La digitalización financiera es clave para la modernización de España

Iñigo Bilbao. Cedida
Iñigo Bilbao. Cedida

TRIBUNA de Iñigo Bilbao-Goyoaga, socio de Estudios Bursátiles SL y experto en Fondos de Inversión, ETF e Inversión Colectiva.

En 1991 empecé a trabajar en Madrid en la sucursal de un Banco Americano. Al igual que ocurre ahora, la tecnología y la digitalización lo estaba transformando todo. La mayor parte de los empleados de la sucursal teníamos PC individual, algo poco habitual en España en aquel momento, y recuerdo que, a los directivos senior, acostumbrados a trabajar con secretaria, los estaban transformando para hacer sus propios documentos directamente en el ordenador.

Mis comienzos estuvieron ligados a la digitalización de los BackOffice, coincidiendo con la modernización de los sistemas de liquidación de la Bolsa de Madrid. Desde mi oficina participamos en la creación del sistema de liquidación de acciones más sofisticado de Europa en aquel momento, un sistema que implementó la bolsa de Madrid que permitía tener el dinero de la venta de acciones mediante entrega contra pago en tan sólo tres días
hábiles. Para ello se transformó el envío físico de los títulos valores, en anotaciones en cuenta digitales. Se trataba de la digitalización de la bolsa.

Todo había comenzado tres años antes con la implementación del mercado continuo en España que cambió el sistema de corros y gritos, por el electrónico. Faltaba culminar los cambios del front office con la modernización del back office. Aquella digitalización financiera, que incluyó además la creación y desarrollo de mercados electrónicos de futuros y opciones, así como el de warrants, permitió a España entrar en la primera división de los destinos de las inversiones extranjeras, con la creación del índice IBEX.

Al igual que ocurrió con las bolsas españolas, seguimos viviendo tiempos de cambio. La digitalización nos permite ahora comprar un billete de avión o tren desde el portátil de casa, solicitar de forma digital que nos envíen un producto de un centro comercial sin necesidad de desplazarnos, o leer la prensa sin tener que ir previamente al quiosco de periódicos.

Es el momento de seguir la estela de Europa, una Europa dispuesta a enviarnos a los españoles unos fondos muy generosos post covid-19, para que, después de unos años sombríos, volvamos a ponernos en el lugar que nos corresponde, que es el de la cuarta economía más importante de la Eurozona y por lo tanto un motor en su desarrollo económico. La modernización viene en esta ocasión, en pleno siglo XXI, acompañada de unas industrias solidas de fondos de Inversión y ETF, junto con las de gestión de patrimonios, plataformas de fondos y depositaría, en pleno funcionamiento. Esto fue posible tras la gran innovación que supuso a comienzos de los años 2000, la implementación de la arquitectura abierta en nuestro país, facilitada por el nacimiento de plataformas de fondos de inversión y la novedosa fiscalidad de la reinversión de los fondos, la cual pospone la tributación de plusvalías hasta su venta final, conocida como traspaso fiscal, implementada en enero 2003.

La asignatura pendiente para la próxima década va a ser la incorporación del capital riesgo y la deuda privada a las plataformas de arquitectura abierta, para lo que el sector se deberá flexibilizar, y de esa forma ser más accesibles a todo tipo de inversores a través de bancas privadas y fondos de pensiones. Esto permitirá crear un nuevo mercado financiero más moderno y sostenible para las medianas y pequeñas empresas. La nueva regulación Europea de los fondos cerrados ELTIF (Fondos de Largo Plazo Europeos), incorporada en la mitad de la anterior década, es un
buen inicio para comenzar esta flexibilización.

El capital privado y la deuda privada, por lo tanto, van a dar un gran impulso a los emprendedores. Ellos van a ser los principales motores de la digitalización y los que van a volver a colocar a España entre las economías líderes de la Eurozona.