Impacto de la crisis en los fondos de inversión: un nuevo impulso a la ESG

Eduardo Ripollés Mapfre
Cedida

TRIBUNA de Eduardo Ripolles, director Desarrollo Negocio Institucional, Mapfre AM

La crisis del coronavirus posiblemente provoque muchos cambios, no sólo en nuestros hábitos, sino también en las relaciones sociales o incluso en nuestra forma de pensar. La comunidad financiera también va a sufrir a lo largo de estos próximos meses cambios, los cuales no podremos ignorar o esquivar. En concreto, me gustaría analizar cómo se puede ver afectado el mundo institucional de los fondos de inversión, ya sea desde un punto de vista de fondos líquidos o tradicionales como de la inversión alternativa.

Respecto a los fondos tradicionales, las cosas ya no volverán a ser igual, ni desde el lado de la oferta ni desde el lado de la demanda. Es cierto que, durante los tres últimos años, estamos viviendo un auténtico reto a la hora de establecer un asset allocation con garantías a largo plazo. Y es que, en 2018, todos los activos tradicionales se situaron en negativo; en 2019, vivimos la situación inversa; y en 2020 se empezaba con moderado optimismo, aunque sabíamos que algunos de los activos tenían unas valoraciones excesivamente elevadas pero que, aun así, seguían estando en las carteras.

La crisis va a crear un nuevo escenario con otros niveles en los mercados de capitales, valoraciones que pueden ofrecer oportunidades en algún activo que estaba en la recámara desde hace tiempo, pero con una variable que no sólo no ha cambiado, sino que se ha consolidado: los tipos bajos que posiblemente sumen una rebaja de los objetivos de rentabilidad a la que ya se había producido lo largo de estos últimos años.

Estoy convencido, a su vez, de que las inversiones con criterios ESG saldrán fortalecidas de esta crisis. No me refiero sólo a la creciente oferta de fondos temáticos, siempre por supuesto separando el grano de la paja, sino por la necesidad cada vez más acuciante de incorporar estos criterios en los fondos tradicionales, ya no sólo por parte de los equipos gestores, sino también por la exigencia de los inversores profesionales a los que, a partir de ahora, se sumarán finalmente los particulares.

Tres siglas, tres temáticas y tres formas de cumplir con los ODS de Naciones Unidas, pero con un especial protagonismo de la S como consecuencia de la crisis que vivimos. Los criterios sociales son los que engloban todos los temas que actualmente están encima de la mesa: salud, nutrición, seguridad, condiciones de trabajo, Inclusión social o Impacto en las comunidades locales… ¿les suenan?

Por tanto, más allá de la búsqueda de rentabilidades financieras, vamos a incorporar otros objetivos de rentabilidad, más intangibles, pero tan necesarios como son las rentabilidades sostenibles y, más concretamente, la social.

En todo este análisis no podemos dejar de lado las inversiones alternativas, que en un escenario definitivamente consolidado de tipos bajos van a volver a jugar un papel fundamental, y ya no solo las carteras de los inversores profesionales. Nos encontramos con la necesidad de dar acceso a los inversores particulares a este tipo de inversiones, mediante la utilización de vehículos o estructuras ya existentes que les protejan fiscalmente y sirvan como herramientas de gestión y planificación patrimonial. El unit linked tiene que jugar un papel fundamental en esta ecuación para unir ambos cabos: la inversión alternativa y la protección del inversor particular.

Tras estas correcciones, y ante estas nuevas valoraciones, posiblemente entren en juego otros activos que, por decirlo de una manera coloquial, han entrado en precio, y esto puede producir un replanteamiento en la búsqueda de los subyacentes, a lo mejor mas locales, más cercanos, más conocidos. Pero eso el tiempo lo dirá.

Lo que vuelve a ser común a los activos líquidos es la necesidad y exigencia de buscar algo más que la pura rentabilidad financiera. De nuevo entra en juego la rentabilidad sostenible, donde debemos incorporar a los criterios medioambientales los sociales de una manera más convincente.

Las crisis a corto plazo provocan miedos, que a medio y largo plazo se convierten en cambios y estos generan oportunidades. El mundo evoluciona, la humanidad evoluciona y las finanzas no pueden quedarse atrás.