El impacto del COVID-19 en la inversión a largo plazo

Carla_Bergareche
Cedida por Schroders

TRIBUNA de Carla Bergareche, directora general para España y Portugal, Schroders. Comentario patrocinado por Schroders.

El COVID-19 está dejando importantes secuelas, tanto a nivel humano como económico. Pese a que poco a poco se están suavizando las medidas impuestas y los gobiernos se esfuerzan por alcanzar una nueva normalidad, desde Schroders creemos que su efecto podría acelerar algunas de las tendencias a las que tendrán que enfrentarse los inversores en la próxima década.

La primera es el escenario de bajos tipos de interés. Los tipos de interés se mantendrán reducidos en términos reales durante un período de tiempo considerable, haciendo que los retornos que podamos esperar de la mayoría de las clases de activos sean menores de lo que estamos acostumbrados. La normalización de tipos no ha hecho más que posponerse debido a las medidas extremas que han tenido que tomar los bancos centrales para salvar la economía. Si partíamos de un crecimiento bajo, será aún menor. Además, esta pandemia ha hecho que nos volvamos más cautos, tanto como consumidores como empresarios: los primeros gastarán menos, los segundos invertirán menos. En este contexto, los inversores tendrán que recurrir a otro tipo de activos, como los activos privados o los mercados emergentes para conseguir una rentabilidad superior.

Por otro lado, el COVID-19 ha acentuado la preocupación por la sanidad, lo que hará que aumente el gasto público en salud.
AdvertisementNo solo los individuos gastarán más en salud, sino que los gobiernos tendrán que equipar a sus sistemas sanitarios con capacidad extra para estar preparados por si hay algún rebrote o una nueva pandemia. Todo ello generará con toda probabilidad un aumento de los impuestos y hará que los gobiernos tengan que recurrir a la represión financiera para reducir la proporción de deuda sobre el total de ingresos.

A su vez, la represión financiera puede dar lugar a un aumento del populismo. En los últimos 30 años, los que más se han beneficiado del crecimiento de la renta real ha sido el 10% de la población más pobre y sobre todo el 0,0001% de la población más rica. La clase trabajadora y la clase media de los países desarrollados han visto como se reducía su poder adquisitivo y su decepción se ha traducido en movimientos populistas en todo el mundo. El populismo en este contexto conllevará una pérdida de la independencia de los bancos centrales a favor de los gobiernos, alejándose de los objetivos de inflación fijados y adoptando políticas como la Teoría Monetaria Moderna o imprimiendo dinero. Todas estas medidas tendrán repercusiones en la rentabilidad esperada de los activos.

La cuarta y última tendencia que ha acelerado esta crisis ha sido el cambio tecnológico. El cierre de tiendas, oficinas y grandes almacenes ha obligado a las empresas a innovar reforzando el teletrabajo y el comercio online. También ha llevado a las compañías a replantearse sus cadenas de suministro. Más allá de reorganizarse geográficamente, creemos que la parte de la producción que intentaremos asumir localmente se va a automatizar, con lo que a la larga se desarrollará más la robótica que el empleo. Aunque, de manera más inmediata, esto conllevará la pérdida de puestos de trabajo en determinados sectores, lo que, de nuevo, podría favorecer la búsqueda de soluciones populistas, este nuevo paradigma podría tener un impacto positivo en la productividad.

En conclusión, creemos que es probable que el virus refuerce las tendencias que ya impulsaban la actividad antes de que se produjera el brote, al desafiar la senda del crecimiento, crear una mayor presión sobre las finanzas gubernamentales y aumentar la desigualdad a medida que la tecnología se generalice. Sin embargo, con este escenario que dibujamos no queremos parecer pesimistas. De hecho, podríamos añadir otra gran tendencia que englobará al resto y que es enormemente positiva, y es el auge de la sostenibilidad. Sostenibilidad no solo entendida como ecología, si no, cada vez más, también por su vertiente social. En Schroders siempre hemos defendido que las empresas con mejores prácticas se verán reconocidas por el mercado y esta crisis lo está demostrando. Por ello, tenemos el compromiso de que el 100% de nuestros activos integren factores ASG antes de que acabe 2020.