¿Ha tocado techo la renta variable?

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TRIBUNA de Antonio Aspas, socio y gestor de Buy & Hold

En las dos últimas semanas hemos detectado dos fuertes señales alcistas en los mercados, las dos relacionadas con el sentimiento de los inversores. Por un lado, está la última lectura de la tradicional encuesta sobre sentimiento que plantea semanalmente la Asociación Americana de Inversores Individuales (AAII). El último dato se corresponde con el de la semana que terminó el 11 de noviembre, y refleja un fuerte repunte del optimismo entre los inversores respecto a la dirección del mercado en el corto plazo (la encuesta pregunta por previsiones a seis meses vista), de modo que el porcentaje de ‘toros’ o alcistas se ha incrementado un 17,9%, hasta alcanzar un 55,8% de inversores que se declaran alcista. Se trata del nivel más elevado desde el 3 de enero de 2018, ahí es nada. Y el dato se vuelve más llamativo si cabe si se tiene en cuenta que el sentimiento alcista se había mantenido dentro o por debajo de su media histórica del 38% durante 35 semanas consecutivas.

La segunda señal es la emitida por la no menos tradicional Global Fund Manager Survey de Bank of America Merryll Lynch (BofAM). Los resultados del mes de noviembre, efectuados a 216 gestores de fondos con un patrimonio acumulado de 482.000 millones de euros, muestra el sentimiento más alcista en lo que va de 2020.

La última edición de la encuesta muestra dos datos récord: el primero, que el 91% de gestores que participaron en ella creen que la economía será más fuerte en los próximos doce meses, un dato que no se veía desde marzo de 2020. El segundo, que dos tercios de los participantes piensan que el mercado no está en una recesión, sino en una fase temprana del ciclo; se trata de la proporción más alta de los últimos veinte años.

En concordancia con este optimismo, la encuesta muestra que los gestores de fondos se han vuelto más activos, de modo que el efectivo en cartera se ha reducido del 4,4% de octubre al 4,1% de noviembre. De esta manera, retornan a niveles anteriores a la pandemia, ya que en enero el nivel de efectivo en cartera era del 4,2% según la Encuesta.

Estas lecturas suponen una primera aproximación o reacción a los dos grandes eventos vistos a principios de noviembre: el desenlace de las elecciones presidenciales en EE.UU., con el cambio de presidencia en favor del candidato demócrata Joe Biden, y el anuncio de una vacuna con alta tasa de efectividad por parte de Pfizer. En este último caso, el anuncio de la farmacéutica ha provocado una cascada de notificaciones por parte de otros competidores en la carrera por la vacuna (Moderna, AstraZeneca, la Universidad de Oxford…), informando sobre la efectividad de sus correspondientes estudios. El resultado en el mercado está a la vista, con una fuerte subida de las bolsas que se ha reflejado especialmente en nuestro Ibex 35.

Todas estas señales nos hacen plantearnos una pregunta cuasi inevitable: ¿está el mercado a punto de tocar techo? ¿Habrá este año rally de navidad, o debemos prepararnos para una nueva corrección si no se cumplen las expectativas sobre la vacuna?

Como ya sucedió tras la fuerte recuperación del mercado en abril, muchos inversores se han quedado fuera del rebote de noviembre patrocinado por Pfizer. Como sucedió en el primer semestre, volvemos a tener inversores ansiosos por comprar valores con perspectivas alcistas que todavía coticen a un precio algo razonable para tratar de beneficiarse del optimismo renovado ante la posibilidad de volver a la vieja y añorada normalidad. Y, ciertamente, los puntos de entrada son importantes a la hora de invertir, pues el potencial alcista va a estar condicionado por el precio al que compremos. Pero, si algo nos está demostrando 2020, es que es muy difícil predecir el futuro, por lo que hacer market timing no parece la mejor estrategia para obtener rendimientos en bolsa. Como decía Benjamin Graham, “Mr. Market es un esquizofrénico en el corto plazo, pero recupera su cordura en el largo plazo”.

Nuestro punto de vista siempre ha sido que, para cosechar frutos en el largo plazo, es necesario tener paciencia, hacer un buen análisis de las compañías para identificar a aquellas con negocios únicos, de calidad y con perspectivas de crecimiento y poder comprarlas a precios razonables. El objetivo es mantenerlas en cartera todo el tiempo posible, para generar un interés compuesto en el largo plazo que vaya en el beneficio de los partícipes. Diseñar un proceso repetible, con resultados demostrables con el paso del tiempo, y mantenerse fiel a él es clave para poder gestionar el patrimonio de una manera responsable, eficaz y exenta de emociones porque, como también decía el señor Graham, “el principal problema del inversor, e incluso su peor enemigo, es probablemente él mismo”.