¿Qué es el dinero helicóptero?

Papadakis
Foto cedida

Cada vez se maneja más el concepto de “dinero helicóptero” como el próximo paso en los intentos de estimular la recuperación de economías que sufren escasez de demanda, como Japón y la zona euro. Aunque la idea sonaba muy poco ortodoxa hace unos años, ahora es tema habitual de los debates de política monetaria. En un momento en el que grandes bancos centrales, como el Banco de Japón y el BCE, se ven en dificultades para aumentar las expectativas de inflación pese a haber tomado medidas de política cada vez más amplias, personas tan respetadas como Ben Bernanke están planteándose seriamente esa idea.

El concepto de dinero helicóptero sugiere que si los responsables de la política apuestan por ser suficientemente creativos no se quedarán sin opciones para estimular la demanda en una economía deprimida: pueden imprimir dinero y hacerlo llegar a la gente (simbólicamente, lanzarlo desde helicópteros) para estimular el gasto. Siendo realistas, las operaciones de dinero helicóptero requerirían un proceso menos directo (no exactamente helicópteros...) que adoptaría la forma de gasto público financiado por los bancos centrales.

¿Funcionaría?

La idea no es tan descabellada como sugiere el término. Como medida de política, presenta grandes ventajas. Al combinar los aspectos monetario y fiscal, su impacto puede alcanzar numerosos frentes, al estimular el gasto y los ingresos al tiempo que contribuye a incrementar los salarios e impulsar al alza las expectativas de inflación.

Las herramientas de política estándar no parecen capaces de generar esos resultados por el momento. Un estímulo fiscal tradicional financiado con deuda, pese a sus claras y posibles ventajas, se ha vuelto muy improbable en una época en que las economías más avanzadas soportan grandes cargas de deuda. Y, aunque se está haciendo mucho más en el frente monetario, las medidas de los bancos centrales están provocando una disminución de las rentabilidades. Las economías responden a los recortes de tipos de interés con un entusiasmo cada vez menor. De hecho, cuando el Banco de Japón recortó sus tipos hasta terreno negativo en enero de este año, la reacción del mercado fue desfavorable. Otras medidas menos convencionales también se reciben con escepticismo, tanto por los mercados como por el público en general.

El dinero helicóptero, en cambio, puede ser un método ingenioso para salir de esos problemas. Podría hacer aumentar el gasto público sin que aumentara la deuda pública. Y podría ser una forma de estímulo mucho más directa que algunas de las intentadas hasta este momento. Una de las posibles críticas a la expansión cuantitativa (QE) es su eficacia limitada: los bancos centrales compran activos con dinero de nueva creación, pero, si los fondos mantienen su forma de reservas bancarias, las ventajas para la economía real son escasas; el crecimiento y las expectativas de inflación no aumentan demasiado. Imprimir dinero para financiar directamente iniciativas públicas puede ser un modo de esquivar el problema.

¿De verdad puede hacerse?

La evolución de la formulación de políticas en el periodo posterior a la crisis debería dar una lección de humildad a los analistas que se precipitan a desechar la idea de medidas sin precedentes. Los tipos negativos parecían algo inconcebible hace unos años, pero ahora se ven como una herramienta de política casi convencional. Cuando el BCE llevó el tipo de depósito incluso más abajo en terreno negativo en marzo de este año (de -0,30% a un nuevo mínimo de -0,40%), la mayoría de los participantes del mercado lo consideró una circunstancia totalmente esperada.

De modo que el carácter “no ortodoxo” de un enfoque no es, obviamente, razón suficiente para descartarlo como plausible. Aun así, dadas las dinámicas actuales, la probabilidad de que veamos dinero helicóptero en acción en el futuro próximo sigue siendo muy remota. Haría falta un grado de colaboración inusitado entre los responsables de las políticas fiscal y monetaria, lo cual supondría que los bancos centrales están dispuestos a ver reducida la independencia que tanto les ha costado alcanzar y que tanto aprecian. También significaría ampliar aún más los balances de los bancos centrales, que en algunas circunscripciones pueden llegar a su límite efectivo. El caso del Banco Nacional de Suiza nos lo recuerda. La oposición política podría plantear otra restricción importante, ya que preocuparía el hecho de que, después de un periodo de “dinero gratis”, los gobiernos puedan no ver motivos para adoptar disciplina fiscal en el futuro.

Los gobiernos han sido reacios a utilizar estímulo fiscal convencional, incluso en un momento de tipos de interés cero y evidentes necesidades de inversión en infraestructuras. En lugar de aumentar su respaldo a medidas agresivas de los bancos centrales (un requisito previo para planes atrevidos del tipo de las operaciones de dinero helicóptero), muchas jurisdicciones van en dirección contraria. Los políticos (e incluso algunos miembros de juntas de dirección de los bancos centrales) se han mostrado cada vez más críticos con anteriores decisiones de los bancos centrales. En este sentido, cabe señalar el caso de la fuerte oposición existente en Alemania sobre cuestiones como los tipos negativos y el QE del BCE. También es un indicio de que la zona euro parece más limitada a este respecto que Japón, debido a las complicaciones en torno a la política monetaria y fiscal que surgen en una unión monetaria

Puede que el mundo tenga que vivir, en el futuro próximo, con una política fiscal solo algo más constructiva. Si bien no es un gran determinante de recuperación económica, cabe señalar que la política fiscal de las principales economías no solo ha dejado de ser un lastre, sino que en varios casos está empezando a prestar apoyo. En China, el gobierno central ha decidido permitir que aumente el déficit presupuestario para respaldar a su economía en desaceleración. En la zona euro, la etapa de austeridad prácticamente ha terminado y, al reducirse el coste del servicio de la deuda gracias el descenso de los rendimientos provocado por la QE, los gobiernos disponen de algo más de margen presupuestario. Los presupuestos estatales y federal en EE.UU. también se han vuelto algo más expansivos después de varios años de ejercer una fuerza económica de contracción. Y en Japón, la expectativa predominante en este momento es que el gobierno aplace la subida de impuestos prevista para el año que viene y anuncie un plan de estímulo fiscal, muy probablemente en los próximos días. Puede que todo esto no se aproxime, en absoluto, a lo que haría falta para lograr que la economía mundial despegue, pero quizá sí sea suficiente para evitar aterrizajes bruscos.