La guerra replantea las inversiones sostenibles

Firma: cedida (EFPA).

TRIBUNA de Josep Soler, delegado ejecutivo de EFPA España.

Dentro de pocos días, el mayor encuentro de profesionales financieros del año en España, el EFPA Congress, reunirá unos 1.500 asesores financieros para debatir los grandes retos de la inversión en el inmediato futuro. Por encima de todos ellos, la incorporación deseada y obligada de los criterios ESG de sostenibilidad financiera en el ahorro e inversión de los españoles.

Dos elementos interconectados, la disrupción de la guerra y la inflación, han irrumpido súbitamente en la economía y en los mercados y están forzando a replantear la forma en la que deberemos afrontar las carteras de inversión, a la luz de los efectos comprobados y esperables de esta crisis y del recrudecimiento generalizado del aumento de precios.

Estos fuertes impactos llegan cuando el asesoramiento financiero y la banca personal y privada estaban preparando la consolidación de los criterios ESG en la conveniencia y adecuación de los perfiles inversores, arropados por una recuperación económica que presentaba buena salud. Éste era el escenario del reto que se planteaba antes de que las circunstancias subieran el listón de dificultad a una altura mucho mayor.

La guerra en Ucrania ha puesto en cuestión las prioridades en Europa y, en general, en occidente. El acceso a las fuentes de energía, la constatación de que se necesitará un esfuerzo inmenso para mejorar la autonomía energética en la UE o la necesidad de dotarse de garantías defensivas y de seguridad mucho más potentes para prevenir otras agresiones en suelo europeo, van a ser, a partir de ahora, elementos transcendentes a tener en cuenta por los gobiernos europeos. Las empresas e inversores están viendo modificados sus paradigmas, al no contar con Rusia en su entorno de negocios, pero, mucho más allá, al sentir el riesgo adicional de un mundo más dividido.

La invasión y agresión rusa a Ucrania, pero también la impasibilidad de la reacción China, India y de otros países, probablemente van a posicionar la introducción de  los criterios ESG en una todavía indeterminada nueva situación a medio camino entre considerar que los problemas medioambientales, sociales y de gobernanza puedan aparecer como menos relevantes o, al contrario, situar los nuevos elementos energéticos, de derechos humanos y sociales o de respeto al estado de derecho surgidos en el conflicto, todavía más en el centro de nuestras preocupaciones como ciudadanos e inversores.

Sin duda (y pensemos como pensemos ante la disyuntiva de reforzar el ESG o moderar su ritmo de introducción), lo que no podemos poner en cuestión es la oportunidad para bajar ahora a una realidad más estricta. Es un debate que, hasta hace pocas semanas, se movía más en el terreno de las exigencias regulatorias y de los compromisos de oferta, en algunos casos “para no quedarse atrás”, que en la actual absoluta necesidad de incorporarlo como realidad fehaciente en las decisiones de futuro.

Ciertamente, en estos momentos debemos, más que antes, compaginar algunos replanteamientos a corto plazo (buscar proveedores energéticos tradicionales suplementarios, alargar la vida de centrales energéticas que habíamos decidido cerrar, etc.) con reforzar la inversión en los cambios estructurales hacia energías renovables, la eficiencia energética o en nuevas fuentes de energía (como el hidrógeno); todo ello para responder mejor al auténtico chantaje que Rusia ha lanzado a Europa aprovechando nuestra dependencia, para poder atacar a Ucrania junto a las puertas de la Unión Europea y, probablemente, para ampliar su anexión territorial.

Ante esta nueva situación, el asesor financiero deberá multiplicar su autoexigencia para dar respuesta y consejo adecuado a los clientes. No va a ser una tarea profesional sencilla pero sí imprescindible. El 12 y 13 de mayo, en Madrid, 1.500 de entre nosotros daremos los primeros pasos.