Gestión patrimonial y Behavioral Finance: ¿se tiene en cuenta los sesgos de los clientes?

Lorenzo de Benito y Susana de los Rios, Icade
Lorenzo de Benito y Susana de los Rios

TRIBUNA de Lorenzo de Benito y Susana de los Rios del grupo de investigación en Behavioral Finance de la Universidad Pontificia Comillas.

El grupo de investigación en Behavioral Finance de la Universidad Pontificia Comillas y Funds People lanzan con periodicidad mensual una encuesta que, entre sus objetivos, está la elaboración de un índice de sentimiento del inversor profesional español. Dirigida a gestores de fondos de inversión y de patrimonio (asesores y banqueros privados), tiene un carácter anónimo y se realiza mensualmente con un doble objetivo. En primer lugar, la elaboración de un Índice de Confianza del Inversor Institucional (ICII) español que es publicado mensualmente en Funds People y, en segundo lugar, evaluar la influencia de sus creencias y motivaciones en la toma de decisiones de inversión. Puede participar ya en la encuesta de mayo a través del siguiente enlace. El plazo para contestar expira el lunes 22 de mayo.

Gestión patrimonial y Behavioral Finance: ¿se tiene en cuenta los sesgos de los clientes?

Cada vez más escuelas de negocios y exámenes oficiales incluyen apartados sobre contenido focalizado en Behavioral Finance en sus temarios, lo que ha contribuido, junto a la producción divulgativa de ciertos autores, a extender el conocimiento de este enfoque científico entre los profesionales del mundo de las finanzas, pese a que su aplicación diaria aún no está del todo extendida.

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De hecho, en la encuesta del Índice de Confianza del Inversor Institucional de Funds People y la Universidad Pontificia Comillas del mes de abril se preguntó a los partícipes si existían análisis protocolizados de los sesgos que pudieran afectar a sus clientes, a lo que únicamente el 23% de la muestra respondía afirmativamente. Del 77% restante, casi la mitad (el 42%) reconocía que realizaba análisis no-formales de los sesgos conductuales de sus clientes, por lo que podemos concluir que los sesgos irracionales de éstos son tenidos en cuenta por aproximadamente el 56% de los integrantes de la muestra, lo cual supone un avance desde el punto de vista del Behavioral Finance, si bien queda aún mucha tarea divulgativa por hacer.

El propio conocimiento de los sesgos cognitivos o emocionales, de los que ya se ha hablado en otros artículos, es, sin lugar a dudas, fundamental a la hora de operar en mercados financieros en los que las decisiones tienen que tomarse con rapidez y diligencia. Estos sesgos además cobran especial relevancia cuando no se trata de los propios, sino de los de clientes, que pueden llegar a pasar inadvertidos por el gestor, que puede así verse influenciado en su trabajo por decisiones sesgadas de terceros que se antojan casi indetectables.

Michael Pompian, (Supointe Investments) gestor de fondos de inversión, lleva más de diez años publicando artículos y libros en los que apuesta por la detección de estos sesgos conductuales en clientes con el objetivo de construir las carteras que mejor se ajusten a ellos, optando por adaptarse ante unos y mitigar otros. En concreto, apuesta por tener en cuenta varios factores a la hora de diseñar la cartera óptima para un cliente, más allá del nivel de riesgo que esté dispuesto a asumir:

El nivel de riqueza del cliente debe ser tenido en cuenta, cuanto mayor sea la capacidad económica, mayor será la adaptación que tenga que hacer el gestor a los sesgos del mismo. Esta polémica afirmación (que, como vemos en el gráfico inferior, no es compartida por la gran mayoría de la muestra del ICII) es defendida por Pompian y su coautor John Longo argumentando que únicamente un crash bursátil muy improbable puede apartar del 1% más rico a un cliente, por lo que el efecto de esos sesgos depende de un acontecimiento con muy baja probabilidad. Sin embargo, las rentas más bajas buscan, al invertir en activos, tener disponibilidad de rentas en un futuro (presumiblemente durante la jubilación) y sus sesgos pueden provocar que acaben sobreviviendo a sus activos, lo cual puede poner en cuestión el bienestar del cliente y por ese motivo los autores optan en este caso por recomendar la mitigación de estos sesgos.

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Asimismo, Pompian y Longo apuestan por diferenciar la actuación del gestor ante los sesgos dependiendo de la naturaleza de los mismos. Por un lado, los sesgos cognitivos (representatividad, anclaje, encuadre…) deben ser moderados.  Esto se explica porque detrás de estos sesgos subyace algún tipo de proceso lógico equivocado, por lo que un gestor con unas mínimas habilidades comunicativas debería hacer entender al cliente en qué está equivocado y podrá ayudar a corregir estos sesgos. Por otro lado, los sesgos emocionales tienen un origen completamente irracional, visceral, no proceden de un razonamiento consciente lo que hace más difícil que el gestor pueda mitigarlos, por tanto, debe adaptarse a ellos. Imaginemos el caso de un cliente que en el último crash sufrió pérdidas patrimoniales importantes que le han hecho ser extremadamente adverso al riesgo, es impensable que un gestor pueda hacerle cambiar de opinión acerca de la construcción óptima riesgo-rentabilidad que le corresponde a su cartera de activos. El gestor deberá por tanto adaptarse a estos sesgos en la creación de dicha cartera. La muestra del ICII en este caso corrobora estos principios en su mayoría, con más de un 40% a favor de ellos, frente a menos de un 20% de participantes que están en contra, como muestra el siguiente gráfico:

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A pesar de la buena acogida que tiene en la muestra del ICII los principios de Behavioral Finance en el trato con clientes, tal y como demuestra el primer gráfico y los resultados descritos en el segundo párrafo, ante la afirmación “La cartera más adecuada para un cliente es la que maximiza su retorno para el nivel de riesgo mostrado, sin importar los sesgos que pueda tener el cliente, que podrían llevarle a sentirse más cómodo con otro tipo de cartera.” únicamente el 27% de gestores se mostraba en desacuerdo, por lo que queda trabajo por hacer en materia de creación y gestión de carteras para clientes con distintos sesgos conductuales.

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Para el lector interesado, se puede abundar en estas ideas consultando la lectura Pompian y Longo (2005): Incorporating Behavioral Finance Into Your Practice. Journal of Financial Planning.