La desunión europea

joseantoniodiazcampos
Cedida

La crisis de deuda que estalló en 2010 está causando verdaderos estragos en la mayor parte de la eurozona. Y es que a las duras medidas de ajuste que tuvieron que tomar los países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) se han ido uniendo las medidas de ajuste tomadas por los demás países periféricos, España e Italia.

En primer lugar, cabe preguntarse si estas políticas de ajuste por sí solas nos van a llevar a la senda del crecimiento económico. En los últimos años la “doctrina de la austeridad” ha ido ganando adeptos a pasos agigantados, hasta instalarse en los principales gobiernos de la eurozona, pero tarde o temprano van a poder comprobar (si no lo están haciendo ya) cómo esa política no nos lleva a ningún lado en un contexto como en el que estamos. Ya se está viendo que los efectos de una política de ajuste duro no sirven para contener el avance de los mercados, los cuales están comenzando a perder la poca confianza que pudieran tener en los países periféricos, y esto se está haciendo notar en la evolución del mercado de bonos de la periferia.

Y es que, por un lado, es cierto, el ajuste era necesario para poder emprender las reformas estructurales de unas economías que ya no podían competir con el incesable avance de los países emergentes. Pero no es menos cierto que hay formas y formas de ajustar, y las formas de los ajustes que comenzaron en Grecia allá por 2010 no son en absoluto las adecuadas.

Si hay un problema de deuda en los países periféricos, se debería tratar de estimular el crecimiento junto con un programa de reformas estructurales de la economía que le hiciera ganar competitividad y le permitiera alcanzar el punto más cercano posible a su crecimiento potencial lo antes posible. De esta manera, con un crecimiento consistente y estable, se favorecería la reducción del déficit y de la ratio de deuda pública/PIB por una vía mucho menos dolorosa para la población y que, sin duda, inspiraría mucha más confianza a los “vigilantes” del mercado de bonos.

Sin embargo, en la eurozona se ha optado por la vía de la austeridad y el control férreo de la inflación en un momento donde la mayoría de las economías europeas ha entrado de nuevo en recesión y cada vez se está más cerca de la deflación que de la inflación. Esto, unido a fallos estructurales de diseño en la unión monetaria (la Eurozona aún está lejos de ser una zona monetaria óptima), falta de coordinación y entendimiento entre los distintos países (¿alguien dijo Alemania?) y unas instituciones totalmente inoperantes (véase el caso del Banco Central Europeo), nos están conduciendo a un callejón sin salida del que va a ser muy difícil salir si no se reacciona pronto.

Es cierto que algunas de estas variables no es posible cambiarlas en el corto plazo, pero lo que sí está al alcance de la mano de los dirigentes de los países de la eurozona es complementar las políticas de austeridad con una agenda de crecimiento lo suficientemente importante como para alterar las expectativas de los agentes económicos y comenzar a generar el tan ansiado crecimiento que, a su vez, genere confianza en nuestras economías.

Como conclusión, la clave está en una mayor cooperación y solidaridad entre los estados miembros de la eurozona, que en última instancia, se traduzca en un avance del proceso de integración monetaria que comenzó en el año 1992 con el Tratado de Maastricht.

Los países core deben entender el ejercicio de ayuda (y no de rescates) a los países en dificultades como una ayuda a sí mismos, porque de una u otra manera, dependen de ellos.