Hay que tener paciencia, no pánico

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Cedida por Degroof Petercam AM

TRIBUNA de Alexander Roose, responsable de Renta Variable Internacional, DPAM. Comentario patrocinado por DPAM.

En las últimas semanas, los mercados bursátiles han seguido en descenso y todos nos preguntamos cuándo tocarán fondo y si la arquitectura de nuestro sistema financiero será capaz de soportar la actual crisis de liquidez/crédito. ¿Nos han sorprendido las medidas regulatorias que se han implementado tras la Gran Crisis Financiera (GCF) de 2008 y hemos sido demasiado ignorantes de la constante falta de liquidez en los mercados?

Si observamos la reacción del mercado, esta fue la corrección más brusca y rápida del S&P500 desde 1964 y tendríamos que volver a la década de 1970 para ver una caída tan repentina de los precios del petróleo. El índice iTraxx Crossover (de la tensión crediticia high yield), ha llegado a niveles no vistos desde 2011-2012 y los índices de volatilidad diarios han estado compitiendo en magnitud con aquellos registrados en 2008 (ver gráfico a continuación).

Las estrategias sistemáticas han agotado enormemente sus presupuestos de riesgo y esto, combinado con una menor liquidez, ya que los bancos de inversión no pueden proporcionarlo, está exacerbando la corrección de los mercados de renta variable. Incluso los refugios seguros, como el oro, se han vendido.

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A diferencia de 2008, esta vez, los catalizadores (el COVID-19 y, desde la semana pasada, la caída de los precios del petróleo) de los violentos descensos del mercado bursátil fueron exógenos al sistema financiero, con el aumento de las tensiones del flujo de capital que crearon una crisis crediticia. En 2008-2009, el principal problema era el riesgo de contrapartida en los mercados financieros tras la quiebra de Lehman Brothers. En la actualidad, una posible ola de impagos en una serie de ámbitos (por ejemplo, el petróleo de esquisto o los viajes) podrían contaminar a las empresas más estables y al sistema financiero.

Una recesión mundial es ahora inevitable (el cambio de la política petrolera en Arabia Saudí fue la gota que colmó el vaso), ya que rara vez hemos visto tal alteración del crecimiento económico a nivel mundial y los analistas o economistas están reduciendo sus estimaciones a un ritmo vertiginoso. Obviamente, las revisiones a la baja de los beneficios por acción (EPS) son importantes para el comportamiento de las acciones individuales y vemos una amplia dispersión de los resultados dentro de los sectores, con algunas empresas muy afectadas por el aislamiento (por ejemplo, alimentación fuera de casa) y otras que están menos afectadas o incluso se están beneficiando (por ejemplo, alimentación en casa). Pero, en última instancia, no son las revisiones absolutas de los beneficios por acción las que dictarán la dirección general del mercado en el futuro.

Para poner fin a la caída del mercado necesitamos intervenciones monetarias y fiscales aún más enérgicas y coordinadas, más allá de las numerosas medidas de soporte vital ya adoptadas y, por supuesto, la tasa de infectados diarios en los países de la Unión Europea también debe disminuir.

En cuanto a las medidas, se requiere la compra directa de deuda corporativa (o incluso préstamos directos a las empresas). Actualmente, esto no entra dentro del alcance del ámbito de la Reserva Federal, pero podría ampliarse. Además, se necesitan más medidas fiscales por parte de países como Alemania o el G7, y también deben evitarse los problemas de comunicación pública.

En 2008-2009, los bancos centrales e incluso los gobiernos se vieron obligados a innovar en lo que respecta a las herramientas monetarias y fiscales, ya que la crisis era de carácter sistémico. Hoy en día, los políticos están mejor preparados ya que la mayoría de estas herramientas han sido probadas, aunque se necesitan más medidas de apoyo no convencionales. Al mismo tiempo, los gobiernos necesitan incurrir en mayores déficits fiscales, una opción que es más asequible y aceptable a la luz de los tipos de interés actuales. Esta vez, los bancos no son la causa principal de la crisis.

En DPAM creemos que es demasiado tarde para vender acciones y esto a pesar de que hemos estado muy atentos a la liquidez y al apalancamiento de nuestras posiciones, evitando al mismo tiempo aumentarlas en las empresas y sectores que están en el ojo del huracán. Entre ellos se encuentran aerolíneas, las empresas relacionadas con los servicios de alimentación o las empresas de petróleo y gas.

En el sector del transporte, por ejemplo, el impacto del aislamiento podría durar más de lo que se supone actualmente. Además, no hemos adaptado nuestras carteras de manera significativa, ya que, aprendiendo de la Gran Crisis Financiera del 2008, cuando los participantes en el mercado empiezan a mirar por el valle, los movimientos ascendentes bruscos en varios sectores podrían causar un rendimiento sustancialmente inferior. El consejo es permanecer invertido y tener un horizonte de inversión de más de seis meses.