El “triálogo” del buen “Personal Financial Advisor”

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Imagen cedida

¿Qué es la banca? Un negocio de servicios. Un negocio (nec-ocio) es el ámbito en el que se ha de funcionar, rendir, competir… El reino de lo útil y pragmático. La ocupación constante en las cosas. Lo urgente. El ocio es el ámbito donde hacemos las cosas por “el puro placer de ver el espectáculo” como decía Pitágoras.

Vendemos servicio -confianza, cercanía y profesionalidad-. La clave del servicio no es focalizar la actividad en las cosas, en los resultados, en los productos, sino centrarla en las personas. Si se hace esto bien, los resultados ya llegarán. Los servicios son siempre personales. Como bien dice el refranero popular: “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. Y esto también vale para la banca.

Es importante conocer bien el mapa personal de nuestro negocio. El nuestro y el del cliente, para generar relaciones perdurables, consistentes y eficaces, es decir, rentables en todos los sentidos.

En la banca, como en las relaciones personales, nos movemos, sobre todo, con intangibles: tipos, tasas, etc.

Preguntas que deberíamos hacernos en este negocio

Las preguntas que nos hacemos son: ¿Qué hago yo?  ¿Qué papel juega el cliente? Las preguntas que hay que hacerse serían: ¿Quién soy yo en este negocio? ¿Quién es el cliente? ¿Cuál es el bien común -el bien de todos y de cada uno- en nuestra relación profesional? Preguntas personales, ya que es un negocio de interrelaciones personales, una experiencia común.

Además, hay que destacar que en esta relación personal, como en todas, hay tres niveles: no hacer el mal, hacer el bien y hacer que el otro sea mejor. En banca se concreta en no perjudicar al cliente, en aportarle valor y en hacer que el cliente esté y sea cada vez mejor (en todas sus dimensiones personales: física, psíquica, afectiva, social y trascendente).

El “triálogo” del buen “Personal Financial Advisor“

No romper la confianza: con productos inadecuados, pérdidas casi irrecuperables o comisiones injustificadas.

No romper la cercanía y sintonía con el cliente: no centrarnos tanto en las aspiraciones de nuestra empresa, de nuestro ego o de nuestra carrera profesional, ya que podemos olvidarnos o distanciarnos de nuestro cliente. Que el cliente no sea un instrumento, un escalón para conseguir nuestras metas personales y profesionales.

No romper ni interrumpir nuestra mejora personal ni profesional: formación continua como personas y como profesionales.