 30.

Tal vez lo más sorprendente de la situación actual es que las tensiones financieras de Europa estén conteniendo la caída del dólar y favoreciendo la estabilidad económica mundial como en un frágil castillo de naipes. A día de hoy, la rentabilidad del bono americano se mueve entre la preocupación por el déficit y la preferencia por la deuda soberana americana. Y es que, aunque no nos demos cuenta, quizás el mayor peligro actual reside en que las decisiones de tipos por parte de la Fed puedan llegar a estar subyugadas no tanto por el desarrollo económico de EEUU sino por el desarrollo del mercado de divisas, tal y como ocurrió en otoño de 1931.

Tras la explosión de la burbuja de 1929, la Fed recortó tipos agresivamente, desde un 6% en 1929 hasta un 1.5% en verano de 1931. El mercado ya terminó por reaccionar a los estímulos a principios de 1930 y las bolsas subieron un 50% (quedándose a sólo 25% de sus máximos históricos). Con todo, en 1930, cuando la prosperidad, según palabras de Hoover, estaba “a la vuelta de la esquina”, el mercado, agotado y falto de estímulos, comenzó a debilitarse y la Fed tuvo que volver a situar sus tipos en mínimos históricos, dejándolos en 1.5%. Lo mismo hizo Reino Unido que también estaba ligado al patrón oro (y al dólar), bajándolos hasta 2.5%. Sin embargo, lo que ocurrió en los años 30 fue que los países más débiles acabaron por romper la baraja, al no cumplir con sus obligaciones contractuales, dejando en desventaja a los países que habían conservado el patrón oro. Es en esos momentos, cuando el mercado considera que el rey estaba desnudo (en este caso la reina de Inglaterra) y que Reino Unido no tenía oro suficiente para hacer frente a las deudas acumuladas para salvar su economía, por lo que se inicia una venta sistemática de la libra británica. La respuesta del Banco de Inglaterra fue aumentar los tipos de interés para defender su moneda: primero subió hasta el 4.5% y luego hasta el 6%. La comunidad inversora entonces empezó a especular con que la Fed tampoco podría sostener su paridad, y se lanzó a convertir sus dólares en oro...Y la Fed también salió en defensa su moneda; prácticamente duplicó su tasa subiéndola hasta 3.5%. Este movimiento de subida en la tasa de financiación gubernamental se extendió a todas las divisas del mundo desarrollado, con una economía que no estaba preparada para ello. Y el otoño de 1931 resultó ser el verdadero comienzo de la Gran Depresión.

Los paralelismos detrás de esta lección de historia son evidentes. Las similitudes entre el crash que sufrimos, la recuperación que estamos experimentando hoy, la prosperidad a la vuelta de la esquina, y las reacciones de la Fed son evidentes: utilizando el modelo de 1931 como guía, la Fed ha respondido a sucesos negativos con bajadas de tipos. Si éstas se prolongan demasiado en el tiempo, el dólar estará bajo presión renovada (a falta de tensiones en otras monedas alternativas como el Euro), tal y como le pasó a la libra y al dólar en los años 30.

Puede que llegue el momento de que la Fed tome la misma decisión que el Banco de Inglaterra en 1931. Tal vez todo surja por un rechazo de China y los países de la OPEP a seguir subsidiando el déficit por cuenta corriente americano actuando como principales compradores de bonos americanos. Un corte de la actual flotación respecto al dólar, provocaría una caída descontrolada del mismo y podría generar un incremento de inflación en la economía americana que dejaría a la Fed sin otra opción que subir tipos, tal y como hizo en octubre de 1931. En la medida en que la subida de tipos para proteger al dólar sea más brusca de lo asumible por la economía, aumentará el riesgo de caer en una recesión más profunda y más larga. El momento decisivo de la Gran Depresión no fue el desplome del mercado de 1929, fue la huída del capital de las divisas (economías) que habían vivido por encima de su patrón (necesidades), que comenzó a finales 1930 y que acabó en otoño de 1931 con un aumento de tipos de interés más fuerte de lo necesario.

Hay muchos puntos en común, afortunadamente la Fed de esos años nos ha dejado un claro ejemplo a no seguir, por lo que es probable que cualquier coincidencia con la realidad sea mera casualidad y que todo quede en una interesante charla financiera para alguna reunión de trabajo. Al fin y al cabo solo entra dentro del cuarto cuadrante.