El dólar, en el punto de mira

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Cedida por UBS AM

TRIBUNA de Evan Brown, jefe de Estrategia Multiactivos, UBS Asset Management. Comentario patrocinado por UBS AM.

El aumento inminente de la incertidumbre política en Estados Unidos contrasta fuertemente con la evolución de Europa, cuya moneda es la de mayor peso en la mayoría de los índices en dólares estadounidenses. La disminución del riesgo de fragmentación y el aumento de la cohesión fiscal podrían impulsar la expansión de la zona euro después de la crisis de COVID-19 e incluso provocar una revalorización de los activos dominados por el euro.

Por el lado positivo, la expansión fiscal iniciada por la administración Trump aumentó el crecimiento del PIB real y desencadenó una compensación monetaria de la Reserva Federal que generó una prima de los tipos de interés reales de Estados Unidos frente a otras economías.

Nuestra estrategia frente al dólar se refleja en las muchas oportunidades de valor relativo que vemos en todas las clases de activos, pero no necesariamente equivale a una perspectiva más alcista para los activos de riesgo como las acciones. Estar largo de divisas europeas frente al dólar y largo en oro, así como una variedad de apuestas que favorecen a determinadas divisas de mercados emergentes, se encuentran entre las expresiones más puras de esta tesis.

Para los inversores con divisa base dólar, este telón de fondo garantiza una mayor exposición a las acciones internacionales sin cobertura. Por otra parte, vemos espacio para que la deuda en dólares de mercados emergentes se comporte como parte de una operación de recuperación asociada a la ampliación del apetito de riesgo.

Una señal de retroceso del dólar no significa necesariamente que esperemos un giro estructural y sostenido. Y para estar seguros, un ataque de debilidad del dólar no es ciertamente una dinámica que ponga en peligro su condición de moneda de reserva mundial con una posición dominante en la facturación comercial, la acumulación de reservas y la deuda emitida internacionalmente. Nuestro pesimismo sobre el dólar se ve atenuado por el elevado grado de incertidumbre económica y las fuerzas compensatorias que podrían limitar la magnitud y la duración de cualquier descenso.

El dólar sigue ofreciendo un carry superior a la media entre las monedas del G10, teniendo en cuenta que la divisa estadounidense fue una de las tres monedas con un menor rendimiento de entre las de los países del G10 durante el mercado bajista que se extendió desde los primeros momentos hasta la crisis financiera de 2008-2009. La extrema reticencia de la Reserva Federal a considerar la posibilidad de situar los tipos de interés en terreno negativo debería garantizar que la moneda evite ese destino en esta coyuntura.

Además, el mayor carry implícito en las monedas de los mercados emergentes en relación con el dólar no es tan atractivo como en ciclos anteriores. Algunos mercados en desarrollo están sufriendo una aceleración en el número de casos confirmados de COVID-19 que podría pesar sobre la actividad durante un tiempo prolongado o incluso provocar trastornos políticos.

Nos preocupa en cierta medida que los políticos estadounidenses no puedan salvar las divisiones ideológicas dentro de los partidos para ofrecer un paquete fiscal lo suficientemente amplio como para evitar que la recuperación se estanque. Sin embargo, estas brechas fiscales, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, hacen que el panorama a corto plazo sea relativamente turbio, con riesgos de doble vertiente que tienen consecuencias inciertas para el mercado.