La gestión indexada juega un papel clave en la estandarización de los criterios ASG

Tania Salvat_noticia
Firma: cedida (BlackRock).

TRIBUNA de Tania Salvat, directora, BlackRock. Comentario patrocinado por BlackRock y MSCI.

No queda mucho tiempo para que echemos la vista atrás y nos encontremos con un 2021 al que la pandemia arrastró a una posición privilegiada en los libros de historia. Llevamos ya prácticamente 20 meses sumidos en una reinvención constante en la que hemos tenido que hacer frente a desafíos inimaginables no hace tanto tiempo. Sin embargo, aunque la lectura de este periodo esté tremendamente marcada por el COVID, no todo ha girado en torno a esta enfermedad. Los inversores han seguido haciendo frente (quizás con más ímpetu) a desafíos que ya existían antes del devenir pandémico.

La reciente coyuntura no ha alejado el foco de millones de inversores de los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo. Es más, ha provocado que aumenten la intensidad con la que escrutan estos principios, especialmente a través de la gestión indexada. De hecho, este aumento de interés por los ETF responde a la voluntad de los grandes inversores institucionales de cumplir con lo prometido en materia de sostenibilidad y de cero emisiones, ya que el gran desarrollo en la construcción de índices ha puesto sobre la mesa estrategias indexadas cada vez más sofisticadas y transparentes.

Estos inversores han descubierto con agrado que el mundo de la gestión indexada está sumido en un proceso de transformación similar al del conjunto de la industria y que está orientado a hacer de la sostenibilidad el estándar central en la toma de decisiones. Es más, la forma en la que se materializa esta transformación pone el acento en el futuro de los productos tradicionales, ya que los criterios ESG se irán integrando en el mundo de la inversión hasta convertirse en algo natural, inherente al hecho de invertir, y trasladará a los productos hasta ahora tradicionales a posiciones marginales. 

Evidentemente, esta estandarización impactará de lleno en la construcción de índices, ya que las referencias centrales incorporarán por defecto las consideraciones ambientales, sociales y de gobierno corporativo, por lo que prácticamente cualquier asignación a estrategias indexadas caerá automáticamente bajo el paraguas de la sostenibilidad. De todos modos, esta transformación, aunque parece ser imparable, no es inmediata, así que su materialización convivirá con índices especializados en criterios ESG y con índices generales en los que estas siglas todavía no tienen el peso que están llamadas a tener.

Podemos poner como ejemplo el MSCI ACWI ESG Universal, que incorpora el sesgo ESG a la lectura global contra la que se han medido tradicionalmente los inversores. Esta referencia, que incluye en su composición los criterios de sostenibilidad, permite ahora a los inversores medirse contra un índice de alcance global sin renunciar por ello a incorporar en sus decisiones de inversión criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo.

La innegable simpatía inversora por la ESG hará que esta transformación se consume cuando la popularidad de los nuevos productos los convierta en los referentes del mercado, lo que facilitará que los inversores asignen capital de una manera mucho más efectiva a los activos con mejor comportamiento a largo plazo. Este proceso llevará a un modelo económico mucho más sostenible e inclusivo. Un mundo que, afortunadamente, vemos cada vez más cercano por el flujo constante de asignaciones que identificamos desde estrategias tradicionales hacia equivalentes sostenibles, impulsado en gran medida por las políticas de los grandes inversores institucionales.

Sin embargo, todo lo explicado anteriormente plantea un problema importante: ¿cómo decidir los índices en los que invertir? La respuesta pasa necesariamente por entender los índices mirando más allá de su nombre. Los grandes desarrollos en su elaboración permiten abordar estas soluciones con estándares de transparencia cada vez más elevados, por lo que los inversores tienen la capacidad de explorar con profundidad los elementos que componen un índice y, de esta forma, asegurarse de si es lo suficientemente sostenible o si, por el contrario, harían mejor asignando sus inversiones a opciones en las que los factores ESG estén mejor definidos.

Toda esta transformación está siendo posible gracias a la coordinación de todos los agentes implicados: gestores, inversores, proveedores de índices y, también, las propias compañías. El buen entendimiento entre todos estos agentes facilita que la transición hacia un mundo más sostenible e inclusivo se pueda hacer de manera continuista y sin que se tengan que comprometer las consideraciones financieras, que son el elemento fundamental en todo proceso de inversión. Celebramos la senda y el ritmo que ha tomado todo este proceso y confiamos en que los pasos futuros afiancen todavía más esta coordinación, ya que de ello dependerá que seamos capaces de dejar un mundo mejor a las generaciones futuras.


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Las variaciones de los tipos de cambio entre las monedas pueden hacer que el valor de las inversiones disminuya o aumente. La fluctuación puede ser especialmente marcada en el caso de un fondo de mayor volatilidad y el valor de una inversión puede caer repentina y sustancialmente. Los niveles y la base de imposición pueden cambiar de vez en cuando.

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